Las pruebas (The Maze Runner #2)

—No importa. Salgamos de aquí.


Minho asintió, sin mirarle directamente. Entonces sonrió y fuera lo que fuera lo que le preocupaba tanto desapareció y fue sustituido por su habitual actitud relajada.

—Bien. Si algún zombi empieza a comerse mi pierna, sálvame.

—Hecho.

Thomas quería que se diera prisa y continuara. Sabía que estaban al borde de otro gran cambio en su ridículo viaje y no quería alargarlo más.

Minho empujó la puerta para abrirla. La simple franja de oscuridad se convirtió en una amplia banda; la zona común ahora estaba tan negra como lo había estado cuando salieron del dormitorio de los chicos. Minho cruzó el umbral y Thomas siguió sus pasos.

—Espera aquí —susurró Minho—. No hay necesidad de volver a jugar a los coches de choque con todos estos muertos. Deja que encuentre antes los interruptores de la luz.

—?Por qué las habrán apagado? —preguntó Thomas—. Quiero decir, ?quién las ha apagado?

Minho volvió la cabeza para mirarle; la luz del cuarto de Aris se extendió por su cara, iluminando la sonrisita que esbozaba.

—?Por qué te molestas en hacer preguntas, tío? Nada ha tenido sentido desde el principio y probablemente nunca lo tenga. Así que corta el rollo y quédate quieto.

Minho enseguida fue engullido por la oscuridad. Thomas oyó sus suaves pasos sobre la alfombra y el sonido de su mano recorriendo la pared mientras caminaba.

—?Aquí están! —gritó desde un sitio que parecía estar a la derecha de Thomas.

Sonaron unos cuantos clics y las luces brillaron por toda la sala. Durante una minúscula fracción de segundo, Thomas no se dio cuenta de lo que había de diferente en aquel lugar. Pero entonces le vino de lleno y, como si también se le hubieran despertado sus otros sentidos, se dio cuenta de que el horrible olor a cadáveres putrefactos había desaparecido.

Y ahora sabía por qué.

No había cuerpos y ni siquiera quedaba rastro de que hubieran estado allí.





Capítulo 8


Pasaron varios segundos antes de que Thomas se diera cuenta de que había dejado de respirar. Cogió una gran bocanada de aire y miró boquiabierto la sala que ahora estaba vacía. No había cuerpos hinchados y de piel morada. No había mal olor.

Newt le empujó ligeramente al pasar y avanzó con su leve cojera hasta que estuvo en el mismo centro del suelo enmoquetado de la sala.

—Esto es imposible —dijo y se dio la vuelta lentamente, mirando el techo de donde los cadáveres colgaban en cuerdas hacía tan sólo unos minutos—. No ha pasado bastante tiempo para que alguien los haya podido sacar. Y nadie más ha entrado en esta pu?etera sala. ?Los hubiéramos oído!

Thomas se apartó y se apoyó en la pared mientras los otros clarianos y Aris salían del peque?o dormitorio. Un silencioso sobrecogimiento se extendió por el grupo cuando, uno a uno, todos notaron que no estaban los muertos. En cuanto a Thomas, volvió una vez más a inundarle cierta insensibilidad, como si ya no fuera a sorprenderle nada.

—Tienes razón —le dijo Minho a Newt—. Estuvimos ahí con la puerta cerrada, ?cuánto, veinte minutos? No hay forma de que alguien haya podido mover todos esos cuerpos tan rápido. Además, este sitio está cerrado desde dentro.

—Por no mencionar cómo han eliminado el olor —a?adió Thomas.

Minho asintió.

—Bueno, vosotros sois dos pingajos muy listos —dijo Fritanga enfurru?ado—, pero echad un vistazo a vuestro alrededor. Ya no están. Así que penséis lo que penséis, se han deshecho de ellos de algún modo.

A Thomas no le apetecía discutir ni quería siquiera hablar del tema. Los cadáveres habían desaparecido. Habían visto cosas más raras.

—Eh —dijo Winston—, esa gente loca ha dejado de gritar y chillar.

Thomas escuchó. Silencio.

—Creo que no podíamos oírlos desde el cuarto de Aris. Pero tienes razón, han parado.

No tardaron en echar a correr todos hacia el dormitorio más grande, al otro lado de la zona común. Thomas les siguió con una intensa curiosidad por mirar a través de las ventanas el mundo exterior. Antes, con los raros gritando y apretando sus caras contra los barrotes de hierro, había estado demasiado horrorizado para echar un vistazo.

—?Ni de co?a! —gritó Minho desde delante y, sin más explicaciones, desapareció dentro de la habitación.

Mientras Thomas avanzaba en esa dirección, advirtió que todos los chicos vacilaban un segundo, con los ojos abiertos como platos en el umbral de la puerta, después continuaban y pasaban al interior del dormitorio. Esperó a que los clarianos y Aris entraran y luego les siguió.