Las pruebas (The Maze Runner #2)

—Sí, ya lo hemos oído antes. Esta vez lo decimos en serio. No vamos a sentarnos a esperar que nos tratéis como ratas. Estamos hartos.

David se tomó un instante para examinar el gran cargamento, tal vez con la intención de comprobar si los demás estaban de acuerdo con lo que Thomas acababa de decir. Aunque Thomas no se atrevió a apartar la mirada. Tenía que creer que todos le apoyaban.

Después, David volvió a mirar a Thomas, se levantó lentamente y alzó una mano como gesto de conciliación. En cuanto estuvo de pie, se metió las manos en los bolsillos.

—Lo que no entendéis es que todo ha ido y continuará yendo como está planeado. Pero tienes razón, las Pruebas se han completado. Vamos a llevaros a un lugar seguro, un lugar seguro de verdad. No habrá más muertes ni más mentiras ni más montajes. Se acabó el fingir —hizo una pausa—. Tan sólo puedo prometeros una cosa: cuando oigáis por qué os hemos hecho pasar por esto o por qué es tan importante que hayáis sobrevivido tantos, lo entenderéis. Os prometo que lo entenderéis.

Minho resopló.

—Eso es el montón de clonc más grande que he oído en mi vida.

Thomas no podía evitar sentir un poco de alivio al ver que su amigo no había perdido su pasión.

—?Y qué hay de la cura? Nos la prometieron. Para nosotros y para las dos personas que nos ayudaron a llegar hasta aquí. ?Cómo podemos creer todo lo que nos contáis?

—Pensad lo que queráis de momento —contestó David—. A partir de ahora, las cosas cambiarán y recibiréis la cura, tal y como os dijimos, en cuanto lleguemos a nuestro cuartel general. Por cierto, puedes quedarte con esa pistola. Incluso os daremos algunas más, si queréis. No tendréis que luchar con nada más, no habrá pruebas que ignorar o rechazar. Nuestro iceberg aterrizará, veréis que estáis a salvo y curados, y entonces podréis hacer lo que queráis. Lo único que os pediremos de nuevo es que escuchéis. Tan sólo tenéis que escuchar. Estoy seguro de que al menos tenéis curiosidad por saber qué hay detrás de todo esto.

Thomas quería gritarle al hombre, pero sabía que no merecería la pena. En su lugar, respondió con una voz lo más calmada posible:

—No más juegos.

—A la primera se?al de problemas —a?adió Minho—, empezaremos a luchar. Si eso significa que morimos, que así sea.

Esta vez, David sonrió de oreja a oreja.

—?Sabes? Eso es exactamente lo que predijimos que harías en este momento —se?aló con la mano una peque?a puerta al fondo de la zona de carga—. ?Vamos?

Newt habló en esta ocasión.

—?Qué es lo siguiente en esta maldita agenda?

—Pensé que querríais comer algo y quizá daros una ducha. Dormir —empezó a rodear al grupo de los clarianos y las chicas—. Es un vuelo muy largo.

Thomas y los demás intercambiaron una mirada durante unos segundos, pero al final le siguieron. Tampoco les quedaba otra opción.





Capítulo 63


Thomas se esforzó por no pensar en nada mientras transcurrían las siguientes dos horas.

Al principio se había resistido, pero luego toda aquella tensión, el valor y la victoria se fueron desvaneciendo poco a poco mientras el grupo experimentaba las actividades más comunes: comida caliente, bebidas frías, atención médica, maravillosas duchas largas, ropa limpia.

Mientras eso sucedía, Thomas reconoció la casualidad de que todo aquello volviera a pasar de nuevo. Que él y los demás se calmaran para darles otro susto como el que habían tenido al despertarse en el dormitorio tras ser rescatados del Laberinto. Pero, en serio, ?qué más quedaba por hacer? David y el resto de su equipo no les amenazaron ni hicieron nada por levantar la alarma.

Sintiéndose como nuevo y saciada su hambre, Thomas acabó sentado en un sofá que ocupaba la estrecha parte central del iceberg, una amplia habitación llena de muebles desiguales y colores tenues. Había estado evitando a Teresa, pero la chica se arrimó y se sentó a su lado. Todavía lo pasaba mal cuando la tenía cerca y le costaba hablar con ella o con cualquier otra persona. Por dentro estaba muy confundido.

Pero lo apartó todo de su mente porque no había otra cosa que hacer. No sabía cómo pilotar un iceberg y no sabría adonde ir incluso si pudiera asumir el mando. Irían donde les llevara CRUEL, escucharían y tomarían su decisión.

—?En qué estás pensando? —preguntó al fin Teresa.

Thomas se alegraba de que hubiera hablado en voz alta; no estaba seguro de querer volver a comunicarse con ella por telepatía.

—?En qué pienso? Más bien intento no pensar.

—Sí. Quizá deberíamos disfrutar de la paz y la tranquilidad por un rato.

Thomas la miró. Estaba sentada a su lado como si nada hubiera cambiado entre ellos. Como si todavía fueran amigos íntimos. Y ya no lo soportaba más.

—Odio que actúes como si no hubiera pasado nada.