—Vamos, amigo mío —le dijo Roger en tono suave mientras se secaba—, es mejor que salgas ya, antes de que te arrugues como una pasa.
—Me siento como si tuviera que enfrentarme al patíbulo —murmuró Thayer mientras salía de la ba?era y empezaba a secarse.
—A veces las mujeres son más duras y letales que cualquier patíbulo. Así es la vida, amigo.
—Hay demasiadas probabilidades de que meta la pata otra vez.
—Tristemente, tienes razón —ya vestido, Roger se dispuso a salir de la habitación—. Cuando la cena esté servida, me tendrás a tu lado. Mientras tanto, espero pasar un momento a solas con Margaret.
Thayer agarró a su amigo del brazo y le advirtió:
—Nada de juegos con esa doncella.
—No es jugar lo que quiero hacer con ella —le respondió Roger, con una ligera y firme sonrisa.
Thayer vio en los ojos de Roger que le hablaba con sinceridad, y enseguida lo soltó.
—Entonces te deseo toda la suerte del mundo.
Thayer suspiró al ver salir a Roger de la habitación. Se alegraba por su amigo, y deseó que encontrara la recompensa que buscaba su corazón. Sin embargo, le pareció injusto que el destino pusiera ante sus ojos un amor naciente cuando su propio matrimonio se tambaleaba y el fracaso asomaba, amenazador, en el horizonte. Vio un futuro en el que, a medida que Gytha se fuera haciendo más fría con él, tendría que ver a Roger y a Margaret ponerse más cálidos el uno con el otro. No estaba muy seguro de tener la presencia de ánimo suficiente para soportar un castigo semejante. Suspiró, espantó tales pensamientos y se preparó para enfrentarse a Gytha.
Cuando terminó de vestirse para la cena, Gytha se sentó frente al espejo para que Edna pudiera arreglarle el peinado.
—?Has visto a Margaret? —Edna no contestó, y Gytha la presionó en busca de respuesta—. ?Y bien?
—Está con sir Roger, mi se?ora —replicó Edna, en cuya voz era evidente el recelo.
—?Temes hablarme de ello a causa de mis problemas? —le preguntó Gytha con una sonrisa torcida. Y como Edna se sonrojó, Gytha no tuvo más remedio que suspirar—. Pues no temas. Me alegro mucho por Margaret. Dime, ?crees que las intenciones de sir Roger son honorables?
—Sí, lo creo. Es algo que puede verse en sus ojos.
—Bien. Es un buen hombre. Nuestra Margaret se merece lo mejor. Supongo que me ha hablado poco de esto debido a mis problemas con mi esposo, tal vez pensó que sería poco delicado, pues me traería dolorosas evocaciones. Es cierto que siento un poco de envidia, pero tengo que decirle que no necesita esconder o disimular su felicidad. Margaret es como mi hermana, y no puedo más que compartir su júbilo.
—Así como ella comparte tu dolor, mi se?ora —Edna miró fijamente los ojos de Gytha en el espejo—. Quizá no tenga más remedio que ser impertinente…
—?Acaso alguna vez has sido otra cosa? —le respondió Gytha sonriéndole mientras Edna le daba el toque final a su peinado.
—Pues creo que ahora voy a ser muy impertinente. Quisiera hablarte sobre tu matrimonio.
—Habla entonces. No soy tan tonta como para pensar que yo lo sé todo y tú no sabes nada. En un asunto tan grave como éste, sólo una idiota rechazaría el consejo que le ofrecen.
—Los hombres son unas criaturas extra?as.
—Esa no es una gran revelación, Edna.
—Silencio, mi se?ora, que no he terminado. Los hombres pueden saber que han cometido un error, pero les cuesta trabajo disculparse. Cuanto más orgulloso sea un hombre, más se le atragantarán las palabras. Puede que sienta en su corazón y en su mente que debe decir las palabras de disculpa, pero éstas se le atascan en la garganta.
—Debo recibir una disculpa, Edna —hablaba con una tranquila determinación, dispuesta a no permitir que nadie tratara de persuadirla.
—Lo entiendo, sí, y estoy de acuerdo contigo. Tienes razón en lo esencial. Dejar que un hombre piense que puede hacer cualquier cosa sin pagar las consecuencias de sus actos, aunque sean consecuencias ligeras, es darle licencia para que actúe como le venga en gana sin tener en consideración ninguna palabra ni acto. Pero puede suceder que esa disculpa no llegue tan directa o tan bellamente como tú querrías. Algunos hombres no tienen ninguna destreza con las palabras. Si una no los escucha con atención y mucho cuidado, puede escapársele el verdadero significado de lo que están diciendo. ?Que es necesario que un día expliquen por qué hicieron lo que hicieron? Puede que ese día nunca llegue, porque puede ser que ni siquiera ellos mismos sepan la razón por la cual actuaron de determinada manera.
—Me he preguntado eso mismo muchas veces: si Thayer entiende o no lo que hizo —murmuró Gytha.