La bella de la bestia

Una sonrisa helada se dibujó en la cara de su adversario. Thayer se dio cuenta de que había notado su debilidad. Apretando los dientes para soportar el dolor, levantó la espada y repelió el golpe del arma enemiga. Se tambaleó en una retirada extra?a, tratando de evitar que la oscuridad de la inconsciencia se apoderase de él. Y en un intento de defensa que él sabía que era vano y hasta lastimero, levantó su daga para recibir el siguiente golpe de la espada de su atacante.

Pero en lugar de herirle, la espada fue detenida a mitad de camino por otro acero. Cuando Thayer vio a Roger, luchando fieramente y haciendo retroceder al adversario con su espada experta, pudo al fin rendirse a su debilidad. Cayó de rodillas, maldiciendo por lo bajo, mientras veía, entre tinieblas, cómo su amigo acababa con la vida del atacante. Se escucharon los últimos estertores de aquel hombre. Cuando cesaron, Thayer pudo escuchar el ruido de la batalla que llegaba a su fin. Los asaltantes supervivientes escapaban, en un intento desesperado de ponerse a salvo.

Roger se arrodilló junto a Thayer y le sonrió amistosamente, pero la expresión de sus ojos revelaba su preocupación.

—?Es grave?

—No, pero sangra bastante, y eso hace menguar mis fuerzas. ?Hemos vencido?

—Eso parece. Sin embargo, todavía no puedo decirte cuánto nos ha costado la victoria.

—Espero que no sea demasiado.

—Hemos pagado un precio bastante alto —dijo Merlion, deteniéndose junto a sus dos amigos—. Tenemos dos hombres muertos, uno que seguramente morirá a causa de las heridas que ha sufrido y cuatro heridos de gravedad que van a necesitar bastantes cuidados antes de poder levantar otra vez la espada —dirigió la mirada a la herida de Thayer—. ?Eres el quinto herido grave?

—No. Estoy débil, pero no es grave.

—Tu mujer se alegrará al escuchar eso, aunque puede que cuestione tu juicio —dijo Merlion mirando hacia la tienda.

Thayer también puso sus ojos en la cercana tienda, mientras Roger lo ayudaba a levantarse. En ese momento vieron salir de su refugio a Gytha, Margaret y Edna.

—Gytha es una mujer sensata.

Al notar que el ruido de la batalla se apagaba, Gytha decidió salir de la tienda. Miró a su alrededor. Una vez más, la alerta había llegado a tiempo de evitar que las consecuencias del ataque fueran todavía peores, aunque lo que vio fue suficiente para darse cuenta de que el precio de esta batalla había sido mayor que el de la anterior. Pero no pensó mucho en el asunto, pues su mayor preocupación era encontrar a Thayer. Cuando finalmente lo vio, soltó un grito ahogado. Su esposo estaba cubierto de sangre y necesitaba la ayuda de Roger para caminar. Gytha se levantó un poco la falda y corrió hacia él, con Margaret y Edna pisándole los talones. No detuvo su frenética carrera hasta llegar junto a él y agarrar la túnica desgarrada y ensangrentada de su marido.

—?Estás herido! —dijo con voz desgarrada.

—No es más que un rasgu?o.

—??Un rasgu?o?! ?Estás chorreando sangre!

—No toda la sangre es mía —preocupado por la palidez del rostro de Gytha, Thayer trató de tranquilizarla—. Ganamos la batalla, y ya se acabó. No hay nada más que temer.

—?Nada más que temer? ?Estás de pie frente a mí, sangrando como si fueras un cerdo recién sacrificado, y me dices que no debo tener miedo? —Gytha luchó por recuperar el control de sí misma, por consolarse con la fortaleza que notaba en la voz de su marido, olvidando su lamentable aspecto—. Roger, Merlion, llevadlo a la tienda. Agua… Necesito agua. Y vendas —murmuró distraídamente, y corrió de vuelta a la tienda para prepararlo todo.

Margaret sujetó a Edna por el brazo para evitar que siguiera a Gytha, y luego miró a los tres hombres.

—Mi se?or, si es verdad que tu herida no es de vida o muerte —le dijo a Thayer—, tal vez Edna y yo podamos ayudar a los otros hombres que necesitan atención.

—Por supuesto que podéis —contestó Thayer—. Merlion, Roger puede ayudarme a llegar a la tienda. Tú lleva a las mujeres con los heridos.

Una vez que la orden fue obedecida, Roger ayudó a Thayer a llegar a la tienda.

—?Qué preocupa a Gytha? —preguntó Thayer a su amigo—. No se comportó así después de la otra batalla, a pesar de que corrió un gran peligro ella misma.

—En esa batalla no hirieron a su marido.

—Tal vez lo que ocurre es que ya son demasiadas batallas para ella. Puede que tema verse sumida en luchas sangrientas constantemente.

Roger suspiró con exasperación mal disimulada.

—Claro. Vale cualquier explicación, menos la angustia que le produce verte lleno de sangre.