La bella de la bestia

Thayer le acarició el pelo, le dio un beso en la frente y respondió a su mujer con tono cari?oso.

—Te preocupa que aleje a Bek de mí, pero tus temores son infundados. él es mi hijo y es algo que nunca podré olvidar, que no quiero olvidar. Pero esto es diferente. La madre de Bek trajo a mi vida más dolor que placer, e intentó incluso deshacerse de él. Intentó asesinarlo cuando Bek apenas había saboreado un soplo de vida. No supe nada durante su crecimiento en el vientre de la madre ni tuve noticia alguna de su existencia cuando nació. En cambio, la gestación de este hijo la voy a compartir. Esta vez ni me lo regalarán por sorpresa, ni una mujer capaz de derramar veneno en la cuna de su hijo recién nacido me dirá que haga con él lo que quiera. Yo amo a Bek, y él lo sabe. Sabe que haré todo lo que pueda para asegurarle un buen futuro. También lo reconoceré como mi hijo frente a todo el mundo, sí, igual que lo he hecho hasta ahora. él sabe que nunca podrá heredar de mí. Aunque es joven, ya entiende perfectamente todo lo que significa ser un bastardo. Ha visto que sólo se reconoce abiertamente a unos pocos, y ni siquiera suele hacerlo quien los ha concebido. Sabiendo lo mala que podría ser su suerte, Bek reconoce la suerte que ha tenido conmigo. La única amargura que tal vez pueda llegar a sentir alguna vez sería la que le produzca su madre. Pero creo que incluso ese sentimiento se ha ido diluyendo. Tú le ayudas a que sea así al preocuparte por él.

—Me gustaría pensar que ha nacido entre nosotros algún tipo de afecto.

—Claro que hay afecto. Nunca había estado lejos de mí. Siempre ha permanecido a mi lado, todos los días de su vida, desde que su madre me lo entregó.

—Sin embargo se vino conmigo —susurró Gytha, dándose cuenta de repente de lo que eso significaba.

—Sí. Y no me preguntó si podía hacerlo. Eso es bueno. He hecho cuanto he podido para no atizar su odio contra su madre, aunque quiero que sepa qué clase de mujer es. No quiero que piense de ella demasiado bien, porque si se enga?a puede salir lastimado. Que te haya cogido tanto apego me hace pensar que su madre no le gustaría si la tratara.

—Bek ha escuchado muchas cosas sobre ella, y es muy probable que siga haciéndolo, no puede evitarse. Pero es un buen chico. En la corte, pensó ir a echar un vistazo, a comprobar por sí mismo cómo era.

—?En serio? ?Y habló con ella?

—No exactamente. Sólo la observó, la siguió. Así fue como se enteró del plan que tenía para enga?arnos.

Thayer suspiró, lleno de amor y compasión por su hijo.

—Es una lección difícil de aprender para un chico de su edad. Los muchachos no tienen mucha relación con su madre desde una edad temprana, pero ninguno quiere oír cosas malas sobre ella.

—No creo que su corazón albergue ningún rencor hacia su madre. No he visto que le torture ninguna amargura, aunque la verdad es que no hemos hablado mucho al respecto.

—Pues tal vez yo debería hablar con él.

—No le vendría mal.

—Ciertamente. Quizá debí comentarlo con él antes. Gytha, ?tenemos una partera en Riverfall?

—Sí, Janet. Y Edna, que aunque es joven, no carece de conocimientos —Gytha se acercó a él, con un movimiento que esperaba que fuese sensual y excitante—. Janet es muy buena en las curas y se ha convertido en una severa practicante de la religión de la limpieza.

Thayer asintió, apretando los dientes ante el deseo de tomar a Gytha entre sus brazos.

—Eso me tranquiliza un poco. Bueno, y ahora es mejor que duermas.

Gytha le echó un vistazo y vio que Thayer había cerrado los ojos. Evidentemente, la sutileza no era suficiente para decirle que podían hacer el amor sin problemas. Entonces frotó la mejilla contra el peludo pecho de su marido, y lo acarició cerca de las caderas.

—Podemos pensar en algunos nombres por la ma?ana —dijo él, e hizo una mueca al escuchar la evidente excitación palpable en su voz. Entonces puso la mano sobre la de ella para detener la tentadora caricia.

Gytha pasó la lengua sobre el casta?o pezón de Thayer, hasta que se puso duro. El caballero se estremeció, torturado por el deseo.

No le cabía duda de lo que Gytha se traía entre manos, pero luchó por no prestarle atención.

—Nombres de ni?os, y de ni?as también.

Gytha reprimió una sonrisa al ver cómo luchaba Thayer contra la pasión que ella sabía que sentía, que crecía dentro de él. Entonces le lamió el otro pezón hasta que también se puso duro. Con mucha delicadeza, se lo metió en la boca, y le encantó el suave gru?ido de placer que emergió de la garganta de su marido.

Thayer metió los dedos entre el pelo de ella y trató de mantenerla quieta, pero su gesto sólo sirvió para que Gytha se empecinara aún más en su juego de seducción.