—Difícil de creer, ?verdad?
—A Pickney le ciega la avaricia, que no es una enfermedad tan poco frecuente como suele pensarse, aunque sea triste decirlo. Thayer tiene razón. Es difícil de entender cómo piensa hacer cuanto le dé la gana y creer que no sufrirá ningún castigo. Supongo que debe de estar un poco loco —Margaret empezó a toser.
Gytha suspiró mientras ayudaba a su prima a tomar un poco de hidromiel para que le aliviara la carraspera.
—En este momento preferiría que estuviera un poquito… muerto, y que Dios me perdone.
—Estoy segura de que te perdona —Margaret se hundió de nuevo entre los almohadones, mientras Gytha ponía sobre la mesa la copa de hidromiel y se sentaba de nuevo en el borde de la cama—. Ese hombre está tratando de asesinar a tu marido y, puede que, aunque sea de rebote, también a ti. Es una gran suerte que Thayer sea tan hábil con la espada.
—Sí, lo es, pero si Pickney sigue enviando grupos de varios hombres para atacarlo, puede que ni siquiera su gran pericia sea suficiente. Estoy muerta de miedo, pensando que algo le puede pasar a Thayer.
—Estás enamorada.
—Sí, así es.
—Es decir, que ya no estás confundida. Y creo que sé exactamente cuándo se desvaneció la confusión: cuando hirieron a tu marido.
—Se te pone tal cara de engreída, que debería decirte que no sólo por fastidiarte —las dos muchachas se rieron—. Sí, lo supe cuando lo vi herido. Tener una revelación puede ser de lo más incómodo —Gytha hizo una mueca y Margaret sonrió—. Me comporté como si Thayer estuviera mortalmente herido —frunció el ce?o al recordar cómo había reaccionado, y luego sacudió la cabeza—. Por lo menos pude atenderle bien, después de estar a punto de ahogarle con mis estúpidas lágrimas de imperdonable debilidad.
—?Qué respondió Thayer cuando le hablaste de tus sentimientos? —al ver la expresión evasiva del rostro de Gytha, Margaret suspiró—. ?Y por qué te empe?as en ocultarle lo que sientes al hombre que amas?
—Decidí guardármelo para mí durante un tiempo —murmuró Gytha. Después, al ver el escepticismo que asomaba a la cara de su prima, se levantó y empezó a caminar de un lado a otro de la habitación—. Cuando iba a decírselo, de pronto tuve la certeza de que Thayer no me corresponde… Simplemente, no quería oírlo de sus propios labios, hubiera sido demasiado para mí… Así que decidí evitarme ese dolor y no se lo dije… No puedes culparme por ello, soy humana, no me gusta sufrir innecesariamente.
—No te culpo, aunque creo que estás equivocada. En fin, debes tener cuidado. No permitas que ese temor eche raíces demasiado hondas porque puede paralizarte la lengua cuando llegue el momento de hablar.
—Ya lo sé, pero no te preocupes, pues mi cautela no pasará la frontera de la estupidez. Además, también está el asunto de Elizabeth.
—?Qué tiene que ver Elizabeth con que decidas contarle tus auténticos sentimientos a tu marido?
Gytha se detuvo a los pies de la cama de Margaret y la miró fijamente.
—Tiene mucho que ver. Estoy pensando en hablar con él… en decírselo, antes de que nos vayamos a la corte, antes de que tenga que enfrentarse a esa mujer de nuevo.
—Parece un buen momento, desde luego, porque podría darle fuerzas, si es que las necesita, para olvidarla.
—Es lo que yo pienso. Decírselo podría ayudarlo a mantenerse a mi lado, sin que importen los juegos de seducción que esa mujer pueda desplegar para enredarlo. Pero, por otra parte, dudo… No quiero equivocarme, porque, vamos a ver, ?por qué iba a quedarse conmigo? ?Porque siente lo mismo que yo, o por lo menos algo parecido? ?Obligado, tal vez, por un sentimiento de culpa? ?Por puro sentido del deber? —Gytha asintió con la cabeza cuando Margaret hizo una mueca—. ?Y qué pasaría si, aunque yo le confesara lo que siento por él, decidiera irse, de todas formas, detrás de ella? Entonces me quedaría sin recurso alguno, con el corazón desnudo y el alma sangrando. Incluso podría ser que Thayer se lo dijera a lady Elizabeth.
—O sea, que te frena el orgullo.
—Sí, el orgullo. No es el más noble de los sentimientos, pero todos lo tenemos en mayor o menor cantidad. Y esta vez el orgullo me dice que debo esperar. Decirle a Thayer que lo amo no tiene por qué resultarme necesariamente provechoso. Guardar silencio puede ahorrarme un dolor adicional. No decirle nada puede darme al menos la oportunidad de mantener algo de mi dignidad frente a la derrota. Llegado el caso, me permitirá fingir que no me importa y Thayer nunca sabría si eso es cierto o no.