—Sí —estuvo de acuerdo Robert—. Los guardias no pueden ver bien desde las murallas, pero si no ven ninguna sombra junto a los fuegos de cuando en cuando, pueden empezar a sospechar. No debemos alertarlos.
—?Pickney conoce la existencia de esa entrada secreta?
—No, Thayer, nunca se lo dije. Ah, los hombres están en los calabozos, allí es donde se halla la puerta secreta. Van a necesitar armas. Pusimos a Wee Tom como vigía, para que estuviera pendiente de que nadie bajara y diera la voz de alarma.
Thayer asintió con la cabeza y salió de la tienda con los demás hombres caminando deprisa detrás de él. Dejó a Roger con Robert y John, mientras daba órdenes y hacía los debidos preparativos. A pesar de que sentía que Robert era sincero en sus deseos de ayudar, no confiaba en que su primo tuviera la fortaleza suficiente para perseverar. Robert había logrado exhibir un poco de valentía por primera vez en su vida, y Thayer decidió que tendría que sacar todo el provecho posible de ello antes de que su primo se viniera abajo.
Roger se dio cuenta de que Robert no le quitaba los ojos de encima a Thayer.
—?Por qué lo miras tanto?
—No pienso en la manera de traicionarlo, no te preocupes —respondió Robert.
—Pues era lo que estaba pensando, teniendo en cuenta lo profundamente implicado que has estado desde hace tiempo en toda esta traición.
—En lo que he estado profundamente inmerso ha sido en los ardides de mi tío, de los que no fui capaz de salir, ciertamente. Ahora que he dado el primer paso, me doy cuenta de que él forjó mis cadenas desde hace a?os. Incluso se lo dijo a sus esbirros, sin saber que yo le escuchaba, pero estaba demasiado ebrio cuando lo oí como para poder asimilar sus palabras en aquel momento. Me entrenó desde que yo era un ni?o de pecho para ser lo que soy: un debilucho. No quería ninguna oposición por mi parte, y hasta hoy se había salido con la suya —hizo una pausa y siguió hablando—. No pensaba en traicionarle. Miraba a mi primo y me asombraba de que Gytha estuviera tan prendada de él, porque está enamoradísima, ?sabes?
—Sí, lo sé.
—Gytha es tan hermosa… es la musa a la que cantan los trovadores. Sin embargo, se mantiene fiel a Thayer, que es un rudo luchador, un guerrero salvaje y mortífero. Gytha… —sacudió la cabeza—. Si el amor fuese lógico, el lazo que hay entre ellos no debería ser tan fuerte, pero sé que lo es. Lo veo, lo noto, lo siento.
—Sí, es muy fuerte lo que los une, así que lo mejor que puedes hacer es abandonar para siempre tus sue?os sobre ella.
—Ya lo he hecho.
—Bien, porque si te parece que tu primo es salvaje en el campo de batalla, deberías verlo cuando es presa de un ataque de celos.
—Prefiero no verlo, gracias.
—Eres inteligente, muchacho —murmuró John—. De momento, prepárate para la acción, con los pocos cojones que tengas, porque parece que el Demonio Rojo ya está listo para partir.
—Una cosa, John… —dijo Robert, furioso por los insultos muy poco sutiles que John se empe?aba en lanzarle a la cara.
Pero antes de que pudiera continuar su alegato, Thayer se plantó ante él.
—Ya discutirás con él después. Tenemos que irnos ya. Muéstranos el camino, Robert, pero ten cuidado: si nos espera una trampa, morirás con nosotros —Thayer vio a Robert asentir con la cabeza y después ponerse en marcha hacia el bosque—. ?Puede ser que haya cambiado? —preguntó a Roger mientras seguían a los dos desertores.
—Sí, creo que ha cambiado. Adora a tu mujer, Thayer. Tanto que prefiere devolvértela antes que verla herida.
—?Y crees que ha encontrado el valor necesario para enfrentarse al hombre al cual ha estado sometido durante a?os?
—Sí, también creo eso. Y me pregunto qué piensas hacer con él, con John y con el otro, el tal Henry, cuando todo esto haya terminado.
—Cualquiera que estuviese en mi lugar los colgaría sin dudarlo un instante.
—Cierto, la mayoría lo haría.
—Pero me temo que yo no podría hacer eso, si en verdad nos ayudan a recuperar a Gytha sana y salva. ?Voy a castigar a Robert por ser el pelele en el cual lo convirtió su tío? Y en cuanto a John y su amigo, el primero se enfrentó a mí cara a cara y habló honestamente. él piensa de verdad que el asesinato y el secuestro de mujeres son prácticas usuales entre la nobleza. Sin embargo, tiene una idea de lo que es tolerable y lo que no lo es, como nos contó él mismo. No quiere hacer da?o ni a las esposas ni a los bebés. Si todo sale bien, en cierto sentido le deberé la vida de Gytha. ?Tendría que castigarlo entonces? Lo de ese Henry es similar.
—Sí, yo también creo que debes dejarlos vivir. Son dos granujas que, con seguridad, se lo pensarán dos veces antes de mezclarse en asuntos tan turbios como éste, por mucho dinero que les pongan delante.
—Cierto —Thayer se paró junto a Robert cuando éste detuvo la marcha frente a un enorme árbol—. ?Es aquí?