La bella de la bestia

La muchacha hizo una pausa, tomó aliento y siguió.

—Thayer es mi marido, así que tengo que tolerar su desconfianza. Pero Roger no tiene por qué aguantar la tuya. él es libre de mirar hacia donde quiera, de buscar a alguien que no mida cada una de sus palabras o sopese cada uno de sus actos para saber si es sincero.

—Tienes razón —dijo Margaret, asintiendo con la cabeza—. Espero ser capaz de seguir tus consejos y tener el suficiente valor para asumir el riesgo del que hablas.

Volvieron a centrar toda su atención en la tarea de poner algún orden en el jardín, guardando silencio de nuevo. El sol de la tarde calentaba suavemente la espalda de Gytha. De repente, notó que desaparecía la templada sensación. Un instante después tuvo la certeza de que alguien la miraba… detenidamente.

—Ay, Dios, parece que se ha nublado —Margaret se estremeció ligeramente y levantó los ojos al firmamento; frunció el ce?o cuando vio que el cielo estaba despejado.

Gytha miró sobre su hombro y murmuró:

—Es una nube enorme y bastante rojiza —sonrió a su marido, que estaba frunciendo el ce?o—. ?Algo va mal, Thayer?

—Creí que habíamos acordado que no ibas a trabajar demasiado.

A Thayer le costó trabajo mantener su expresión severa. Gytha estaba cubierta de tierra de la cabeza a los pies, y parecía más un topo que la se?ora de la casa. Se enterneció extra?amente al verla así.

—Es el único trabajo que me he propuesto hacer hoy.

—Pero parece una tarea difícil.

—Es cierto, pero, como puedes ver, no estoy trabajando sola.

—?Seguro que es lo único que vas a hacer?

—Sí. Esto, y procurar que haya suficiente comida para todos los hombres al final del día. No es tanto, Thayer, de verdad. Además, disfruto haciéndolo.

—Pues ten cuidado de no disfrutarlo tan profundamente que caigas en el estado de cansancio en que estabas anoche.

—Te lo prometo. Una cosa, Thayer —lo llamó cuando empezaba a alejarse—. ?Podrías, por favor, hacer que alguien nos traiga una carretilla con estiércol?

—?Estiércol? —se detuvo para mirar a su mujer con asombro—. ?Para qué quieres estiércol?

—Para esparcirlo en el jardín. Estas pobres plantas marchitas tienen gran necesidad de los nutrientes del estiércol.

—Esparcir estiércol… Ummm… Creo que voy a mandar a alguien que lo haga por ti —le contestó en tono autoritario, y continuó su retirada.

Gytha no tuvo más remedio que admirar los andares de Thayer mientras se alejaba. Desde luego, era un placer verlo, pensó. Tenía la fortaleza y la gracia del más elegante de los sementales. La belleza de su cuerpo compensaba con creces la dureza de su rostro. Por el rabillo del ojo, vio que Margaret la observaba con extra?eza, y que tenía la cara intensamente sonrojada.

—?Pasa algo malo, Margaret?

—No, no… Me sorprende la forma en que lo miras, Gytha. Es una… cómo diría yo…, una mirada hambrienta. Sí, hambrienta es la palabra.

—Y lasciva, no hay duda. Pues lascivia es lo que siento cuando lo miro.

—?En serio?

—Sí, en serio. Ay, prima, sé que no es guapo de rostro, a pesar de que tiene unos ojos muy bonitos. Sin embargo, su forma corporal roza la perfección. De sobra sé que algunos dirán que es demasiado peludo o excesivamente pelirrojo para su gusto, pero Thayer tiene toda la fortaleza y la gracia de un caballo purasangre. Me di cuenta en el instante en que lo vi. Por supuesto, ahora que además sé lo que pasa en la cama matrimonial… —Gytha se encogió de hombros mientras arrancaba una maleza y la echaba a un lado—. En fin, ya sabes lo que quiero decir, que Thayer también es buen amante. Sí, sé que no tengo experiencia para compararlo con otros; sin embargo, me resulta imposible creer que alguien pueda darme más placer que él por la noche —sonrió ligeramente, pero sin pudor—. O por la ma?ana, o por la tarde.

—?A cualquier hora? —le preguntó Margaret, asombrada, y se la quedó mirando fijamente, con la rama de maleza que había arrancado todavía balanceándose en su mano.

Gytha quitó a Margaret la rama de la mano y la echó al montón que estaban formando.

—Sí, a cualquier hora. A las jovencitas se les habla tan poco sobre este asunto… Yo esperaba que fuera una obligación tolerable, tal vez con un poco de dolor o a lo mejor un placer sencillo, que se derivara más que nada de saber que a Thayer le pareciera placentero. Pues bien, he descubierto que es mucho más que eso. Para nosotras también es mucho más de lo que se puede expresar con palabras.