Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

Había contado con que mi aparición repentina viniera acompa?ada de un grito lanzado por un montón de gargantas juveniles y con que posiblemente alguien — ?mistress Counter? — se desmayara del susto, pero la clase estaba vacía.

Lancé un suspiro de alivio. Al menos esta vez había tenido suerte. Me dejé caer en una silla y apoyé la cabeza sobre el pupitre. Lo que acababa de suceder superaba por el momento mi capacidad de entendimiento. La chica, el joven guapo, el beso….

La chica no solo tenía el mismo aspecto que yo.

La chica era yo.

No había equivocación posible, me había reconocido a mí misma por la marca con forma de media luna en la sien que la tía Glenda llamaba siempre ?ese extra?o plátano?.

Era imposible que existiera un parecido como aquel.





ópalo y ámbar forman el primer par, ágata canta en si, del lobo el avatar, Dueto —Solutio! — con Aguamarina.

Siguen poderosas las Esmeralda y la Citrina, los gemelos cornalina en Escorpión, y Jade, el número 8, digestión.

En mi mayor: negra Turmalina,

Zafiro en fa se ilumina.

Y casi al mismo tiempo el Diamante, 11 y 7, del León rampante.

?Projecitio llega! Fluye el tiempo, Y Rubí constituye el final y el comienzo.



De los Escritos secretos del conde de Saint Germain.





6


No. No podía ser yo.

Yo nunca había besado a un chico.

Bueno prácticamente nunca. En cualquier caso, no así. Estaba ese Mortimer del curso superior al nuestro con el que había salido el verano anterior, exactamente dos semanas y medio día; no tanto porque estuviera enamorada de él como porque era el mejor amigo de Max, el novio de Leslie en esa época, y de algún modo todo encajaba bien. Pero Mortimer no estaba especialmente interesado en los besos, sino que concentraba todos sus esfuerzos en hacerme chupetones en el cuello, mientras trataba de meter distraídamente la mano debajo de mi camiseta. Con treinta grados a la sombra, tenía que ir continuamente con pa?uelos en el cuello, y me pasaba todo el día ocupada exclusivamente en apartar las manos de Mortimer (sobre todo, en la oscuridad del cine, donde le crecían como a un pulpo). Después de dos semanas habíamos roto nuestra “relación” de mutuo acuerdo. Para Mortimer, yo era “demasiado inmadura”, y para mí, Mortimer era demasiado…hummm…pegajoso.

Aparte de él, solo había besado a Gordon en la excursión con la clase a la isla de Wight, pero ese beso no contaba, porque a) era parte de un juego llamado Verdad o Beso (yo había dicho la verdad, pero Gordon había insistido en que era mentira), y b) no había sido en absoluto un auténtico beso. Gordon ni siquiera se había sacado el chicle de la boca.

De modo que, con excepción del “affaire de los chupetones” (como lo llamaba Leslie) y el beso de menta de Gordon, seguía totalmente “imbesada”. Y posiblemente también “inmadura”, como decía Mortimer. A mis dieciséis a?os y medio, era consciente de que iba atrasada; pero Leslie, que había salido con Max durante todo un a?o, opinaba que el besar, en general, estaba sobrevalorado. Decía que tal vez solo era cuestión de mala suerte, pero que los chicos a los que había besado hasta el momento definitivamente no le habían cogido el truco al asunto. Leslie decía que en realidad debería haber una asignatura llamada “Besar”, preferiblemente en lugar de la religión, que de todos modos nadie necesitaba.

Hablábamos bastante a menudo de cómo tenía que ser el beso perfecto, y había un montón de películas que veíamos una y otra vez solo por sus escenas de besos fantásticas.

—Ah, miss Gwendolyn, ?desea hablar conmigo hoy, o tal vez prefiere ignorarme de nuevo?

James me había visto salir de la clase de mistress Counter y se acercó a mí.

—?Qué hora es?

Miré a mi alrededor buscando a Leslie.

—?Acaso soy un reloj de pared?—James me miró ofendido—. Debería conocerme lo suficiente para saber que el tiempo no tiene ninguna importancia en mi existencia.

—Cuánta razón tiene.

Doblé la esquina para echar una ojeada al gran reloj que había al extremo del pasillo. James me siguió.

—Solo he estado fuera veinte minutos—puntualicé.

—?Fuera de dónde?

—?Imagínate, James, creo que he estado en tu casa! Muy bonito todo, de verdad. Mucho oro. Y la luz de las velas... Muy acogedor.

—Sí, no tan triste y falto de gusto como aquí—convino James, e hizo un gesto con la mano que abarcó todo el pasillo, en el que predominaba abrumadoramente el color gris.

De pronto James me dio mucha pena. No era mucho mayor que yo, y ya estaba muerto.

—James, ?ya has besado alguna vez a una chica?—le pregunté.

—?Cómo dice?

—?Si has besado alguna vez?

—No es correcto hablar de este modo, miss Gwendolyn.

—?De modo que no has besado nunca?

—Soy un hombre—dijo James.

—?Qué clase de respuesta es esa?—Se me escapó la risa al ver la cara de indignación que había puesto—. ?Sabes cuándo naciste en realidad, James?

—?Quieres ofenderme? Naturalmente que conozco la fecha de mi propio nacimiento. Es el 31 de marzo.