La bella de la bestia

—?Es bueno, entonces? —Margaret usó un tono suave, que denotaba la vergüenza y el interés que sentía al hablar de sexo.

—Sí, y probablemente por eso mismo no nos cuentan nada —ambas sonrieron con complicidad—. Con Thayer es tan maravilloso, que a veces pienso que eso significa que lo amo. Claro que sí. ?Cómo podría ser de otra manera? Sin embargo, entonces recuerdo que para él también es bueno, ?y quiere eso decir que me ama? —sacudió la cabeza—. Pues la verdad es que creo que no. La pasión de un hombre no tiene por qué surgir del corazón. Tal vez tampoco la de la mujer.

—Y tal conclusión cierra completamente el circuló, nos lleva de vuelta a la incertidumbre.

—Sí. Sé muy poco sobre la pasión amorosa. ?Qué puede o no puede significar? ?Cuál puede llegar a ser su intensidad, su profundidad? Sin embargo, tengo la sensación de que este matrimonio es acertado, feliz. Ni la duda ni la confusión pueden cambiar esa impresión. Lo cierto es que me siento muy contenta de ir haciendo progresos, lentos pero constantes, con Thayer.

—La verdad es que no puedes hacer otra cosa.

Gytha asintió con la cabeza.

—Para ti es más fácil, pues no consumas la relación, y la pasión no te nubla los pensamientos. El deseo no esconde lo que sientes —sonrió a su prima—, pero creo que está presente —se rió suavemente cuando Margaret se sonrojó—. Eso pienso. De momento, aunque Roger te corteje y coquetee contigo y despliegue todos los juegos propios de los amantes, la realidad es que él no es tu amante.

La joven miró a su prima, y al ver que no acababa de entenderla, prosiguió.

—Thayer era un extra?o para mí y yo una extra?a para él. Y de repente, nos encontramos con que éramos marido y mujer. Así son las cosas, dicen, pero empiezo a pensar que está mal que sean así. No conozco realmente al hombre que me abraza por las noches, y tenemos tantas obligaciones que atender durante el día que me pregunto a menudo cuándo vamos a tener tiempo para conocernos. Por la noche hablamos un poco en la oscuridad, mientras nos abrazamos, pero con frecuencia la pasión que arde entre nosotros hace que las charlas sean cortas, así que en verdad ha sido poco lo que hemos aprendido uno del otro. A veces temo que el fuego carnal se apague y entonces lo único que me quedará será un marido que es un extra?o para mí. Tal vez conoceremos el cuerpo del otro y tal vez compartamos un hijo, pero no conoceremos al otro de verdad.

—Ay, no, Gytha —Margaret tomó a su prima del brazo brevemente, en un gesto de consuelo, y después trató, infructuosamente, de limpiarle la mancha de tierra que su mano le había dejado en la manga—. No creo que vaya a pasar eso. Pienso, más bien, que, si reflexionas un poco más, te darás cuenta de que sabes un montón de cosas sobre Thayer. Es cierto que no conoces sus más profundos sentimientos, sus miedos, sus anhelos o todo lo que ha vivido en el pasado; sin embargo, sabes mucho. Y ese conocimiento se irá ampliando a medida que viváis y trabajéis juntos, porque vosotros habláis de verdad, con el corazón en la mano. Eso es algo que se ve.

Gytha reflexionó unos instantes sobre las palabras de Margaret, después asintió con la cabeza.

—Tienes razón, Margaret. Nos hablamos de verdad, no nos quedamos en la mera conversación bien educada, o las cortesías fútiles. El conocimiento que busco sobre Thayer está en el fondo de esas conversaciones que tenemos. Necesito saber, necesito pensar con mayor detenimiento en lo que decimos y hacemos, y en lo que ya he visto. Voy a tomarme el tiempo para pensar sobre lo que en realidad sé, sobre lo que puedo ya estar segura. Tal vez el resto venga más fácilmente. Por lo menos así podré hacerme una idea de lo que todavía necesito descubrir.

La conversación terminó con la llegada de un hombre que les llevaba el estiércol que Gytha había solicitado. Pero la joven se prometió que no olvidaría lo que Margaret y ella habían hablado. Pensó que valía la pena escribirlo, para que no se le olvidara. También se prometió que reflexionaría con cuidado sobre todo lo que había y no había aprendido sobre Thayer y sobre lo que pensaba, o intuía, que necesitaba saber.

No encontró tiempo para cumplir su propósito de meditar con detenimiento hasta el momento en que ya estaba lista para meterse en la cama. Justo después de que Edna saliera de la habitación, Gytha se acomodó entre las sábanas y se dispuso a aprovechar los minutos de soledad antes de que llegara Thayer. Se echó sobre la espalda y cruzó los brazos detrás de la cabeza. Primero, pensó, consideraría lo obvio, todo lo que tenía frente a sus ojos y de lo cual estaba segura.