La bella de la bestia

—John Black, mi se?or.

—?Quién te envió, John Black? —cuando el hombre vaciló, Thayer maldijo y empezó a vociferar—. Si no me lo dices, voy a desollarte vivo, poco a poco.

—Estábamos al servicio de su primo, mi se?or.

—?Robert Saitun?

—Sí, aunque fue su tío quien nos dio la orden de prepararles una emboscada.

Thayer cogió al hombre por las solapas de su acolchado jubón y bramó.

—Vas a volver junto a mi querido primo Robert y el perro taimado que tiene por tío, y les aconsejarás que desaparezcan de mi vista. No tengo valor para matar a mi propia familia, pero por Dios que lo tendré si llego a verlos o a olerlos cerca de mí —soltó al hombre con un violento empujón—. Cortadle tres dedos de la mano con la que usa la espada —ordenó a los hombres que estaban custodiando al prisionero—, después dejadlo marchar.

Se dirigió hacia los barriles de agua e hizo oídos sordos a las súplicas y a los gritos del prisionero cuando las órdenes se cumplieron implacablemente.

—?Cómo está la se?ora? —Bek se apresuró a llenar un balde con agua para su padre.

—Edna dice que no ha sido más que un golpe leve en la cabeza.

Roger sonrió al muchacho a modo de agradecimiento en el momento que el chico también le pasó a él un balde de agua.

—?Por qué has impuesto a ese gusano un castigo tan leve? —preguntó Roger a Thayer.

—No —Thayer suspiró mientras Bek le ayudaba a quitarse la camisa—. El tipo ese sólo estaba cumpliendo órdenes. Y se dio cuenta de su error al golpear a Gytha. Lo único que quería era que ella dejara de oponer resistencia. Me di cuenta de eso en cuanto se me pasó el arrebato de ira que me cegó al principio.

Con la ayuda de Bek, Roger también se desnudó de cintura para arriba.

—?Te parece acertada la decisión de advertir a Robert y al gusano de su tío?

—Quién sabe —contestó encogiéndose de hombros y empezando a lavarse—. Quiero pensar que no ha sido más que un ataque ciego y poco planeado. Robert quería a Gytha. Vi la expresión de sus ojos cuando anunciaron que el novio sería yo. Pero no puedo olvidar que él es mi única familia, además de Bek, aquí presente, así que no tengo muchas ganas de ensartarlo en mi espada. Ese tío suyo es quien está detrás de este ataque; lo sé. Quiere que Robert sea el único heredero y hará todo lo que esté en sus manos, sino más, para que se cumplan sus deseos. Por tanto, debemos estar alerta. No quiero que la próxima vez que cuenten la historia de mi muerte ésta sea cierta.

—Especialmente ahora que tienes buenas razones para vivir —murmuró Roger, echando un vistazo hacia la tienda de Thayer.

—Sí —respondió con un suspiro, mirando en la misma dirección que su amigo mientras se secaba.

—La se?ora fue la que vio al hombre entrar en la tienda —explicó Bek—. Y empujó a las otras dos mujeres fuera, para que se pusieran a salvo.

—Y así consiguió que la apresaran a ella —gru?ó Thayer.

—Cuando la reprendas, tal vez puedas hacerlo con delicadeza —sugirió el muchacho.

—?Por qué lo dices?

—Porque lo ha pasado muy mal, y seguro que la cabeza le dolerá un tiempo.

Después de mirar fijamente a su hijo, Thayer estalló en carcajadas.

—Un caballero nunca reprende ni grita a una dama.

Bek devolvió la sonrisa a su padre antes de hablar de nuevo con entusiasmo infantil.

—?Visteis cómo corrían?

—Sí. No eran muy temibles —contestó Roger.

—No me refería a los hombres, sir Roger, sino a las mujeres —sonrió cuando los dos hombres se rieron—. No sabía que las damas pudieran correr tan bien. Podrían ganar una carrera a muchos de los hombres… De hecho, yo creo que a casi todos.

—Sí, fueron veloces. Se me ocurre —dijo Thayer arrastrando las palabras— que tal vez podríamos hacerlas correr a modo de espectáculo, y ganarnos así unas monedas —estalló en carcajadas ante la expresión estupefacta de su hijo—. Estoy bromeando, muchacho. Anda, ve y tráenos algo de comer. Quiero cenar antes de ir a ver a Gytha. Acabo de ver a Edna llevando una bandeja con comida hacia la tienda, así que supongo que ya se habrá despertado del todo.

Bek se apresuró a obedecer y Thayer fue a realizar una tarea que tenía pendiente. Ayudó a amortajar a los dos hombres que habían muerto y pensó que los enterraría en el primer cementerio que encontraran en el camino. Lamentó mucho su pérdida, aunque se alegró de que no fueran de los más cercanos a él o de los que llevaban mucho tiempo a su lado. Después, fue a hablar brevemente con los heridos y comprobó que ninguno estaba realmente grave. Una vez cumplidas sus obligaciones, se sentó a cenar con Roger.

—Estás sumido en profundos pensamientos, amigo mío —murmuró Roger después de un largo silencio.

—Es la calma después de la tormenta —pudo ver la duda reflejada en la cara de Roger. Hizo una mueca.