—Santo cielo —Thayer se llevó la mano a la frente—. Me olvidé de preguntárselo —entonces salió como una exhalación de la habitación, sin prestar atención a las carcajadas de Roger.
Gytha aprovechó el breve momento de intimidad para lavarse y ponerse la ropa de dormir. Justo cuando se estaba sirviendo una copa de vino, Thayer apareció en la habitación. Aunque le pareció muy divertido lo desencajado que estaba él, trató de disimular.
—?Cuándo? —Thayer se preguntó si era prudente que Gytha estuviese fuera de la cama, y perdió el hilo de sus pensamientos.
—?Cuándo qué, Thayer?
—?Cuándo nacerá nuestro bebé?
—Ah. En cinco meses.
Se rió al ver que Thayer salía otra vez corriendo de la habitación.
—Cinco meses —anunció Thayer entrando de golpe en el aposento de Roger. Después gru?ó y se sentó en la cama de su amigo—. Por las barbas de Cristo, cinco meses. Me voy consumir de tanto esperar.
—La mayoría de los hombres tiene que esperar los nueve meses completos —Roger se rió ante la expresión de horror dibujada en la cara de Thayer.
—Santo Cristo, ?crees que Gytha ha contando mal el tiempo?
—No, de ninguna manera. Lo que pasa es que ya lleva cuatro meses de embarazo, eso es todo. Casi la mitad de la espera ya pasó. Tienes que estar agradecido y contento por ello.
—Sí, por supuesto —entonces Thayer recordó que Gytha estaba de pie la última vez que la había visto, y se levantó de un salto—. Gytha debería descansar, tiene que cuidarse.
—Las mujeres son más fuertes de lo que parece, amigo mío. No necesitan que las mimemos tanto como creemos, ni siquiera cuando están embarazadas.
—Tal vez —Thayer caminó hacia la puerta de la habitación, sin saber muy bien si estaba de acuerdo o no con su amigo—. Necesito más información sobre estos temas.
—?Todo está arreglado entre vosotros, entonces? —le preguntó Roger justo antes de que Thayer saliera de la habitación.
—Sí, ya estamos como antes. Que duermas bien, Roger. Nombres —murmuró mientras azotaba la puerta detrás de sí y se apresuraba hacia su propia habitación—. Tengo que pensar en nombres.
Gytha sonrió ligeramente cuando Thayer hizo otra entrada abrupta. La mujer bebió un trago de vino mientras lo observaba caminar de un lado a otro, hablando consigo mismo. Se había imaginado una escena tierna cuando le hablara del hijo que estaba en camino, pero la emoción atolondrada de la que estaba haciendo gala su marido la complació sobremanera. De repente Gytha se preguntaba si habría interpretado mal el atolondramiento de aquel hombre. A lo mejor no estaba así a causa de una inesperada felicidad, sino de un disgusto.
—?Te han sentado mal las noticias? —le preguntó Gytha finalmente.
—?Que si me han sentado mal? —Thayer se dio la vuelta para mirarla de frente—. No, no, por supuesto que no. Deberías estar sentada —la tomó entre sus brazos y la llevó en volandas hasta la cama. Gytha sonrió de placer y alivio.
—Soy bastante fuerte y saludable, Thayer. Hasta los malestares desaparecieron enseguida.
—?Malestares? —la miró horrorizado—. ?Estuviste enferma?
—Al principio, todas las mujeres sufren de náuseas —le dijo dándole un beso en la mejilla—. Pero pasan pronto. Ya no las tengo, y fueron sólo accesos suaves.
—Ah, por supuesto. No estoy pensando con claridad. ?Pero ya te sientes bien?
—Muy bien. No necesitas mimarme demasiado.
—Va a ser difícil que me contenga. ?Sientes ya a nuestro hijo? —susurró poniendo suavemente la mano sobre el abdomen de ella.
—Sólo un poquito. Dudo que tú puedas notar su presencia todavía. Yo apenas siento una especie de burbujeo.
—?Adónde crees que vas? —le preguntó Thayer al ver que la muchacha empezaba a ponerse de pie.
—Voy a poner mi copa sobre la mesa. Ya he terminado el vino.
—Yo lo haré —le dijo su marido volviendo a sentarla en la cama y arrebatándole la copa—. Tú te vas a acostar ya.
En cuanto Gytha se hubo metido entre las sábanas, el marido estuvo a su lado, abrazándola, protegiéndola. La atrajo hacia sí con tanta delicadeza, que la joven tuvo una incómoda premonición de lo que podrían ser los próximos cinco meses.
Casi con desesperación, buscó la manera de convencerlo de que no era necesario interrumpir el contacto carnal. Thayer la miró.
—?Cómo te sientes ante la idea de ser madre?
—Estoy encantada, aunque ésa parece una palabra demasiado fría. El embarazo se confirmó hoy. Edna lo corroboró, aunque ya lo sospechaba. Casi no he tenido tiempo de hacerme a la idea.
—Un hijo —Thayer se rió suavemente—. Por Dios, es difícil de creer, sin embargo, es maravilloso.
—Tú ya eres padre. Bek es tu hijo.