La bella de la bestia

—Gytha, no puedo creer que Thayer quiera volver con Elizabeth, una mujer que lo ha tratado tan mal, y menos teniendo en cuenta que ahora te tiene a ti. él no parece ser tan estúpido.

—Los hombres pueden ser increíblemente estúpidos cuando se trata de mujeres, y ambas sabemos eso. Elizabeth no es solamente un viejo amor, recuerda que también es la madre de su hijo. Eso tiene que crear algún tipo de vínculo. Sé que lo que quieres es aplacar mis temores, pero creo que sería más inteligente por mi parte conservar algunos. De esa manera me mantendré alerta ante posibles problemas.

—Sí, puede que tengas razón. ?Bek te ha dicho algo sobre su madre? Probablemente sabe que ella estará en la corte.

—Claro que lo sabe, aunque no comenta casi nada sobre ello, y yo no he querido presionarlo para que lo haga. Creo que es algo que debe contarme por propia voluntad. En todo caso, no parece disgustarle ir a la corte. Aunque tampoco se le ve demasiado contento o emocionado. A lo mejor tiene sentimientos encontrados, y no sabe a qué carta quedarse. No es más que un ni?o, y probablemente esté confuso —Gytha se encogió de hombros—. Si lady Elizabeth le causa dolor o angustia a propósito, no tendré más remedio que intervenir. De lo contrario, creo que es mejor que me mantenga al margen.

Cuando Margaret se limitó a asentir con la cabeza por toda respuesta, Gytha se dio cuenta de que su prima estaba cansada. Entonces le dedicó una dulce sonrisa y salió de la habitación para dejarla descansar. Frenó el impulso que la embargó de buscar a Thayer para preguntarle si habían urdido otros planes en contra de Pickney, y se dirigió a su habitación para cerciorarse de que habían metido en los baúles todo lo que iba a necesitar durante su temporada en la corte. Si había algo que ella pudiera hacer para luchar contra Pickney, pensó, con seguridad Thayer se lo haría saber. Después de maldecir furiosamente a Pickney, volcó sus pensamientos en el viaje que los llevaría a la corte del rey.

—Otros seis hombres muertos —Robert miró nerviosamente a su tío, que, con el ce?o fruncido, estaba sentado a su lado en la rústica mesa—. Pienso que esta campa?a tuya está saliendo demasiado cara.

—Nadie te ha pedido que pienses —Charles Pickney miró a su alrededor. No le gustaba la caba?a que habían ocupado como escondite—. ?Quieres vivir así toda la vida?

—Deberíamos hacer las paces con mi primo; así, al menos podríamos regresar a la Casa Saitun.

—?Es que acaso careces de cerebro? ?Has perdido el juicio? Hemos pasado meses tratando de matar a Thayer. ?Realmente crees que lo olvidará, dejará las rencillas a un lado y nos acogerá bajo el techo de su hogar como si fuéramos amigos? Lo que va a hacer es separarnos la cabeza del cuello, si llega a tenernos al alcance de su espada.

—Pues no podremos tocarlo mientras esté en la corte. Ya es difícil conseguir más hombres que quieran intentar asesinarlo en circunstancias normales. El número de muertos va en aumento, y nuestro dinero, en descenso. Nunca debimos empezar esta guerra —Robert chilló cuando su tío le cruzó la cara de un bofetón, rompiéndole el labio.

—?Deja tus lloriqueos! Todavía no hemos perdido.

Robert abrió la boca para empezar a discutir, pero se lo pensó mejor y desistió. Con cada fracaso, su tío se volvía más despiadado. Cada vez tenía accesos de ira más frecuentes, y cada vez eran más violentos. Incluso cuando Robert no discutía, podía sufrir las consecuencias de tales arrebatos. Empezaba a pensar que había unido su destino al de un loco peligroso.

Maldijo para sus adentros y odió su carácter débil, que lo mantenía atado al hermano de su madre y lo obligaba a ser partícipe de intrigas en las cuales no quería tomar parte. A pesar de que siempre había sentido celos de William y Thayer, nunca les había deseado mal alguno.

No quería que Gytha saliera lastimada en modo alguno, y desde hacía tiempo sospechaba que su tío tenía planes para ella, y no eran precisamente casarla con él. Sentía asco de sí mismo porque ni siquiera esas sospechas le daban la fortaleza necesaria para oponerse a su tío.

—Thayer y su prostituta… —dijo Pickney.

—Gytha no es una prostituta —la afirmación le costó otro bofetón, pero Robert lo aceptó en silencio, sin intención de retirar sus palabras.

—Estarán ocupados en la corte, lo que puede beneficiarnos. Podremos tomar la Casa Saitun de nuevo.

—?Tomarla? ?Cómo podríamos hacer algo así? Eso es una operación militar en toda regla, requeriría muchos más hombres de los que tenemos.

—Entonces conseguiremos más hombres. En cuanto al mantenimiento del control del lugar, después de conquistado, nos bastará con una persona: la peque?a Gytha. Sí, ella será un escudo suficientemente poderoso para protegernos de cualquier ataque.