Mientras maldecía y arrastraba a Gytha con él, Thayer luchaba consigo mismo para controlar su temperamento en erupción. El autodominio total parecía lejos de su alcance.
Cuando llegaron a la habitación, entraron y cerró de un violento portazo; luego, se dirigió hacia la mesa, donde reposaba una jarra de vino. La furia siempre lo convertía en un hombre incapaz de hablar de forma fluida. En el fondo sabía que Gytha no se lo merecía, ni era razonable que volcase su ira en ella. Se sirvió vino en una copa y se lo bebió de un trago, tratando de contenerse. Cuando terminó de beber, lanzó la copa contra la pared en un débil intento por aliviar las emociones que le consumían por dentro. Lentamente se dio la vuelta para ponerse de cara a Gytha, y se sintió poco complacido al encontrarla sentada tranquilamente en la cama, mirándolo.
—?Acaso ya no soy más que un huésped en esta casa?
—Por supuesto que no. Tú eres mi marido y yo soy tu diligente esposa.
—Ah, sí, muy diligente. Y fría. ?Así es como pretendes castigarme?
—?Crees que te estoy castigando?
—Sé que fallé cuando debí protegerte…
—Sí, es verdad. Lo de fallar lo hiciste bastante bien —Gytha se irguió en la cama para mirarlo directamente a la cara—. También me insultaste. Siempre me comparaste con esa puta —se dio cuenta de que la ira de Thayer empezaba a desvanecerse, pero no le importó, puesto que la suya había empezado a entrar en erupción—. Llegué a nuestra cama nupcial siendo virgen, sin embargo no dejaste de pensar que la infidelidad y la desvergüenza corrían por mis venas. Esperaste, como un ave carro?era sobre un cadáver, convencido de que tarde o temprano me comportaría como la hermosa lady Elizabeth.
—?Y por qué no habrías de hacerlo? —Thayer apretó con tanta fuerza el borde de la cama que sintió cómo las figuras talladas en la madera se le grababan en la palma de la mano—. En cualquier lugar en el que hubiera hombres, siempre se arremolinaban en torno a ti, como abejas alrededor de una olorosa flor. Siempre acosándote con sus lisonjas y sus palabras de amor.
—Sí, así es… Y siempre me dejaste a su merced.
—No parecías ansiosa de que te rescataran.
—Entonces, nunca miraste con atención, marido.
—?Thayer! Maldita sea, ?llámame por mi nombre y déjate ya de esas tonterías de llamarme ?mi se?or? o ?marido?!
—Como quieras —soltó Gytha, provocándolo a propósito. Entonces tuvo que mantener el equilibrio, porque Thayer golpeó el poste de la cama y la hizo tambalearse.
—?Está bien! —vociferó él—. Es cierto que pensé eso que dices. Así ha sido mi experiencia con las mujeres hermosas de buena cuna. Dicen palabras dulces y hacen promesas con su charla y hasta con su cuerpo, para desde?arlo a uno un momento después. Luego se entregan, encantadas, a otro hombre. Y después a otro. Por esa razón estaba aterrado cuando me dijeron que tú serías mi esposa. Por Dios bendito, vi ante mí un futuro de lucha contra cortesanos aduladores, a?os y a?os espantando hombres de tu cama. Esperé el desdén y la burla de la sociedad —cerró los ojos brevemente y sacudió la cabeza, en un intento vano de poner en orden la tormenta de sentimientos que se estaba desencadenando en su interior. Rabia, dolor y un temor que le carcomía las entra?as lo desgarraban por dentro. No sabía cómo arreglar las cosas—. En el jardín, esa noche —continuó—, me vi atrapado entre el presente y el pasado. Y mi estupefacción fue aún mayor por cuanto acababa de descubrir que me había liberado de lady Elizabeth, de esa garra asfixiante que me tuvo preso durante tanto tiempo. Tú rompiste el lazo que me ataba a ella. Pero entonces te vi allí… —se detuvo, después suspiró con fuerza y continuó—. No sé si fue un segundo o una hora lo que me quedé paralizado antes de que mi nebuloso cerebro se aclarara. Entonces supe que lo que había visto no era real, pero fue demasiado tarde. Para entonces ya te habías librado del individuo aquel. En mi vida me había sentido tan avergonzado. ?Por qué saliste con él al jardín? —dijo de pronto, casi en un susurro.
—?Sigues buscando un pecado que nunca existió? —soltó Gytha al tiempo que saltaba de la cama—. Salí con ese gusano porque estaba aturdida, era fácil que cualquiera me manejase a su voluntad.
—Ese gusano está muerto.
Gytha se impresionó un poco ante el frío pronunciamiento de su marido, pero volvió a centrarse con rapidez en el tema que le interesaba.
—Verás, fue fácil manipularme porque acababa de ver a mi marido salir del salón con el brazo sobre los hombros de otra mujer.
Lentamente, inició los preparativos para acostarse. Thayer había dicho casi todo lo que ella necesitaba escuchar.
Gytha era consciente de lo mucho que excitaba a Thayer verla desvestirse. Pensó que el deseo que le despertaría verla desnudarse podría hacerlo más locuaz. Todavía necesitaba oír algunas cosas.
—Esa puta taimada me dijo que estaba un poco mareada y que necesitaba aire —Thayer gru?ó para sus adentros cuando se dio cuenta de lo que Gytha estaba a punto de hacer.