De repente, vio otro jardín, en otro tiempo, en el cual todas sus ilusiones se rompieron en mil pedazos. Pero esta vez el dolor fue mucho peor. Esperó escuchar las risas burlonas, esperó el infierno del ridículo. Notó que Roger se adelantaba para intervenir, pero lo detuvo. Thayer quería ver lo imbécil que había sido. En este momento la verdad le iba a ser revelada y quería afrontarla como era debido. Esta vez no perseveraría en la estupidez y la humillación por culpa de una mujer.
Lentamente, la verdad que él imaginaba que le había sido revelada dio paso a la realidad, que indicaba que Gytha no estaba en esa situación por voluntad propia. Sus movimientos eran de lucha y resistencia, no arrebatos apasionados. Thayer había visto al principio algo que realmente no ocurría; había confundido el pasado con el presente.
Entonces los ojos de Gytha se encontraron con los de Thayer. él vio la súplica en ellos, pero su extrema confusión lo mantuvo inmóvil. Los ojos de la muchacha reflejaron conmoción y profundo dolor cuando su marido no acudió en su ayuda. Thayer supo al instante que ella había interpretado su vacilación como la peor de las traiciones, y sin embargo no se movió.
Gytha se quedó atónita cuando Thayer no hizo ni el más mínimo esfuerzo por ayudarla. Sencillamente, se quedó quieto, mirando, e incluso evitó que Roger fuera en su auxilio. Su marido, que había jurado por su honor que la protegería, la abandonaba a su suerte.
Una brisa fría que le acarició los muslos la sacó del estupor incrédulo que la había pasmado. Tendría que defenderse sola, y el tiempo jugaba en su contra. Más tarde lidiaría con el dolor adicional que Thayer le había causado con su indiferencia.
Entonces movió la pierna los pocos centímetros que le hacían falta y la ubicó exactamente en las partes nobles de Dennis. Puso toda la fuerza de la que era capaz en el movimiento y le clavó la rodilla justo en los genitales. El joven gritó, se dobló sobre sí mismo y soltó a Gytha. Tambaleándose, la joven se puso de pie y se apoyó en el árbol, para recuperar el aliento y restablecer el equilibrio.
Sin intentar esconder el dolor que le había causado la traición de Thayer, clavó la mirada en él, mientras jadeaba. Entonces, de repente, notó que enfermaba, que todo su organismo empezaba a fallar. Finalmente Thayer se acercó a ella, pero lo rechazó con la mano. Mientras caminaba deprisa hacia unos arbustos, vio a lady Elizabeth ayudando a un pálido Dennis a ponerse de pie, mientras Roger los vigilaba de cerca. La pareja intercambió algunas palabras airadas y después aprovecharon que ni Thayer ni Roger les estaban prestando atención para esfumarse. Gytha empezó a sospechar que gran parte de lo que había ocurrido había sido planeado, pero el malestar la impidió llevar más lejos esos pensamientos.
Gytha cayó de rodillas, y entonces vio a Thayer que venía a ayudarla.
—?No me toques! —alcanzó a decir de golpe antes de empezar a vomitar.
Thayer retrocedió, como si lo hubieran abofeteado.
Roger se arrodilló junto a Gytha. Entonces el marido sintió la necesidad de hacer algo, así que fue a humedecer un pa?uelo, que le había regalado Gytha y él había considerado un poco frívolo, en una peque?a fuente cercana. Volvió, se arrodilló al lado de su esposa y le pasó el pa?uelo por la cara. Frenéticamente, empezó a buscar una explicación que darle, pero sabiendo en el fondo que no podía decir gran cosa, pues su comportamiento era inexplicable.
Cuando se le pasó un poco el malestar de las náuseas, Gytha se dio cuenta de que era Thayer quien le pasaba con delicadeza el pa?uelo por la cara. Entonces, con un grito de furia, alejó la mano de su marido y se puso de pie, con esfuerzo, casi haciendo enfadarse a Roger, que estaba más que preocupado. Sumida aún en la confusión, se dio cuenta de que ahora Bek estaba con ellos y que no había rastro de Elizabeth y Dennis. Supo que todo eso significaba algo, pero estaba demasiado alterada, demasiado furiosa para pensar con claridad. Tenía toda la atención concentrada en la causa de la agonía que la carcomía por dentro.
—Te dije que no me tocaras —gritó a Thayer con furia.
—Gytha, déjame que te explique… —le contestó Thayer vacilante, pues no se le ocurría nada que decir.
—?Explicar? ?Explicar qué? ?Quieres decirme que careces de la astucia suficiente para ver la diferencia entre el amor y una violación? Pensé que estabas muy versado en los asuntos mundanos. O tal vez ésta sea una costumbre decadente de la corte, que se te olvidó contarme. ?Pero qué importa, en todo caso? ?Tú eres mi marido! —gritó, pero entonces luchó por controlar las frenéticas emociones que amenazaban con aplastarla.
—Gytha… —Thayer se le acercó de nuevo, pero sólo para que ella lo rechazara nuevamente.
—Mi marido —dijo en tono despectivo, pronunciando las palabras como si fueran un insulto—. Incluso aunque yo hubiera consentido, era tu obligación atravesar a ese hombre con tu espada —entonces lo miró, y de repente la respuesta a lo que había pasado se hizo más y más clara en su mente—. Pero, claro, veías lo que querías ver.