Las pruebas (The Maze Runner #2)

—Ni idea —respondió Thomas—, pero por cómo va el día, estoy seguro de que nada bueno. Tenemos que aguantar un minuto más.

El sonido se hizo más fuerte y profundo; ahora amortiguaba el de los truenos y la lluvia. Las paredes de la vaina vibraron. Thomas oyó que fuera se levantaba el viento de forma distinta a como había soplado el resto del día. Con más fuerza. Casi parecía… artificial.

—Tan sólo quedan treinta segundos —anunció, y de repente cambió de opinión—. Chicos, quizá tengáis razón. Quizá nos estemos olvidando de algo importante. Creo… que deberíamos mirar.

—?Qué? —exclamó Jorge.

—Tenemos que ver lo que hace ese sonido. Vamos, ayudadme a abrir esto.

—?Y si un bonito rayo baja y me fríe el culo?

Thomas colocó las palmas de las manos en el techo.

—?Tenemos que arriesgarnos! ?Vamos, empuja!

—Tiene razón —asintió Teresa y alzó las manos para ayudar.

Brenda la imitó y Jorge pronto se unió a ellos.

—Estamos a la mitad —exclamó Thomas—. ?Listos? —tras unos cuantos gru?idos afirmativos, dijo—: Uno…, dos…, ?tres!

Todos empujaron hacia el cielo y su fuerza terminó siendo excesiva. La tapa se levantó y se estrelló contra el suelo, dejando la vaina totalmente abierta. La lluvia les golpeó, volando horizontalmente, capturada por un viento atroz.

Thomas se inclinó por el borde de la vaina y se quedó boquiabierto al ver lo que había en el aire a tan sólo diez metros del suelo, bajando rápidamente para aterrizar. Era enorme y redondo, con luces parpadeantes y propulsores de llamas azules. Era la misma nave que le había salvado después del disparo. El iceberg.

Thomas miró su reloj justo a tiempo de comprobar que el último segundo ya había transcurrido. Volvió a levantar la vista.

El iceberg se posó sobre un tren de aterrizaje parecido a unas garras y una gran puerta de carga en su barriga de metal empezó a abrirse.





Capítulo 61


Thomas sabía que no podían perder más tiempo en preguntas, miedo y discusiones. Sólo había tiempo para la acción.

—?Vamos! —gritó, tirando del brazo de Brenda mientras salía de la vaina. Se deslizó por el borde y cayó con un húmedo chof en el lodo. Se incorporó, escupió la cosa viscosa que se le había metido en la boca y se frotó los ojos antes de volver a ponerse de pie enseguida. La lluvia caía, los truenos retumbaban en todas las direcciones y los relámpagos iluminaban el aire con fogonazos que no presagiaban nada bueno.

Jorge y Teresa habían salido con la ayuda de Brenda. Thomas miró el iceberg que estaba a unos quince metros, con la puerta de carga ahora totalmente abierta, una entrada similar a unas fauces abiertas, con una cálida luz interior. Allí había unas formas imprecisas, que sujetaban pistolas y esperaban. Era evidente que no tenían intención de salir y ayudarle a entrar en el refugio seguro. El auténtico refugio seguro.

—?Corred! —gritó, ya en movimiento. Sostuvo su cuchillo delante de él, agarrándolo con fuerza, por si acaso alguna de aquellas criaturas seguía viva y buscaba pelea.

Teresa y los demás le siguieron el ritmo.

El terreno ablandado por la lluvia dificultaba el avance; Thomas resbaló dos veces y se cayó en una ocasión. Teresa le agarró de la camisa y tiró de él hasta que estuvo en pie y volvieron a correr. Había más gente a su alrededor, corriendo para ponerse a salvo en la nave. La oscuridad de la tormenta y el velo de lluvia, junto con los destellos de los relámpagos, dificultaban ver quién era quién. No había tiempo de preocuparse por aquello.

Por la derecha, rodeando la parte trasera del avión, apareció una docena de criaturas bombilla; se dirigían a un sitio donde pudieran bloquearles el paso a Thomas y sus amigos para que no entraran por la puerta de carga. Sus cuchillos brillaban por la lluvia y algunos tenían manchas carmesíes. Al menos la mitad de sus espeluznantes bombillas había estallado y así lo demostraba su andar a trompicones. Pero parecían más peligrosos que nunca. Y las personas del iceberg seguían sin hacer nada, tan sólo miraban.

—?A por ellos! —gritó Thomas.

Minho apareció con Newt y unos cuantos clarianos para unirse al ataque. También Harriet y unas chicas del Grupo B. Todos parecieron entender el sencillo plan: luchar contra aquellos últimos monstruos y salir de allí.