Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

—?Tanto da! Lejos de ti —respondió otra voz.

Era la voz de una chica, una chica indignada, para ser precisos, que, para mi gran espanto, fue a entrar justamente en la habitación donde me escondía. Y el hombre tras ella. Podía ver sus sombras oscilantes a través de la cortina.

?Era de esperar! ?De todas las habitaciones que había allí arriba, tenía que escoger precisamente la mía!

—Déjame en paz —dijo la voz femenina.

—No puedo dejarte en paz —repuso el hombre—. Cada vez que te dejo sola, te dejas llevar por tus impulsos y actúas de modo irreflexivo.

—?Vete! —repitió la chica.

—No lo haré. Escucha, siento lo que ha ocurrido. No hubiera debido permitirlo.

—?Pero lo has hecho! Porque solo tenías ojos para ella.

El hombre río bajito.

—Estás celosa.

—?Ya te gustaría a ti!

?Fantástico! ?Una pelea entre novios! Podía eternizarse, y yo me vería obligada a aguantar detrás de la cortina hasta que saltara en el tiempo y apareciera de improvisto en la clase de mistress Counter ante la repisa de la ventana. Tal vez podría explicarle que estaba trabajando en un experimento de física o que había estado allá todo el rato y ella simplemente no se había fijado.

—El conde se preguntará dónde nos hemos metido —advirtió el hombre.

—Que tu conde envíe a su compa?ero del alma transilvano a buscarnos. Si es que se le puede llamar conde, porque su título es tan falso como las mejillas sonrojadas de esa… ?cómo se llama?

La chica resoplaba furiosamente al hablar.

Aquello me sonaba algo. Me sonaba muchísimo. Sigilosamente asomé la cabeza por detrás de la cortina para echar una ojeada. Los dos estaban de perfil junto a la puerta. La chica era realmente una cría, y llevaba un vestido fantástico de seda azul oscuro con brocados, con una falda tan ancha que parecía casi imposible que pudiera pasar por una puerta normal. Sus cabellos, blancos como la nieve, formaban una extra?a torre sobre su cabeza y desde allí le caían en rizos sobre los hombros. Solo podía ser una peluca. El hombre también tenía el cabello blanco, y lo llevaba recogido en la nuca con una cinta. A pesar del color de pelo, los dos eran muy jóvenes y además muy guapos, sobre todo, el hombre. En realidad, era más bien un muchacho, tal vez de dieciocho o diecinueve a?os. Y era increíblemente apuesto. Y su perfil masculino era perfecto, diría yo. No me hubiera cansado nunca de mirarlo, y de hecho asomé la cabeza fuera de mi escondrijo más de lo recomendable.

—Otra vez he olvidado su nombre —dijo el joven sin dejar de sonreír.

—?Mentiroso!

—El conde no es responsable del comportamiento de Rakoczy —explicó el joven, ahora muy serio—. Seguro que le castigará por ello. No hace falta que el conde te guste, ?sabes?, solo debes respetarlo.

La chica resopló con desdén, un gesto que de nuevo me resultó extra?amente familiar.

—Yo no debo hacer nada —repuso, y se volvió bruscamente hacia la ventana es decir hacia mí.

Quise ocultarme detrás de la cortina, pero en mitad de movimiento me quedé petrificada.

?No era posible!

La chica tenía mi cara. ?Estaba contemplando mis propios ojos espantados!

La chica parecía tan desconcertada como yo, pero enseguida se recuperó del susto e hizo un gesto con la mano que solo podía significar: ??Escóndete! ?Desaparece!?.

Respirando agitadamente, metí de nuevo la cabeza detrás de la cortina. ?Quién era esa chica? Era imposible que existiera un parecido como aquel. Sencillamente, tenía que volver a mirar.

—?Qué era eso? —oí la vox del joven.

—?Nada! —respondió la chica.

?No era también mi voz?

—En la ventana.

—?Ahí no hay nada!

—Podría haber alguien detrás de la cortina espiándonos…

La frase acabó en una exclamación de sorpresa, tras la cual se hizo el silencio. ?Qué había pasado?

Sin reflexionar, aparté la cortina a un lado. La chica que era igual que yo había apretado sus labios contra los del joven. Primero él se limitó a dejarse hacer, pero luego le rodeó la cintura con el brazo y la estrechó contra su cuerpo. La chica cerró los ojos.

De pronto sentí mariposas en el estómago. Era extra?o mirarse a una misma besando a alguien, pero me pareció que lo hacía bastante bien. Me daba cuenta de que la chica solo había besado al joven para distraerle. Era un detalle por su parte, pero ?por qué lo hacía? ?Y cómo podía pasar a su lado sin que me vieran?

Las mariposas de mi estómago se transformaron en pájaros aleteantes y la imagen de la pareja besándose se difuminó ante mis ojos. Y entonces me encontré de pronto en la clase de mistress Counter y casi me dio un ataque de nervios.

Todo estaba en silencio.