Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

Tal vez no fuera tan buena idea anunciarle la noticia… Oye, mamá, esta tarde mi imaginación desbordada y yo hemos viajado al pasado.

—Ahora no te ofendas, por favor —me rogó mamá—. Sé que hay cosas entre el cielo y la tierra que no podemos explicarnos. Pero, posiblemente, cuanto más nos ocupamos de estas cosas, más exageramos su importancia. Yo no creo que estés loca. Y tampoco que lo esté la tía Maddy. Pero, hablando en serio, ?de verdad crees que la visión de la tía Maddy tiene algo que ver con tu futuro?

—Quizá.

—Ah, ?sí? ?Es que tienes intención de trepar a una torre, sentarte en el reloj y ponerte a balancear las piernas?

—Claro que no. Pero tal vez sea un símbolo.

—Sí, tal vez —repuso mamá—. Y tal vez no. Ahora ve a dormir, cari?o. Ha sido un día muy largo. —Miró el reloj de su mesita de noche—. Esperemos que Charlotte ya lo haya pasado todo. Dios mío, me gustaría tanto que por fin lo hubiera conseguido…

—Tal vez lo que le pasa a Charlotte es que tiene demasiada imaginación —dije.

Me levanté y le di un beso. Al día siguiente volvería a intentarlo.

Tal vez.

—Buenas noches.

—Buenas noches, grandullona. Te quiero.

—Yo a ti también, mamá.

Cerré la puerta de mi habitación y me acosté. Me sentía mal por no habérselo explicado todo a mi madre. Sabía que tendría que haberlo hecho, pero lo que me había dicho me había dado que pensar. Seguro que yo tenía demasiada imaginación, pero tener imaginación era una cosa, e imaginarse que viajaba en el tiempo era otra muy distinta. Las personas que se imaginaban este tipo de cosas recibían tratamiento médico. Justificadamente, en mi opinión. Tal vez, a fin de cuentas, yo era como uno de esos tipos que aseguran que han sido secuestrados por extraterrestres y sencillamente me faltaba un tornillo.

Apagué la luz de la mesita de noche y me acurruqué bajo la manta. ?Qué era peor? ?Estar loca, o saltar realmente en el tiempo?

Seguramente esto último, pensé. Contra lo primero se podían tomar pastillas.

Con la oscuridad volvió también el miedo. Volví a pensar en la altura de la qué caería desde aquí arriba. De manera que encendí de nuevo la lámpara de la mesita de noche y me volví de cara a la pared. Para poder dormir, traté de pensar en algo inofensivo, pero no se me ocurría nada. Al final empecé a contar hacia atrás desde mil.

En algún momento debí de quedarme dormida, porque al despertarme e incorporarme en la cama, con el corazón palpitante, recordé que había so?ado con un gran pájaro.

Entonces volví a sentir esa repulsiva sensación de vértigo en el estómago y me entró el pánico. Salté de la cama y salí corriendo, tan deprisa como me lo permitían mis temblequeantes rodillas, hacia la habitación de mamá. Tanto me daba si me tomaba por loca, sólo quería que aquello parara. ?Y no quería caer en un pantano desde tres pisos de altura!

No llegué más allá del pasillo. Sentí el tirón en los pies y, convencida de que había llegado mi última hora, cerré los ojos muy fuerte… Y aterricé bruscamente sobre mis rodillas. El suelo parecía ser el familiar parquet de siempre. Abrí los ojos con cuidado.

Había más luz, como si de repente, en los últimos segundos, hubiera empezado a salir el sol. Por un momento alimenté la esperanza de que no hubiera pasado nada, pero entonces vi que, aunque había aterrizado en nuestro pasillo, este tenía un aspecto diferente al de casa. Las paredes estaban pintadas de un oscuro color verde oliva y no había lámparas en el techo.

Oí voces que llegaban de la habitación de Nick. Voces femeninas.

Me levanté rápidamente. Si alguien me veía… ?Cómo iba a explicar de dónde había salido de repente? Vestida con un pijama de Hello Kitty.

—Estoy harta de tener que levantarme siempre a estas horas —se quejó una de las voces—. ?Walter puede dormir hasta las nueve! ?Y nosotras qué? Para eso hubiera podido quedarme en la granja orde?ando vacas.

—Walter ha estado de servicio la mitad de la noche, Clarisse. Te has puesto la cofia de lado —dijo la segunda voz—. Métete bien los cabellos por dentro, si no mistress Mason te rega?ará.

—De todos modos, eso es lo que hace siempre —gru?ó la primera voz.

—Hay amas de llaves mucho más estrictas, mi querida Clarisse. Ahora ven, que llegamos tarde. Mary ha bajado hace un cuarto de hora.

—Sí, y también se ha hecho la cama. Siempre tan trabajadora y pulcra, como quiere mistress Mason. Sabe bien lo que se hace. ?Has tocado alguna vez su manta? Es suavísima. ?No hay derecho!

Tenía que irme de allí cuanto antes. Pero ?adónde? Suerte que conocía bien la casa.

—La mía raspa terriblemente —se quejó la voz de Clarisse.

—En invierno estarás contenta de tenerla. Ahora ven.