—Veo con claridad que me he equivocado, sí. Incluso me he privado a mí mismo de cosas maravillosas por no vulnerar tu naturaleza delicada. Bueno, por creer que podía hacerte da?o.
—?Eso era lo que pasaba, entonces? —le dijo besándolo lentamente en el cuello.
—Sí, me daba miedo mi propia fuerza, o tal vez temía ofender tu inocencia. Con frecuencia se dice que hay que proteger a las damas de actos que alimenten las bajas pasiones. Y puesto que no existe persona viva que pueda negar que tú eres una verdadera dama, las personas que sostienen lo de las bajas pasiones deben de estar equivocadas.
—Muy equivocadas, creo. Aunque me gusta pensar que lo que nos une a ti y a mí es mucho más que una baja pasión.
—Ah, sí, es mucho más que eso, peque?a —le olisqueó el pelo—. ?Estás segura de que no te he hecho da?o?
—Muy segura.
—Eres tan peque?a… —murmuró Thayer.
—Igual que mi madre, quien, sin embargo, pudo parir bebés sanos sin ningún problema. No debes preocuparte por mí.
—Es una cosa más fácil de decir que de hacer —le contestó, saliendo de ella por fin.
Gytha trató de disimular un bostezo, pero no pudo.
—Cuando no esté tan cansada, tendré que soltarte un severo sermón sobre tales tonterías.
—?No me lo sueltas ahora? —Thayer se rió cuando ella negó con la cabeza. Se moría de sue?o—. Tiemblo, al pensar en el momento de oírlo.
—No tengo duda de ello —murmuró al tiempo que se le cerraban los ojos.
—?Y me vas a llamar estúpido otra vez?
Lentamente, Gytha abrió un ojo y le echó un vistazo a su marido.
—Thayer, nunca te llamaría estúpido. Por favor, sería muy irrespetuoso por mi parte.
—Sí, lo sería —le sonrió—. Deben de ser imaginaciones mías. Sin duda, no me has llamado estúpido hace un rato.
—Sí, eso debe de ser —Gytha cerró los ojos otra vez—. Todo irá muy bien, Thayer. Vamos a tener un bebé fuerte y hermoso.
—Duérmete ya, Gytha. Ya me dirás lo que tengas que decirme, no puede ser bueno para ti cansarte tanto.
—Tengo una pregunta más —Gytha odiaba volver al tema de lo que había ocurrido en la corte, pero necesitaba saber otra cosa—. ?Dijiste que Dennis es hombre muerto, o que está realmente muerto?
—Dije que está muerto. El muy imbécil regresó a la corte justo antes de que me fuera. Como no lo perseguí de inmediato, pensó que estaba a salvo. Lo reté a un duelo. Fue una pelea justa y él perdió. Aunque tardíamente, vengué el insulto que profirió a tu honor. ?Te molesta?
—Lo que me molesta es que el honor mancillado requiera que se derrame sangre para limpiarlo —suspiró y se encogió de hombros—. Pero así son las cosas —también pensó que Elizabeth era la más culpable de los dos, pero sospechó que Thayer ya lo sabía, y por eso no dijo nada.
—Ya hemos tenido suficiente conversación, Gytha. Duérmete. Necesitas descansar.
—No te preocupes por mí —Gytha quería apaciguar el temor de Thayer, pero estaba demasiado adormilada para hacerlo bien.
—Duerme. No me preocupo —le mintió, con la esperanza de que pudiera esconder los miedos que ahora ocupaban el lugar de la alegría que había sentido por la noticia de la gestación de un hijo.
Thayer acarició el pelo a su esposa mientras se quedaba dormida entre sus brazos. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que ella había estado allí, sobre su pecho; habían transcurrido demasiados días en los que Thayer no había hecho sino preguntarse si la volvería a tener entre sus brazos otra vez. Por un rato, dejó la mente casi en blanco y sólo pensó en lo placentero que era tenerla abrazada.
A pesar de que trató de lograrlo con todas sus fuerzas, no pudo mantener a raya sus temores a todo lo que podría suceder. La preocupación que Gytha hubiera querido evitarle empezó a abrirse paso por su ánimo y hasta por su cuerpo.
Sentimientos encontrados lo asaltaron al pensar en el hijo que tendrían. Eran sensaciones contradictorias, y algunas, más intensas que otras. Estaba fascinado, encantado, pero también aterrorizado. Por un lado, daba gracias a Dios por tal regalo. Pero por otro, lamentaba lo fructífera que había resultado su unión, porque temía al futuro. No veía llegar el momento de abrazar a su hijo, y sin embargo, una parte de sí deseaba que no hubiera sido concebido.