—Ahí tenemos agua suficiente, así que pasarán al menos unos días antes de que caigamos muertos. Algo ocurrirá.
En el fondo, Thomas también lo creía y tan sólo estaba discutiendo para reforzar la idea en su propia mente.
—Pero ?qué hay de todos aquellos muertos que vimos? Quizá nos salvaron de verdad, los mataron y ahora estamos jodidos. Tal vez se suponía que teníamos que hacer algo, pero ahora todo se ha estropeado y nos han dejado aquí para que muramos.
Newt soltó una carcajada.
—Eres un trozo de clone deprimente, gilipullo. No, después de que desaparecieran todos esos cadáveres como por arte de magia y tras lo de las paredes de ladrillos, diría que se trata de algo como el laberinto. Extra?o e imposible de explicar. El último y mayor misterio. Quizá sea una prueba, quién sabe. Sea lo que sea lo que esté pasando, tendremos una oportunidad, igual que en el maldito laberinto. Te lo garantizo.
—Sí —murmuró Thomas, preguntándose si debería compartir lo que había so?ado. Decidió guardarlo para más adelante y dijo—: Espero que tengas razón. Estaremos bien mientras que los laceradores no aparezcan de repente.
Para cuando Thomas terminó, Newt ya estaba negando con la cabeza.
—Por favor, macho, ten cuidado con lo que deseas. Quizá nos envíen algo peor.
La imagen de Teresa saltó a la mente de Thomas y perdió todas las ganas de hablar.
—?Quién es el alegre ahora? —se obligó a decir.
—Me has pillado —respondió Newt, y se puso de pie—. Supongo que iré a fastidiar a otro hasta que empiece el jaleo, y más vale que sea pronto. Tengo hambre.
—Ten cuidado con lo que deseas.
—?Qué buena esa!
Newt se alejó y Thomas se tumbó de espaldas, con la vista clavada en los pies de la litera que tenía encima. Cerró los ojos al cabo de un rato, pero cuando vio la cara de Teresa en la oscuridad de sus pensamientos, volvió a abrirlos inmediatamente. Si iba a pasar por esto, tenía que intentar olvidarse de ella por ahora.
? ? ?
Hambre.
?Es como un animal atrapado en tu interior?, pensó Thomas.
Después de tres días enteros sin comer, parecía como si un despiadado y persistente animal de garras torpes tratara de salir de su estómago escarbando. Lo notaba cada segundo de cada minuto de cada hora. Bebía agua de los grifos del lavabo con tanta frecuencia como era posible, pero no espantaba la bestia. Por el contrario, parecía que aumentaba su fuerza para poder causar más sufrimiento en su interior.
Los demás también la notaban, aunque la mayoría se guardara sus quejas. Thomas observó cómo daban vueltas, con las cabezas gachas y la mandíbula floja, como si con cada paso quemara mil calorías. La gente se chupaba mucho los labios. Se agarraban el estómago y lo apretaban como si intentaran calmar a la bestia que los atormentaba. A menos que fueran al ba?o para usarlo o beber agua, los clarianos no se movían en absoluto. Como Thomas, estaban tumbados en las literas, fláccidos. Con la piel pálida y los ojos hundidos.
Thomas sentía todo aquello como una enfermedad perniciosa y el ver a los demás lo empeoraba, le recordaba que no era algo que pudiese ignorar. Era real, y la muerte les estaba esperando a la vuelta de la esquina.
Sue?o lánguido. Lavabo. Agua. Vuelta con dificultad a la cama. Sue?o lánguido, sin más sue?os o recuerdos como los que había experimentado. Se convirtió en un ciclo horroroso, interrumpido tan sólo cuando pensaba en Teresa; las duras palabras que le había dicho eran lo único que suavizaba la posibilidad de la muerte, aunque sólo fuera un poco. Era la única cosa a la que podía aferrarse para conseguir esperanza después del Laberinto y la muerte de Chuck. Y ahora ella no estaba, no había comida y habían pasado tres días.
Hambre. Sufrimiento.
Había dejado de molestarse en mirar el reloj —tan sólo lograba que el tiempo pasara más lentamente y le recordaba cuánto hacía desde la última vez que comió—, pero creyó que era casi media tarde del tercer día cuando de repente se empezó a oír un zumbido en la zona común.
Thomas se quedó mirando la puerta que daba allí, pues sabía que debía levantarse e ir a ver qué pasaba. Pero su mente había entrado en otra de esa especie de siestas confusas y el mundo a su alrededor se nubló.
Quizá se lo había imaginado. Pero luego volvió a oírlo.
Se ordenó a sí mismo levantarse.
Pero, en vez de hacerlo, se quedó dormido.
? ? ?
—Thomas —era la voz de Minho. Débil, pero más fuerte que la última vez que la había oído—. Thomas. Tío, despierta.
Thomas abrió los ojos, asombrado por haber sobrevivido a otra cabezada. Todo se volvió borroso un segundo y al principio no creyó que fuese real lo que parecía estar a unos centímetros de su cara. Pero entonces la imagen se aclaró y la redondez roja, con motas verdes en su superficie brillante, le hizo sentir que estaba contemplando el mismísimo paraíso.
Una manzana.
—?De dónde la has…?
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)