La bella de la bestia

La carreta se detuvo, lo que la sacó de su autocompasión. Cuando se dio la vuelta para ver dónde estaban, sintió un nuevo malestar: bajó la mirada hacia sus mu?ecas atadas y vio que las tenía hinchadas. No se tomó la molestia de mirarse los tobillos, pues sabía que estarían igual.

Gytha gritó de miedo cuando uno de los hombres, el más bajo y fornido, la levantó y la sacó de la carreta. Cuando la puso de pie, estuvo a punto de desvanecerse, pero evitó caerse al suelo agarrándose, con sus manos atadas, a la parte trasera de la carreta. Miró enfurecida a los dos hombres, que se habían puesto a plantar el campamento olvidándose completamente de su situación.

—Necesito ayuda —les dijo, usando un tono arrogante e imperioso, para aliviar en algo la rabia que le daba tener que pedirles auxilio.

—Ah, caramba, Henry, escucha su tono mandón —dijo el hombre que la había sacado de la carreta—. Ayúdate tú misma, se?ora.

—Si no necesitara ayuda, ni siquiera me rebajaría a hablaros. La cuerda con la que me habéis amarrado ha hecho que se me hinchen las manos y los tobillos, y me duelen. Y si intento moverme sin ayuda, podría caerme, lo que puede hacerle da?o al bebé.

—Entonces gatea —le dijo Henry encogiéndose de hombros—. John y yo tenemos muchas cosas que hacer.

—Y es probable que Pickney esté complacido —a?adió John— si pierdes ese hijo.

—Puede ser que así sea, pero mi marido, el Demonio Rojo, seguramente pensará otra cosa, y ya sabéis que su cólera es una fuerza homicida.

—Pues que se encolerice si le place. Estará muerto antes de que pueda hacer nada. John y yo no tenemos ninguna razón para temerlo.

—?No? ?Creéis que será tan fácil matarlo?

—Pues Pickney planea… —empezó John, pero ella le interrumpió.

—Los planes no siempre salen como le gustaría a quien los idea —Gytha casi sonrió cuando vio que la preocupación asomaba al rostro del esbirro—. Un hombre inteligente sopesaría sus movimientos con cuidado.

—?Qué quieres decir? —preguntó Henry.

—Quiero decir que un hombre inteligente pensaría qué puede hacer para complacer a ambos bandos. O, por lo menos, para aplacarlos. Es la mejor manera de salvar el pellejo.

—Nadie puede hacer eso —soltó John con desdén nervioso.

—?No? Pickney quiere que me llevéis a él con vida. El Demonio Rojo también me quiere viva, a mí y a su hijo. De momento, cuidándome complacéis a los dos. En fin, de todas formas recordad que el Demonio Rojo es bien conocido por ganar sus batallas. ?Cuántas ha ganado Charles Pickney?

—Ve a ayudarla, John.

—?Por qué tenemos que escucharla? —gru?ó John mientras caminaba hacia Gytha para ayudarla.

—Porque demuestra que tiene bastante inteligencia para ser una mujer.

Mientras John casi la arrastraba hacia un lugar cerca del fuego, Gytha se mordió la lengua para no responder agriamente el comentario del individuo. Se obligó a pensar en otra cosa mucho más importante: era preciso que la ataran de otra manera. La hinchazón que le había causado la cuerda no sólo era muy dolorosa, sino que, estaba segura, tenía que ser mala para su salud. Puesto que era obvio que los dos hombres temían a Thayer, decidió aprovecharse de ello lo más que pudiera.

—?Crees que es cierto lo que ella dice? —le preguntó John a su camarada poniéndose en cuclillas frente a la hoguera.

—Sí. Puede que Pickney tenga muy buenos planes, pero no podemos olvidar a quién se enfrenta. El Demonio Rojo ha luchado con mejores hombres que Pickney, y ha sobrevivido. Además, recuerda que sigue vivo, a pesar de que Pickney lleva a?os tratando de matarlo.

—Y si piensas todo esto, ?por qué hemos elegido el bando de Pickney? —le espetó John.

—Pues porque nos paga bien, idiota, y hasta ahora las cosas no le han salido mal. El otro heredero no resultó ser problema a pesar de su reputación como guerrero.

—Pero él no tenía nada que ver con la fuerza y la destreza del Demonio Rojo.

—Cierto, pero hay una cosa en su contra: el Demonio Rojo lucha limpiamente. Pickney actúa de forma taimada, es de los que apu?ala por la espalda. Creo que eso le da una ventaja —Henry miró con enfado a su prisionera—. Ahora me pregunto… El Demonio Rojo ha sobrevivido a los subterfugios de Pickney hasta ahora. Es probable que sea un guerrero lo suficientemente bueno como para ganar a pesar de todo lo que Pickney haga contra él. Incluso puede ser que, pese a su fama de guerrero caballeroso, sepa uno o dos trucos y los use cuando se vea obligado a ello.

—?Entonces nos vamos? ?Abandonamos la trampa antes de que se cierre la puerta y nos deje dentro?

—No, no podemos hacer eso. Pickney nos matará si lo hacemos. Escogimos este camino y debemos recorrerlo hasta el final. Lo que sí podemos hacer es procurar que la dama del Demonio Rojo no sufra ningún da?o mientras esté en nuestras manos.