Las pruebas (The Maze Runner #2)

Quizá por primera vez desde que había entrado en el Claro unas semanas antes, Thomas no sintió miedo. No sabía si volvería a sentirlo. No sabía por qué, pero algo había cambiado. Los relámpagos explotaron a su alrededor, alguien gritó y la lluvia se intensificó. El viento soplaba con fuerza y le acribillaba con piedrecitas y gotas de agua que dolían por igual. Las criaturas cortaban el aire con sus cuchillos, soltando aquellos inquietantes rugidos mientras esperaban la lucha. Thomas continuó corriendo con el cuchillo por encima de su cabeza. Sin miedo.

A un metro de la criatura del centro, saltó por los aires, asestando una patada con las piernas muy juntas. Dio con los pies a una bombilla naranja que sobresalía en el centro del pecho del monstruo. Reventó y chisporroteó; la criatura gimió algo horrible y cayó hacia atrás, de golpe, contra el suelo.

Thomas aterrizó sobre el lodo y rodó a un lado. Enseguida se levantó de un salto y bailó alrededor de la criatura, acuchillando, golpeando y reventando las brillantes protuberancias.

Plaf, plaf, plaf.

Esquivó y se apartó dando brincos de los inútiles intentos de la criatura por herirle. Contraatacó y la apu?aló. Plaf, plaf plaf. Tan sólo quedaban tres bombillas, el monstruo apenas podía moverse. Thomas se sentó a horcajadas sobre aquel ser en un arranque de confianza y asestó las últimas salvajes estocadas para ponerle fin.

La última bombilla estalló y se apagó. Ya estaba muerto.

Thomas se levantó y se dio la vuelta para ver si alguien más necesitaba ayuda. Teresa había terminado con su monstruo. Minho y Jorge también. Newt estaba allí, sin forzar su pierna derecha mientras Brenda le ayudaba a reventar las bombillas que le quedaban a su contrincante.

Unos segundos más tarde, terminó. Ninguna criatura se movía. No brillaban más luces naranjas. Había acabado.

Thomas, respirando con dificultad, levantó la vista hacia la entrada de la nave, a tan sólo seis metros de distancia. Mientras lo hacía, se encendieron los propulsores y la nave empezó a elevarse del suelo.

—?Se va! —gritó Thomas tan alto como pudo, se?alando como un desesperado su única vía de escape—. ?Deprisa!

Aquella palabra apenas había salido de su boca cuando Teresa le agarró del brazo y tiró de él mientras corría hacia la nave. Thomas tropezó y luego se enderezó, aporreando con los pies el barro. Oyó el estruendo de un trueno detrás de ellos y vio el destello de un relámpago que inundaba el cielo. Otro grito. Otros surgieron a su lado, a su alrededor, delante de él, todos corriendo. Newt con su cojera, Minho junto a él, echándole un vistazo para asegurarse de que no se caía.

El iceberg llegó a un metro por encima del suelo y seguía levantándose poco a poco al tiempo que giraba, preparado en cualquier momento para mover aquellos propulsores y salir volando como una flecha. Un par de clarianos y tres chicas llegaron primero y se tiraron a la plataforma de la puerta de carga abierta. Seguía elevándose. Otros subieron, la alcanzaron y treparon enseguida para entrar.

Entonces Thomas lo consiguió con Teresa. La trampilla abierta le quedaba ahora a la altura del pecho. Saltó y se impulsó con las manos sobre el metal plano, con los brazos rígidos y el estómago apretado contra el grueso borde. Subió la pierna derecha, hizo palanca y rodó su cuerpo entero hacia la puerta. La nave seguía subiendo. Otros se montaron y estiraron los brazos para ayudar a los demás. Teresa, a medio camino, trataba de encontrar dónde agarrarse.

Thomas extendió el brazo y le agarró la mano para tirar de ella. Cayó encima de él e intercambiaron una breve mirada de victoria. Entonces la chica se apartó y ambos se acercaron al borde de la puerta para ver si alguien más necesitaba ayuda.

El iceberg estaba ahora a dos metros sobre el suelo y empezaba a inclinarse. Había aún tres personas que colgaban del filo. Harriet y Newt tiraban de una chica. Minho ayudaba a Aris. Pero Brenda se sostenía sólo con sus manos, con el cuerpo colgando mientras daba patadas e intentaba subir por sí sola.

Thomas se tiró sobre su estómago y se acercó a ella para cogerla del brazo derecho. Teresa la agarró del otro. El metal de la puerta de carga estaba mojado y resbaladizo; cuando Thomas tiró de Brenda, empezó a deslizarse, pero se paró de repente. Se dio la vuelta un instante para ver que Jorge había clavado los pies en el suelo y abrazado con fuerza a Thomas y Teresa para sujetarles.

Thomas volvió la vista hacia Brenda y empezó a tirar de nuevo. Con la ayuda de Teresa, al final alcanzó el borde con el estómago lo suficiente para ganar impulso; a partir de ahí, fue fácil. Mientras se arrastraba y cada vez se introducía más adentro, Thomas echó otro vistazo afuera, al suelo, que poco a poco se iba alejando. No había nada más que aquellas terribles criaturas, sin vida y mojadas, bolsas de carne caídas que antes estuvieron llenas de luces brillantes. Unos cuantos cadáveres humanos, pero no muchos, y ninguno pertenecía a los que Thomas estaba más apegado.

Retrocedió para alejarse del borde con una sensación de gran alivio. La mayoría lo había conseguido. Habían vencido a los raros y a aquellos monstruos horribles. Lo habían logrado. Chocó con Teresa, se dio la vuelta para mirarla, la atrajo hacia sí y la abrazó bien fuerte, olvidando por un segundo lo sucedido. Lo habían conseguido.