La bella de la bestia

—Para hacer las paces.

El tono de Merlion era de profundo escepticismo y Gytha compartía esa sensación. Estaba segura de que pedir disculpas no era propio de lady Elizabeth, pero también se preguntó si la arpía no trataba, simplemente, de garantizar su propia seguridad. Thayer le contó que la había rechazado de forma tajante. Quizá ahora ella temiera que se enterase de que había participado en el intento de violación de Gytha en el jardín. Dennis estaba muerto por su participación en el ataque, y era probable que lady Elizabeth temiese que su antiguo amante también quisiera castigarla a ella.

Por un momento Gytha saboreó la idea de rechazar la iniciativa de la mujer, dejar que el terror la invadiera hasta el tuétano de los huesos ante la perspectiva de lo que le podría hacer Thayer, si decidía hacer algo. Pero entonces miró a Bek. Recordando que lady Elizabeth era su madre, decidió que tenía que pensar en el chico. A pesar de que no creía que jamás pudiera establecerse una relación entre los dos, no quería ser ella quien obstaculizara la posibilidad de que eso sucediera. Incluso si las disculpas no eran de corazón y estaban más inspiradas en el interés propio que en el arrepentimiento verdadero, sería bueno para Bek escuchar a su madre pidiéndole disculpas.

—?Se aloja en la hostería? —le preguntó a Merlion, mirándolo a la cara.

—Sí, la doncella dijo que ella te llevaría hasta donde está lady Elizabeth. La verdad es que esto no me gusta nada, mi se?ora.

—Ciertamente, no me apetece ver a esa mujer de nuevo, pero —se?aló con la cabeza hacia Bek— tal vez lo mejor sea escuchar lo que tiene que decir —la manera en que Merlion miró brevemente a Bek y luego de nuevo a ella, con un dejo de resignación mezclada con disgusto, dio a entender a Gytha que entendía sus razones—. Vamos, dime: ?qué da?o puede hacerme un encuentro con ella?

—No quiere ver a nadie, salvo al chico y a ti, se?ora. No tendréis escolta.

—No me sorprende. A mí tampoco me gustaría tener una audiencia tan numerosa y tan bien armada si quisiera disculparme —Gytha sonrió ligeramente—. Además, no creo que cupierais en una habitación de la hostería.

—Yo preferiría que ella fuera a Riverfall a decir lo que quiera decir.

—Pero quiero dejar todo esto atrás lo más pronto posible. Además —a?adió frunciendo el ce?o mientras miraba hacia la hostería—, prefiero verla lejos de mi hogar —miró a Bek a los ojos—. Lo lamento, Bek, pero no puedo ocultar que eso es lo que siento.

—Sí, lo entiendo. Ella fue cruel contigo —entonces se volvió a mirar a Merlion—. Yo estaré con Gytha, sir Merlion, y la cuidaré si se presenta algún problema.

—Es cierto —le sonrió—. Bueno, entonces vete, mi se?ora. Los hombres y yo te esperaremos abajo. No aguardaremos mucho.

—No pretendo demorarme, pero deja que los hombres se tomen una cerveza, sir Merlion —sonrió ligeramente—. Quizá de esa manera puedan aliviar un poco la… la… incomodidad que han soportado por haberlos hecho caminar tanto —Gytha sonrió más ampliamente cuando Merlion se rió suavemente.

Antes de dirigirse a la hostería, donde la esperaba la doncella de lady Elizabeth, Gytha dio un apretón a Margaret en la mano, a modo de gesto tranquilizador. Entonces emprendió el camino, notando que los hombres caminaban justo detrás de ella. A pesar de que no iban a estar exactamente a su lado, la presencia de sus escoltas en la hostería la tranquilizaba. Aunque no creía que lady Elizabeth fuera tan estúpida como para tratar de hacerle da?o otra vez, no confiaba en la mujer. Al sentir la mano de Bek entre la suya, tuvo la esperanza de que el chico no fuera nuevamente testigo del lado malvado de su madre.

Gytha entró a la hostería un paso detrás de la nerviosa doncella. A mitad de la escalera, hizo una pausa y miró hacia abajo, sintiéndose segura ante la visión del grupo de hombres que pedía cerveza alegremente. No creía que lady Elizabeth pudiera hacer algo malo en tales circunstancias, pero era reconfortante saber que Merlion y sus hombres estaban lo suficientemente cerca para ayudarla si era necesario. Se detuvo un momento mientras la doncella abría la puerta de la habitación, y en ese momento sintió que Bek le apretaba con fuerza la mano. Instantáneamente se le contagió el nerviosismo del chico.

Respiró profundamente para tratar de tranquilizarse y entró en la estancia. Lady Elizabeth estaba tan bella como en la corte, y su actitud era igualmente arrogante. Desde luego, no parecía una persona dispuesta a disculparse. El sonido de la puerta cerrándose detrás de ella hizo que Gytha se sintiera muy incómoda.

—Dios santo —dijo lady Elizabeth fríamente, tras echarle un breve vistazo a Gytha—, veo que ese hombre sigue siendo igual de fértil.

Gytha tuvo la certeza de que las verdaderas intenciones de la mujer no eran disculparse, de modo que habló con tono glacial.

—?Qué es lo que quieres, lady Elizabeth?