—Puro cuento. ?Qué pasa si la madre de ese ni?o sigue viva? ?Y si se trata de una dama noble? Podrías encontrártela en alguna ocasión. ?Prefieres oír la verdad de boca de otras personas? Sí, puede ser que gentes malintencionadas tergiversen la historia y te la cuenten como no es y te envenenen el corazón. Es mejor que lo sepas y que sea él quien te lo cuente, mi se?ora, así no recibirás sorpresas después. Y… —Edna tomó aire profundamente—. Es mejor saber si es un amor del pasado o una relación contra la que todavía tendrás que luchar.
Gytha hizo una mueca. Le daba miedo sólo pensarlo.
—Todo lo que me has dicho es cierto, Edna. Pero necesito hacer acopio de todo mi valor para preguntarle sobre este asunto.
—Ven —Margaret dio a Gytha unas palmaditas en el brazo, en se?al de comprensión y compasión—. Podemos ir a recoger flores a la arboleda que está junto al campamento. Vi algunas dispersas en el bosquecillo. Con ellas podremos combatir el olor a caballos y a hombres sudados. Además, cualquier actividad puede distraerte. No debes pensar tanto en lo del ni?o pelirrojo.
Antes de que Gytha pusiera alguna objeción, Edna sacó de la tienda a las dos jóvenes. Los hombres prestaron poca atención a las mujeres mientras atravesaban el campamento. Caminaron despacio por el bosque circundante. Se mantenían lo suficientemente cerca del campamento como para escuchar el ruido de los hombres trabajando. A Gytha no tardó en hacerle mucho bien el silencio del bosque. Más serena, sonrió con agradecimiento a Margaret mientras recogían las flores.
Justo cuando se disponían a regresar al campamento, Gytha vio una flor silvestre particularmente bella y se inclinó para cortarla; al incorporarse se encontró cara a cara con un hombre bastante bien armado.
Por un instante, la sorpresa la paralizó. Después, miró a su alrededor y vio que otros hombres empezaban a salir de detrás de los árboles, montados a caballo. Se estaba fraguando un ataque. Gytha se agachó ágilmente cuando el hombre que estaba frente a ella trató de agarrarla. Logró esquivarlo.
—?Corre, Margaret! —gritó, y, evitando al hombre una segunda vez, empezó a correr hacia el campamento.
Margaret, confusa al principio, se hizo cargo enseguida de lo que ocurría, y también echó a correr hacia el campamento.
—?Avísales, Margaret! —gritó Gytha al ver que perdía la carrera con el hombre que maldecía iracundamente detrás de ella.
—?A las armas! ?A las armas!
Mientras Margaret gritaba, casi sin aliento, los hombres del bosque cabalgaron hacia el campamento. La muchacha rezaba para que sus gritos hubieran sido escuchados.
Thayer, en efecto, se puso en guardia al escuchar los desgarradores gritos de Margaret. No se le entendían las palabras, pero su significado era claro. Aunque sus hombres ya se precipitaban a por las armas, Thayer bramó órdenes como un loco. Vio a Edna, que, fuera de sí, corría hacia él.
—??Estaban solas en el bosque?!
—Sí —Edna retrocedió al ver la furia reflejada en el rostro del hombre—. Fueron a recoger flores.
Thayer corrió a zancadas hacia los árboles en cuanto vio que Margaret emergía de las oscuras profundidades del bosque.
—?Dónde está Gytha?
—Justo detrás de mí —le contestó, y siguió corriendo hacia la tienda, entendiendo fácilmente el autoritario gesto de Thayer.
El guerrero pelirrojo permaneció en los límites del bosque, luchando contra el miedo que empezaba a invadirle.
—?Gytha!
—?Aquí estoy, Thayer! —gritó la muchacha saliendo de los árboles.
Una sola mirada a la cara de su marido fue suficiente para ella. Se desvió ligeramente de él, que se?alaba hacia la tienda con actitud enormemente tensa. Gytha obedeció sin decir palabra. La furia del hombre era visible, casi material. Gytha hizo una mueca cuando escuchó los gritos de su perseguidor. Siguió corriendo sin detenerse. Edna yMargaret la esperaban en la tienda. Juntas observaron la batalla con una mezcla de fascinación y horror.
Gytha no parecía muy asustada. No creía que fueran a herir a su enorme y hábil marido. Tenía en él una fe ciega. Trató de tranquilizar a sus dos compa?eras, aterrorizadas, porque entre ellas y el peligro, es decir, un destino horrible e incierto, sólo había un peque?o grupo de escuderos, de pie frente a la tienda. Gytha se inquietó al darse cuenta de que, por muy incondicionales que fueran los muchachos, el enemigo podía someterlos con facilidad si lograba llegar hasta allí. Confiaba, no obstante, en que el enemigo no lograra atravesar las líneas de Thayer y sus hombres.