La bella de la bestia

—?Los cuarenta días enteros? No me dijiste que se estuviera fraguando una guerra.

—Pues la verdad es que la guerra no ha sido declarada; lo que el rey combate son ladrones y rebeldes. Quiere poner fin al pillaje continuo que asóla la región. Pero apresar a tales personajes requiere tiempo. Ningún bandido sale a la luz caballerosamente, dispuesto a pelear en campo abierto, sino que todos se escabullen entre las colinas y los bosques, dan un golpe y después desaparecen de nuevo entre las sombras.

—?Realmente crees que el rey podrá poner fin a esos problemas?

—No, pero dice que está decidido a hacerlo. Una ofensiva continua y fuerte calmará las cosas durante un tiempo. El rey pensará que ha obtenido la victoria y volverá al sur. Pero una vez se haya ido, los problemas empezarán de nuevo.

—Qué perspectiva tan poco alentadora.

—Nosotros somos los extranjeros aquí —le contestó Thayer, encogiéndose de hombros—; somos los que hemos conquistado la tierra con la fuerza de la espada. Mantener sumisos a los conquistados nunca es fácil —sonrió débilmente—. A los galeses no les gusta ver a los ingleses apoderarse ilegalmente de sus tierras. Por mi parte, sólo puedo respetarlos por ello. Yo preferiría que cediéramos; pero, por ahora, el rey quiere hacer una demostración de su fuerza, y yo, por mi honor, estoy obligado a obedecerlo.

Gytha asintió con la cabeza, luego se dio la vuelta para servir a su marido la bebida y la comida que había llevado la doncella. Justo cuando estaba a punto de retomar el tema del servicio al rey, llegaron Roger y Merlion. Puesto que habían estado buscando a los mercenarios de Robert, el interés de Gytha se concentró de inmediato en los dos hombres. Después de hacer que les sirvieran bebida y comida también a ellos, esperó con impaciencia a que empezaran a dar su informe a Thayer.

En cierto sentido, la joven no podía evitar sentir cierta pena por Robert. Era un hombre débil a quien controlaba su tío, Charles Pickney. Probablemente, éste presionaba a Robert, que se había visto arrastrado a participar en muchas intrigas aunque no sacaría nada de provecho de ninguno de los éxitos que pudieran obtener. Esta vez, sin embargo, el tío de Robert estaba poniéndolo al borde del abismo. Al amenazar la vida de Thayer, había firmado tanto su sentencia de muerte como la de su sobrino. Una parte de ella quería que Charles muriera primero, para que Robert pudiera arrepentirse. Su único crimen real era ser un hombre falto de carácter, y quería de todo corazón ahorrarle a su marido el dolor de tener que matar a su propia familia.

—Encontramos a los otros tres hombres —anunció Roger después de unos pocos minutos.

—?Y qué pasó? —Thayer le hizo una se?a a un paje para que llenara de nuevo la copa de los hombres.

—Les dimos a elegir, como quien dice, y escogieron pelear contra nosotros. Sin embargo, logramos sonsacarles algo de información sobre los planes de Pickney antes de que murieran.

Cuando Roger hizo una pausa para comer, Merlion tomó la palabra.

—Te quiere muerto.

—Eso ya lo habíamos adivinado —respondió Thayer arrastrando las palabras.

—Algo de lo que dijeron los hombres nos hizo pensar que Pickney tuvo que ver con la muerte de William —a?adió Merlion tras sonreír brevemente—. Y que ha estado buscando la tuya desde mucho antes de lo que nos habíamos imaginado.

—Eso también lo había pensado. Echando la vista atrás, puedo recordar algunos sucesos que podrían catalogarse como intentos de homicidio, en lugar de accidentes o simples peleas, que es lo que en su día me parecieron.

—Sí —concordó Roger—. Algunos incidentes no fueron, en realidad, lo que parecían.

—?Esto quiere decir —la sorpresa de Gytha hizo que su voz sonara débil— que Charles Pickney ha estado intrigando para lograr que Robert fuera el se?or de la Casa Saitun desde el principio? ?Que no se le ocurrió el plan sólo porque Robert estuvo cerca de conseguirlo con la boda, pero perdió la oportunidad en el último minuto?

—Así es —contestó Thayer, y se encogió de hombros—. Aunque no podemos estar seguros del todo. ?Pero realmente importa? De lo que sí tenemos certeza es de que ahora está decidido a asesinarme. Hacer conjeturas sobre crímenes pasados es una pérdida de tiempo.

—Sí, supongo que tienes razón. Sin embargo, si asesinó a William…

—Pagará por ello.