—Sabía que no me harías ningún da?o.
La confianza que había detrás de las palabras de Gytha conmovió profundamente a Thayer.
—Pero estuve cerca de perder los estribos.
—Siempre estás cerca y nunca haces da?o.
—?Los hombres nunca nos vamos a poder librar de los manejos y los trucos de las mujeres? —Thayer suspiró y descansó la cabeza sobre los senos de Gytha.
Gytha sonrió ligeramente por el comentario.
—Necesitábamos hablar del asunto.
—Sí, así es —le acarició un pezón, y observó, excitado, cómo se iba endureciendo.
—?Dónde te hirieron? No he visto ninguna nueva se?al en tu cuerpo, salvo las cicatrices que ya tenías, aunque puede que con la pasión se me haya pasado algo por alto.
—No me hirieron —Thayer se movió y repitió la operación sobre el otro pezón.
—?No te hirieron? —Gytha se quedó mirando a Thayer estupefacta, sin poder hablar—. ?Y te atreves a quejarte de los ardides de las mujeres?
—Es que me acordé de cómo te pusiste cuando me hirieron aquella vez, y entonces tuve la esperanza de que se repitiera tu reacción. Quería derribar ese muro que habías levantado entre los dos o, por lo menos, abrirle alguna grieta.
—Era un muro débil, que no estaba pensado para durar. Ah, Thayer… —Gytha suspiró de placer cuando él le pasó la lengua sobre el pezón.
—Pasé cada noche recordando tu sabor. Dulce. Miel sedosa deleitando mi lengua.
Gytha hundió los dedos en el pelo de él y apretó el abrazo mientras Thayer jugueteaba con su lengua más y más sobre los pezones endurecidos.
—?Otra vez? ?Tan pronto?
—Sí, pero esta vez despacio, recreándonos. Quiero saborearte como se saborea un buen vino.
Gytha gimió y se arqueó contra él cuando Thayer se llevó el pezón a la boca y lo lamió lentamente. Con suavidad, mordisqueó la suave piel de su esposa y luego alivió con lengüetazos húmedos y tibios el ardor placentero que causaba. Cuando empezó a chupar suavemente, Gytha jadeó. Saboreó primero un seno y después el otro. Le acarició el cuerpo entero con las manos para excitarla del todo.
—?Entonces soy un vino?
—El más delicioso que haya probado jamás. Ninguno se puede comparar a ti.
—Qué halagador…
Thayer frunció el ce?o y puso las manos alrededor de la cintura de Gytha.
—Al parecer, has engordado.
—Así es, he engordado.
—Has estado demasiado inactiva por las noches —bromeó él, y luego le dio un beso en el estómago. Hizo una pausa al darse cuenta de que ya no estaba tan plano como solía.
La pasión de Gytha empezó a menguar mientras se preparaba para contarle a Thayer que pronto serían padres.
—Creo que el verdadero problema es que estoy demasiado ocupada por las noches.
—?Qué quieres decir? —Thayer presionó suavemente los dedos contra el estómago, y lo encontró extra?amente duro.
Gytha sonrió ligeramente. No le pareció que fuera nada romántico que un hombre le presionara el cuerpo para lograr establecer qué era lo que tenía de diferente.
—Ten cuidado —le dijo arrastrando las palabras—. No querrás hacerle un moretón.
—?Hacerle un moretón? ?A quién? —Thayer se sentó lentamente con la mirada fija en el estómago de Gytha—. ?Hay un bebé dentro?
—Sí —Gytha trató de esconder lo divertida que le parecía la reacción de Thayer ante la noticia, pero fracasó.
—Voy a ser padre.
—Tú ya eres padre.
—Sí, pero no estuve presente cuando Bek nació.
—?Adónde vas? —le preguntó Gytha cuando Thayer saltó de la cama y se puso encima una bata.
—Por los clavos de Cristo, mujer, tengo que decírselo a alguien —bramó al tiempo que salía de la habitación.
—Espero que el pobre Roger esté despierto —se dijo Gytha, y se rió cuando la puerta se cerró detrás de él. Entonces se levantó de la cama. Podía escuchar los pasos de su marido resonando por el pasillo.
Thayer entró a la habitación de Roger como un rayo y lo sacudió hasta despertarlo
—?No es momento de dormir!
—?Problemas? —le preguntó Roger sentándose en la cama de un brinco.
—No —en su exaltación, Thayer sacudió a su desconcertado amigo una vez más—. Voy a ser padre.
—Ya eres padre —Roger observó a Thayer con un poco de preocupación.
—Quiero decir con Gytha. Gytha va a tener un hijo mío —a Thayer le sorprendió que su cuerpo pudiera albergar una emoción tan grande como la que lo embargaba en ese momento, al pensar en que compartiría un hijo con Gytha.
—?Felicidades! —Roger le sonrió, entendiendo finalmente el extra?o comportamiento de Thayer, que le pareció muy divertido—. ?Cuándo?
—?Cuándo? —repitió Thayer, mirando a su amigo sin entender qué quería decir.
—Sí, te pregunto que cuándo nacerá el bebé.