—Creo que necesito un tiempo para procesar todo esto.
Teresa quería que la perdonara para que todo volviera a ser como antes de inmediato. Y el instinto le decía que ocultara sus amargos sentimientos, pero le costaba mucho.
—?Qué es lo que ha pasado ahí dentro? —preguntó Teresa.
Thomas volvió a mirarla.
—?Y si hablas tú primero? Luego hablaré yo. Creo que me lo he ganado.
Teresa intentó cogerle de la mano, pero él la movió, fingiendo que le picaba el cuello. Al ver que una expresión de dolor atravesaba su rostro, sintió unas ligeras ganas de justificarse.
—Mira —dijo ella—, tienes razón. Te mereces una explicación. Creo que podemos contártelo todo ahora, aunque no sabemos muy bien por qué.
Aris se aclaró la garganta, una obvia interjección.
—Pero, ummm, será mejor que lo hagamos mientras caminamos. O corremos. Tan sólo nos quedan unas horas. Hoy es el día.
Aquellas palabras sacaron a Thomas por completo de su estupor. Bajó la vista hacia su reloj. Tan sólo quedaban cinco horas y media si Aris tenía razón en que habían llegado al final de las dos semanas. Thomas había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto rato había estado en la cámara. Nada de aquello importaba si no conseguía llegar al refugio seguro. Tenía la esperanza de que Minho y los demás ya lo hubieran encontrado.
—Muy bien. Olvidémonos de esto por ahora —dijo, y cambió de tema—. ?Hay algo distinto ahí fuera? Bueno, lo he visto a oscuras, pero…
—Lo sabemos —interrumpió Teresa—. No se ve ningún edificio. Nada. A la luz del día es incluso peor. La tierra yerma se extiende hasta el infinito. No hay ni un árbol ni una colina, y mucho menos un refugio seguro.
Thomas observó a Aris y luego volvió a mirar a Teresa.
—Entonces, ?qué se supone que debemos hacer? ?Adónde vamos? —pensó en Minho y Newt, en los clarianos, en Brenda y Jorge—. ?Habéis visto a alguno de los otros?
Aris respondió:
—Todas las chicas de mi grupo están ahí abajo, caminando hacia el norte como se suponía que debíamos hacer; ya llevan unos tres kilómetros. Vimos a tus amigos al pie de la monta?a a dos o tres kilómetros al oeste de aquí. No lo sé seguro, pero me parece que no falta nadie y se dirigen en la misma dirección que las chicas.
El alivio inundó a Thomas. Sus amigos lo habían conseguido, esperaba que todos ellos.
—Tenemos que marcharnos —dijo Teresa—. Que no lo veamos no significa nada. ?Quién sabe lo que trama CRUEL? Tenemos que limitarnos a hacer lo que nos han dicho. Vamos.
Thomas experimentó un breve instante de rendición; quería sentarse y olvidarlo todo, que pasara lo que tuviera que pasar. Pero casi tan rápido como vino, desapareció.
—Vale, vamos. Pero será mejor que me cuentes todo lo que sabes.
—Sí —respondió Teresa—. Chicos, ?estáis listos para empezar a correr en cuanto salgamos de estos árboles muertos?
Aris asintió, pero Thomas puso los ojos en blanco.
—Por favor, soy un corredor.
Ella enarcó las cejas.
—Bueno, entonces tan sólo nos queda ver quién se para antes.
Como respuesta, Thomas salió el primero del peque?o claro hacia el bosque sin vida y se negó a pensar demasiado en la tormenta de recuerdos y emociones que intentaba agobiarle.
? ? ?
El cielo apenas se iluminó cuando llegó la ma?ana. Aparecieron unas nubes grises y espesas, tan densas que Thomas no habría tenido ni idea de la hora que era de no ser por su reloj.
Nubes. La última vez que había ocurrido…
A lo mejor aquella tormenta no era tan mala. A lo mejor.
En cuanto dejaron el compacto grupo de árboles muertos, no se detuvieron. Un sendero les llevaba hacia el valle, zigzagueaba como una cicatriz irregular en la pared de la monta?a. Thomas calculaba que tardarían un par de horas en llegar al final. Correr por las empinadas cuestas resbaladizas parecía una buena manera de romperse un tobillo o una pierna. Y si eso ocurría, nunca lo conseguirían.
Los tres estuvieron de acuerdo en bajar rápido pero seguros y en correr una vez que llegaran a suelo llano. Empezaron a avanzar. Aris, luego Thomas y después Teresa. Las oscuras nubes se arremolinaban sobre sus cabezas mientras el viento soplaba en todas las direcciones. Justo como Aris había dicho, Thomas veía dos grupos de personas separados, abajo, en el desierto. Sus amigos clarianos, no muy lejos de la base de la monta?a; y luego el Grupo B, tal vez dos o tres kilómetros más adelante.
Una vez más, Thomas se sintió aliviado y sus pasos parecieron más ligeros al moverse.
Tras la tercera curva pronunciada, Teresa dijo desde atrás:
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)