La bella de la bestia

—Ya terminé de lavar —Bek se quedó de pie mirándola con atención, mientras ella retomaba la tarea de peinarse.

—Es un trabajo pesado, ?no es cierto? —Gytha pensó que cuando Bek alcanzara la edad adulta, volvería locas a todas las doncellas con sus hermosos ojos verdes.

—Muy pesado.

Gytha dejó el cepillo con el que se estaba peinando sobre el tocador y se dio la vuelta para mirar al muchacho de frente.

—No debes olvidar que hiciste que Janet tuviera que lavar tu ropa de cama dos veces en dos días.

—No lo olvidaré —Bek se miró los pies durante un momento. Luego levantó la vista y la fijó en los ojos de la joven—. Lo que hice estuvo mal.

—Ser capaz de reconocerlo es importante, es el primer paso para convertirte en el mejor caballero de toda Inglaterra —se sonrieron uno al otro y luego Gytha se puso seria de nuevo—. Esta época no es como la de mi padre. Por aquel entonces, tratar bien a la gente también era lo correcto, por supuesto, pero hoy día, después de que la peste haya matado a tantas personas, es incluso más importante. Tenemos suerte de poder contar con suficiente personal, aquí en Riverfall, para atender todas las labores domésticas —frunció el ce?o—. Aunque tal vez no estoy explicando bien este asunto. No quiero que pienses que debes ser considerado sólo para que la gente siga trabajando.

—Ya lo sé. Debo hacerlo porque es lo correcto. Fui desconsiderado con Janet al hacerla trabajar tanto, y ser desconsiderado no está bien. Pero estaba enfadado.

—Me di cuenta de ello. Todo el mundo se enfada, Bek. Por ejemplo, ya has visto a tu padre perder los estribos en varias ocasiones.

—Pero él nunca es desconsiderado ni trata mal a las personas.

—Por supuesto, y ésa es la característica de su personalidad que lo ha hecho merecedor de tanto respeto. Y tú, Bek, me acabas de demostrar que tienes la misma madera de tu padre —Gytha contuvo la sonrisa que pugnaba por escapársele al ver cómo al muchacho se le iluminaba el rostro y se le hinchaba el pecho, lleno de orgullo.

—Voy a ser un caballero tan respetado como papá.

—No tengo ninguna duda al respecto. Probablemente, también serás tan fuerte y grande como él —Gytha sonrió, esta vez sin poder contenerse, cuando Bek se enderezó para parecer más alto. Desde luego, tenía mucha estatura para su edad.

—?Realmente lo crees?

—Claro —le contestó arrastrando las palabras—. En todo caso, lo que sí es seguro es que vas a ser más alto que yo.

Bek se dio cuenta de que bromeaba, y rió de buena gana, lo cual alivió a la dama. El chico se sentó junto a ella en un peque?o banco, y eso encantó a Gytha. Tal vez la batalla con el muchacho rebelde ya había llegado a su fin.

Entonces Bek empezó a bombardearla con preguntas: ?Por qué tenía el pelo tan largo? ?Le gustaba tenerlo así de largo? ?Siempre se peinaba tanto? Sin vacilar, Gytha le respondió a todas las preguntas lo mejor que pudo. Y de repente se dio cuenta de que Bek había tenido muy poco contacto con mujeres. Sin lugar a dudas, en los campamentos había conocido a mujeres de las que siguen a los soldados, pero obviamente Thayer había mantenido a Bek lejos de ellas. También le pareció que era una buena se?al que el muchacho se interesara por ella. La preciosa oportunidad de conocer mejor al hijo de Thayer la hizo olvidar por un rato el enigmático encuentro de su marido con el rey.

Thayer frunció el ce?o y dio un largo sorbo a su copa de cerveza mientras miraba sombríamente al mensajero del rey, que estaba sentado al final del vestíbulo junto a varios hombres armados. El rey se encontraba en los límites de Escocia, tratando de sofocar varios conatos de rebelión. Y para disgusto de Thayer, le llamaba para hacer ciertas consultas. Y probablemente, con la intención de que le auxiliase en cualquier batalla que pudiera entablarse. Todavía le debía al rey cuarenta días de servicio, y era obvio que éste estaba pidiendo que saldara la deuda.

—Vamos —le dijo Roger—, no hay motivo para que estés tan sombrío.

—Tengo mis propios problemas, que además necesitan solución urgente. Es un momento bastante inoportuno para que me pida nuestro rey que le ayude a solucionar los suyos.

—Tal vez no.

—?No? ?En qué estás pensando?

—Pues en que dudo que Robert y su tío se atrevan a atacarte mientras estés con la corte.

—Pero bien podrían aprovechar mi ausencia para atacar a Gytha.

—?No piensas llevarla contigo? —le preguntó frunciendo el ce?o—. ?No crees que sería más seguro que estuviera a tu lado?

Thayer suspiró y se pasó una mano por el pelo.

—?Tú crees que sería mejor? Sabes cómo es la corte del rey. Siempre es igual, sin que importe dónde se encuentre establecida.

—Ya entiendo. Elizabeth estará allí.

—También hay que considerar eso, aunque no era a ella a quien me refería. Me refiero a todos esos cortesanos, a esos lindos pavos reales bien vestidos que van de cama en cama.