La bella de la bestia

—Es un pecado de lo más común. El objetivo del matrimonio es procrear herederos legítimos, nada más —Dennis apoyó una mano contra el árbol, a la altura de la cabeza de Gytha, y se le acercó aún más.

—El matrimonio es la unión santificada por Dios de un hombre y una mujer —se preguntó con tristeza por qué a la gente le costaba tanto trabajo entender eso.

—Para que los hijos sean legítimos y puedan heredar sin ninguna dificultad —apoyó la otra mano contra el árbol, al otro lado de la cabeza de Gytha, arrinconándola—. Todo el mundo entiende eso.

—Nadie entiende nada.

—Vamos, preciosa, déjame aliviar el dolor que alberga tu corazón —y levantándole la barbilla con la mano, la besó.

Gytha tardó unos instantes en sobreponerse a la sorpresa. Después, le dio un fuerte bofetón a Dennis. Puso cada gramo de furia que le recorría el cuerpo en el golpe, y el sonido de su mano entrando en contacto con la mejilla de Dennis rompió el silencio del jardín. El joven se tambaleó ligeramente, echándose hacia atrás. Sólo con ver la expresión de sus ojos, Gytha se dio cuenta de que había cometido un terrible error. Hubiera sido más inteligente huir con rapidez. Estaba claro que Dennis se había tomado el violento rechazo como un insulto. La furia lo hizo entornar los ojos y crispó las bellas facciones de su rostro. Gytha no pudo reprimir del todo un grito de pánico cuando él la tomó con fuerza entre sus brazos y la empujó contra el árbol.

—Maldita mujer. Tu marido está revolcándose con otra, y sin embargo te empe?as en hacerte la monja.

Gytha luchó por escapar de los bruscos y febriles besos que Dennis estaba dándole en la cara y el cuello. La acosaba con tal fuerza que se quedaba sin aliento.

—No voy a cometer un pecado para pagarle con la misma moneda. ?Déjame ir! Hay otras muchas mujeres que querrán estar contigo, ?yo no!

—Haré que me supliques que te haga el amor, mi peque?a monja.

Cuando Dennis la tiró al suelo, Gytha quedó un poco atontada y perdió el aliento por la fuerza de la caída, entonces empezó a luchar para respirar normalmente, pero cuando tuvo suficiente aliento para gritar, era demasiado tarde. Dennis le cubrió la boca con la suya y se la mantuvo cerrada con sus besos brutales y con la mano. Trató de morderlo, pero él le dio un golpe en un lado de la cabeza, lo que hizo que se sintiera mareada. El aturdimiento no impidió que intentara pensar en otra manera de librarse del hombre.

Dennis la mantuvo contra el suelo mientras trataba de quitarle el vestido. Gytha aprovechó una distracción de Dennis para poner una pierna entre las de él. Sus hermanos le habían hablado de la vulnerabilidad de los genitales masculinos, pues pensaron que era información que podría serle útil en alguna ocasión. Entonces se concentró en recordar todo lo que le habían ense?ado mientras luchaba por liberarse de los brazos de Dennis, que la tenía aprisionada contra el suelo. Sintió que casi había tenido éxito cuando por el rabillo del ojo vio a Thayer, que se acercaba con lady Elizabeth y Roger.

Thayer había sofocado una carcajada por la evidente vigilancia a que le estaba sometiendo Roger y por las miradas que había intercambiado su amigo con Elizabeth. También se dio cuenta de que lo divertía la vana estrategia de la mujer para seducirlo. Desde el momento en que le había dicho que se sentía desfallecer, él supo que era mentira, pero sintió curiosidad por saber a qué estaba jugando Elizabeth.

Thayer no sentía ya nada por la mujer que fuera su amante. Al fin estaba totalmente libre de su influencia destructiva. Se dio cuenta de que Gytha había invadido cada rincón de su ser y de que no quedaba nada dentro de él de la antigua fascinación que había sentido por Elizabeth. Tuvo que admitir que su esposa había logrado que volviera a sentirse seguro de sí mismo. Ya no tenía ninguna debilidad, Elizabeth no podía manipularlo. Le pareció que la mujer era divertida, un poco irritante, tal vez, pero nada más.

El placer embriagador que todos esos descubrimientos le produjeron se desvaneció dolorosamente cuando, al doblar la esquina, siguiendo un camino poco transitado, se encontraron de sopetón con Gytha tumbada en el suelo boca arriba, con un apuesto y joven cortesano encima de ella. Su hermoso cabello estaba suelto y se extendía a los lados de su cabeza, y sus finos ropajes estaban reveladoramente subidos. Thayer se paró en seco, estupefacto ante lo que veía.