La bella de la bestia

—Estás muy bella, esposa —Thayer caminó hasta colocarse detrás de Gytha—. No hay necesidad de que arrugues tanto la frente.

—Sí —hizo una ligera mueca y luego se volvió para mirar de frente a su marido.

Thayer le dio un beso, la ayudó a ponerse de pie y la cogió del brazo.

—No debes inquietarte tanto.

—No estoy acostumbrada a tener compa?ía tan elegante y tan constante —murmuró Gytha mientras caminaban fuera de su habitación, hacia el salón principal—. Nunca había tenido que hacer tal despliegue de buenas maneras durante tanto tiempo —sonrió cuando vio que Thayer se reía.

—Esto no va a durar mucho más tiempo. Pronto estarán claros los planes que el rey tiene para mí, y entonces te enviaré de regreso a Riverfall, si así lo quieres. Yo haré lo que me mande el rey y después volveré junto a ti —sonrió mirándola a la cara—. La vida cortesana también pone a prueba mi carácter. Aquí todo son disimulos, subterfugios, traiciones y pereza.

—Claro —Gytha frunció el ce?o de nuevo—. Pensé que querías que me quedara aquí —las sospechas aparecieron de pronto dentro de su cabeza, y trató con todas sus fuerzas de hacer caso omiso de ellas—. Dijiste que era más seguro.

—Y así es. Sin embargo, no me gusta verte intranquila e infeliz. Sé que hay pocas cosas en la corte que te interesen.

—Es cierto. A veces, muchas veces, de hecho, me sorprendo a mí misma observando a los juglares, mientras en realidad pienso en todo lo que podría estar haciendo en Riverfall.

Thayer se rió suavemente y asintió con la cabeza.

—Mis pensamientos también vagan a veces. He descubierto que me gusta ser un se?or feudal; hay muchísimo más que hacer de lo que nunca me imaginé. Sí, y en Riverfall los galeses crean suficientes problemas como para evitar que me aburra y sienta nostalgia del campo de batalla.

—Me gusta lo que dices —contestó ella arrastrando las palabras y mirándolo risue?amente.

En ese preciso momento llegaron al salón principal, y eso evitó que Thayer besara apasionadamente los traviesos labios de su mujer.

Los temores renacieron en el interior del hombre. Lo embargaron al ver cómo miraban a Gytha los caballeros presentes. Casi todos la deseaban, codiciaban su belleza. Todos eran muchísimo más guapos y locuaces que él. Thayer sintió unas ganas locas de sacarla de allí para mantenerla alejada de todas las tentaciones que la rodeaban.

Gytha, por su parte, suspiró mientras miraba a su alrededor. Otra vez las odiosas miradas. Al parecer, nada de lo que hiciera servía para que cesaran. Y no sólo la hacían sentirse incómoda, sino también furiosa, y a pesar de que la tenían sin cuidado los halagos y la coquetería de los jóvenes cortesanos, éstos se empe?aban en abrumarla con sus atenciones. Empezó a pensar que tal vez su aire indiferente era lo que los estimulaba, pero no sabía cuál debía ser su modo de reaccionar ante sus pretensiones.

Sus pensamientos cambiaron de rumbo cuando vio que lady Elizabeth se les acercaba sigilosamente. Notó que Thayer se iba poniendo tenso a medida que la mujer se aproximaba. Lo que más preocupaba a Gytha era la causa de esa tensión. Procuró recordarse de inmediato que Thayer había dormido en su cama todas las noches que llevaban en la corte. La abrazaba constantemente, haciéndola sentirse protegida y caliente, incluso cuando no hacían el amor. Con seguridad, un hombre cuyo corazón estuviera en otra parte no se comportaría de esa manera. ?Acaso un caballero que está considerando la posibilidad de cometer adulterio abrazaría tan cari?osamente a su esposa durante la noche? Gytha quería creer que no, pero la incertidumbre hacía tambalearse su confianza. Sin embargo, tales consideraciones la ayudaron a la hora de responder fríamente cuando lady Elizabeth le ronroneó a Thayer que tenía que escoltarlo hasta donde estaba el rey.

?Como si no pudiera encontrar al rey por sí mismo?, pensó Gytha, enfadada, mientras buscaba un lugar tranquilo donde esperar a que su marido regresara. Para su desconsuelo, lady Elizabeth se apresuró a situarse a su lado nuevamente. Gytha supo que ésa iba a ser la confrontación que había temido tanto tiempo. Suspiró para sus adentros con resignación y rezó para que Thayer volviera cuanto antes.

—Te sientes bastante segura, ?no es cierto, lady Gytha?

—?Y por qué no habría de estarlo, mi se?ora?

—Tiempo atrás, Thayer me amó.

—Te amó, en un tiempo pasado —la risa confiada de lady Elizabeth dio a Gytha ganas de darle un bofetón.

—Me amará de nuevo. ?Acaso no te has dado cuenta de cómo se suaviza cuando está a mi lado? Si quisiera, podría alejarlo ahora mismo de tu lado con facilidad.

Justamente eso era lo que Gytha más temía, pero se esforzó por parecer despreocupada.

—?Con qué propósito? Sé que estás buscando un marido, pero Thayer ya está casado.