Al contrario que su marido, la joven no se permitió el lujo de caer en la autocompasión. Sólo se sentía muy cansada. La vida en la corte había sido una dura prueba para ella, pero aguantó porque sabía que Thayer estaba a su lado apoyándola. Ahora sólo quería irse a casa y olvidar todo lo que había pasado durante esa temporada en la corte.
Dentro de su corazón sentía un dolor tan grande que no sabía cómo curarlo. Amaba a Thayer, aunque deseaba que no fuera así. Ese amor hacía que se sintiera absolutamente devastada al saber que él no confiaba en ella. La entristecía profundamente saber lo que su marido pensaba en realidad. Lo que en algún momento le había parecido tan hermoso y tan prometedor, ahora le parecía la peor de las maldiciones.
El amanecer empezaba a te?ir de rosa el cielo cuando Gytha partió hacia Riverfall. Constituían su escolta cuatro de los hombres que su padre le había dado cuando se fue de la casa paterna. Edna y Bek compartían el carruaje con ella. Por un momento se preguntó si estaba tomando el camino de la cobardía, pero rápidamente desechó ese pensamiento. Su salud mental requería que se retirara y buscara un lugar tranquilo donde pudiera lamerse las heridas. Necesitaba pensar larga y concienzudamente sobre lo que debía hacer con su matrimonio, si es que todavía tenía un matrimonio por el cual preocuparse.
Thayer recibió el nuevo día con un tremendo dolor de cabeza, la boca seca y amarga y la certeza de que había hecho algo por lo cual no lo perdonarían. Y para empeorar su mísera condición, el rey le llamaba a su presencia de inmediato. Thayer se presentó ante el rey rezando para que la audiencia fuera rápida. Necesitaba ver a Gytha. Pero para su gran consternación, el rey lo retuvo durante horas.
—?Has visto a Gytha? —le preguntó a Roger con exasperación en cuanto cruzó la puerta de la habitación de su amigo, ya bien entrada la tarde.
—No, no la he visto. Y, ahora que lo pienso, tampoco he visto a Bek en todo el día.
—Lo más probable es que esté con ella —murmuró Thayer mientras se lavaba—. ?Quién podrá ser? —gru?ó cuando alguien llamó a la puerta unos momentos después.
Roger abrió la puerta y no pudo menos que fruncirle el ce?o a la mujer que apareció frente a él.
—?Qué quieres?
Lady Elizabeth empujó a Roger, entró en la habitación y se dirigió a Thayer, haciendo caso omiso de su expresión poco amigable.
—Tienes buen aspecto, Thayer.
—?Puedo hacer algo por ti? —con rapidez, Thayer se alejó de ella y fue a ponerse un jubón limpio.
—Pues quería saber si, dado que tu peque?a esposa se ha marchado, te apetecía acompa?arme en los festejos de esta noche.
—?Gytha se ha marchado? —Thayer sintió como si el corazón se le hubiera caído a los pies.
—Sí. Tengo entendido que se marchó antes de que la luz de la ma?ana hubiera iluminado el cielo. ?Adónde vas? —le preguntó a Thayer con tono perentorio, pero él no se molestó en contestarle y salió de la habitación a toda prisa, con Roger pisándole los talones.
Un momento después, los dos amigos entraron en la habitación que Thayer y Gytha habían compartido durante su estancia en la corte, y vieron las evidencias de la precipitada marcha de ella.
—?Me dijiste que esperara hasta la ma?ana! —rugió Thayer—. ?Me dijiste que la dejara sola por un rato!
—Nunca pensé que Gytha te abandonaría —murmuró Roger.
—Pues bien: es evidente que lo ha hecho. ?Qué es esto? —tomó un pedazo de pergamino que estaba sobre la cama y se desplomó en ella mientras leía.
Marido:
He decidido regresar a Riverfall. Bek está conmigo, al igual que los hombres de mi padre, que se encargarán de protegerme.
No necesitas apresurarte para volver a casa.
Gytha
Thayer le pasó la nota a Roger, que hizo una mueca mientras la leía. Era fría y escueta. Thayer se preguntó hasta qué punto sería profunda esa frialdad. Sabía que ella se había dado cuenta de la persecución a la cual lo había sometido lady Elizabeth, que nunca se preocupaba por disimular. Sin embargo, Gytha lo había dejado a merced de las trampas de Elizabeth sin pensárselo dos veces. Ese hecho era mucho más elocuente que su lacónica nota. Su esposa estaba huyendo de él y le daba la espalda sin ningún miramiento.
—Tengo que ir a buscarla.
—No puedes irte, Thayer, hasta que el rey te dé el permiso para hacerlo.
—Pero eso puede significar semanas de retraso. Puede suponer la desgracia para el resto de mi vida.
—Gytha sabe que no puedes irte sencillamente de aquí, como si nada. Si la estancia se prolonga demasiado tiempo, habla con el rey, dile que tienes un problema personal que necesita de tu atención inmediata. Al menos Gytha se ha ido a Riverfall y no a la casa de su padre.
—Sí, sin embargo, en su mensaje queda claro que mi presencia en Riverfall no será bienvenida.
—Todavía estaba dolida cuando escribió esa nota, Thayer —Roger suspiró—. Tal vez esto sea lo mejor. El tiempo sanará las heridas y mitigará el dolor.
Thayer no estaba seguro de que fuera atinado lo que decía su amigo, pero tenía razón al pensar que por el momento no podía hacer nada.
—El tiempo también me permitirá encontrar a ese gusano que se me escabulló anoche.