La bella de la bestia

?Impertinente además de pesado?, gru?ó Thayer para sus adentros. Se movió lo suficiente en su cómodo sitio junto a Gytha para darle un pu?etazo al intruso, lo que provocó una peque?a exclamación y después una carcajada, una risa que era sumamente familiar. Una idea increíble se abrió paso dentro de la cabeza de Thayer, pero enseguida maldijo y la desechó. El alcohol todavía estaba perturbándole el pensamiento. Se preguntó entre sue?os por qué Gytha se habría puesto tan tensa.

La dama embarazada estaba a mitad de camino entre el grito y el desmayo. No sabía si despertar a su marido de un pu?etazo o cerrar los ojos y esperar que acabase lo que posiblemente no era más que una enso?ación. Se suponía que William Saitun estaba muerto, y por tanto no tenía sentido que estuviera de pie junto a su cama en Riverfall, con un aspecto tan saludable y alegre, y sonriendo beatíficamente.

—Por la cantidad de borrachos que he visto desplomados por ahí, supongo que el de anoche debió de ser un magnífico festín.

—Roger se casó con mi prima Margaret —contestó Gytha, preguntándose si era posible hablar con una aparición.

—Ah, entonces de eso era de lo que intentaba hablar ese tonto de Robert.

—?Hablaste con Robert?

—Pues no fue propiamente una conversación. Pronunció, tartamudeando, algunas confusas frases, casi incomprensibles, antes de desvanecerse. ?Es cierto que su intrigante tío está muerto?

—Sí. Thayer lo mató, en la Casa Saitun.

—Qué pena. Habría querido matarlo con mis propias manos. Está claro que han ocurrido un montón de cosas durante estos meses en los que he estado ausente —William sacudió de nuevo a Thayer con fuerza—. Despierta, gran bobo. Tenemos que hablar. ?Así es como le das la bienvenida a quien se ha levantado de entre los muertos?

Gytha llegó a la conclusión de que William debía de estar vivo, dado que su imagen no se había desvanecido, así que movió con delicadeza a su marido. Sus hermanos parecían haber llegado, evidentemente, a la misma conclusión que ella, puesto que ya estaban en pie, se turnaban para lavarse y vestirse y murmuraban, tratando de encontrar la forma de contar a sus padres tan asombrosa noticia. La joven se preguntó si Thayer estaría en condiciones de asimilar la sorpresa.

—Thayer, creo que debes despertarte y ver a este hombre —le dijo, moviéndolo suavemente otra vez.

—Querida, creo que no soy capaz de ver casi nada en este momento —murmuró abriendo los ojos finalmente.

Gytha miró los ojos entornados de su marido y movió la cabeza.

—Pues tal vez esto será suficiente para aclararte la cabeza —lo observó mientras él, lentamente, se sentaba en la cama—. Mira a tu derecha, Thayer.

Thayer volvió la cabeza y se quedó con la boca abierta. Se frotó los ojos, incrédulo, pero lo que estaba viendo no cambiaba. Al mirar a Gytha y a sus hermanos, se dio cuenta de que esperaban alguna reacción por su parte. Volviendo a mirar al hombre que estaba de pie junto a la cama, se sintió demasiado confuso como para hacer algo que nofuera mirarlo más y más. Cuando William se rio, lo abrazó y le dio una palmada en la espalda, Thayer empezó a salir de su estupor y pudo devolverle el abrazo. Entonces, mientras William daba un paso atrás, comenzó a pensar en las consecuencias del regreso de su primo de la tumba.

—Realmente eres tú, William —murmuró Thayer, mientras se incorporaba un poco y se recostaba en los almohadones que Gytha le había acomodado detrás de la espalda—. ?Por qué nos dijeron que estabas muerto? ?Y por qué nos lo dejaste creer durante tanto tiempo?

William se sentó en el borde de la cama y dio las gracias a Fulke, que le ofreció una copa de vino.

—Estuve muy, muy cerca de la muerte. La caída del caballo me dejó gravemente herido. Cortland, mi escudero, pensó que era mejor que todos creyeran que yo estaba muerto. Sabía que la caída no había sido un accidente y que yo no estaba en condiciones de evitar cualquier otro intento de asesinato. Tampoco sabíamos con certeza de dónde provenía el ataque, pues no carezco de enemigos.

—Pocos de nosotros carecemos de ellos. ?Dónde has estado?

—No muy lejos de aquí, la verdad. En una hostería. Al principio no supe lo que Cortland había hecho, pero cuando me puse mejor y pude pensar con claridad, me enteré de todo y, tras pensarlo, estuve de acuerdo con él. Entonces tratamos de descubrir quién estaba detrás de mi intento de asesinato. Al saber que era Pickney, pensé advertírtelo, pero Cortland me aseguró que ya lo sabías.

—Así es. También a mí me declaró muerto. No nos llevó mucho tiempo poner todas las piezas en orden. Yo también había sufrido unos accidentes bastante inusuales, aunque en todos tuve más suerte que tú. Parece que estás bastante bien.

—Sí, estoy bien, aunque tengo varias cicatrices nuevas, y mi pierna derecha se queda bastante rígida de cuando en cuando. Es un milagro que no haya quedado cojo —William sonrió a Thayer—. Pero lamento una cosa.

—?Qué?