La bella de la bestia

La muerte pendía como una siniestra amenaza sobre la cuna del recién nacido. Era imposible hacer caso omiso de esa realidad. Las palabras ?muerto en la cuna? estaban talladas sobre demasiadas cruces y tumbas. El parto se llevaba a demasiadas mujeres, amadas y no amadas, bellas y no tan bellas. Incluso las más fuertes y saludables podían morir. También Gytha, pensó Thayer. Apretó más contra su cuerpo a la durmiente esposa, y sonrió ligeramente cuando ella pronunció su nombre en sue?os.

La abrazó con fuerza y la acunó entre sus brazos, como si quisiera protegerla de una amenaza. Ninguna espada podría con el poder de su voluntad, pero sabía que tal pensamiento no era más que una tontería. Sin embargo, si la profundidad del sentimiento y el deseo de un hombre contaba para algo, entonces no existía nada más fuerte que su amor, nada capaz de llevarse a Gytha de su lado. Se dijo severamente que también aquello era una bobada. Por más que suplicara o se enardeciera, nada podría cambiar los designios de Dios. Lo único que podía hacer era esperar a ver cuáles eran esos designios. Sin embargo, sabía que la mera idea de un futuro sin Gytha era suficiente para robarle muchas noches de sue?o.





Capítulo 12


—Me siento como si estuviera encabezando una procesión —murmuró Gytha volviéndose para mirar a los cuatro hombres armados hasta los dientes que iban detrás de ella.

Margaret se rió e hizo un gui?o a Bek, que tenía dibujada en el rostro una amplia sonrisa.

—Thayer dice que así estarás protegida de verdad.

—Vigilada, más que protegida, es lo que estoy. Creo que el único lugar al que no me siguen es al guardarropa, aunque no me sorprendería encontrar un día de éstos a un hombre apostado allí —echaron un vistazo por el pueblo mientras caminaban entre las casas. La joven embarazada suspiró—. Creo que espantamos a todo el mundo con este despliegue de fuerza.

—No. Tal vez los amedrentamos un poco, pero no los asustamos realmente.

—Se mantienen a una distancia prudente de nosotros.

—No es que nos teman, es que ven que estás bien protegida y de inmediato suponen que hay una buena razón para ello. Sospecho que no quieren hacer ningún movimiento que tus escoltas puedan considerar peligroso. No hacer ningún movimiento es más seguro que hacer un mal movimiento.

—Ya lo sé. Pongo pegas porque me estoy cansando de todo este asunto. No hemos tenido noticias de Pickney desde hace mucho.

—?Crees que se ha dado por vencido y ha renunciado a sus planes?

—Quién puede saberlo.

—Pues hasta que alguien lo compruebe y se sepa a ciencia cierta, tú seguirás llevando escolta —Margaret tomó a Gytha del brazo y lo apretó un instante contra su costado—. Dudo mucho que tu se?or te dejara caminar por ahí sola y sin protección, aunque Pickney no fuera más que una vaga amenaza y nunca hubiera intentado nada.

—Papá dice que ahora tú no eres una, sino dos personas a quienes hay que proteger —a?adió Bek, que iba alegremente de la mano de Gytha.

—Todavía no estoy tan gorda como para parecer dos —respondió ella en broma al tiempo que se acariciaba el redondeado abdomen.

—?Crees que voy a tener un hermano? —le preguntó Bek, riéndose, y mirándole la barriga.

—El embarazo me ha agriado un poco el carácter, así que, sí, espero que sea un varón —Gytha le gui?ó un ojo a Margaret, que no pudo contener una risita, y bajó la mirada hacia Bek—. Prefieres un hermano, ?no es cierto?

—Sí, pero papá dice que debo rezar para que el bebé nazca sano y fuerte, ya sea ni?o o ni?a. Así que… —se interrumpió y frunció el ce?o al ver a una joven regordeta que estaba de pie frente a la hostería y les hacía se?as con la mano—. ?Quién es esa mujer?

—No tengo ni idea —murmuró Gytha, y después miró a Merlion, que se había parado frente a ella cuando se detuvieron—. ?Alguno de vosotros conoce a esa mujer, sir Merlion? Puede que le esté haciendo se?as a uno de nuestros hombres.

—No, no tiene nada que ver con nosotros. Iré a ver qué quiere —caminó hacia la mujer, que dio un paso hacia atrás nerviosamente.

Gytha frunció el ce?o al ver que mientras la mujer hablaba a Merlion, la expresión del hombre se iba haciendo más y más severa. La desconocida joven tenía algo que le parecía familiar a Gytha. Por un momento, pensó que tal vez la había visto en la corte, pero no estaba segura. En la corte había visto tantas caras nuevas que era imposible recordarlas todas, y por otro lado la mujer no tenía nada que la hiciera sobresalir. La curiosidad de Gytha rozaba ya el nerviosismo y la impaciencia cuando Merlion caminó de vuelta hacia ella. La dama lo vio llegar sintiendo una inexplicable sensación de inquietud en el estómago.

—?Qué quiere esa mujer? —preguntó Gytha a Merlion, que se detuvo frente a ella con el ce?o fruncido.

—Es la doncella de lady Elizabeth.

—?De lady Elizabeth? ?Qué está haciendo aquí?

—Al parecer ha venido a hablar con usted. Tenía la intención de ir a Riverfall ma?ana por la ma?ana, pero al verla caminar por aquí pensó que la reunión se podría arreglar de inmediato. También quiere ver a Bek.

—?Ha dicho para qué?