—?No, Gytha, espera!
Al mirar hacia atrás, Gytha vio que finalmente Robert avanzaba hacia ella. Salió a toda prisa de la habitación, pero su intento de huida se vio frustrado abruptamente al estrellarse contra el robusto cuerpo de un hombre. Las esperanzas que la ilusionaron durante unos instantes se hicieron a?icos. Incluso antes de levantar la cara para ver el rostro del hombre, Gytha ya sabía contra quién se había estrellado. Una enormes manos la agarraron con fuerza de los brazos y la empujaron dentro de la habitación. Tambaleándose, Gytha vio la cara adusta de un furibundo Pickney. Detrás de él estaban Thomas y Bertrand.
—?Qué estás haciendo aquí, Robert, además de propiciar la fuga de esta endemoniada mujer? —preguntó Pickney en tono exigente. Empujó a Gytha hacia la cama, caminó hacia Robert y lo abofeteó con tanta fuerza que casi le hizo perder el equilibrio.
Gytha frunció el ce?o mientras se sentaba en la cama y observaba lo que ocurría entre Robert y su tío. El joven no hizo ni el menor esfuerzo por evitar que el otro lo golpeara; no trató de correr, ni tampoco de defenderse con palabras o actos. A Gytha le pareció difícil de entender por qué un hombre adulto se dejaba tratar de esa manera. En su expresión sombría apenas se adivinaba el más ligero indicio de rebelión.
—Gytha no se me hubiera escapado —empezó a explicar Robert—. Lo único que yo quería era apaciguar sus preocupaciones.
—Congraciarte con ella, más bien —Pickney se rió y se volvió para mirar a la mujer—. Yo en tu lugar no me preocuparía. Pronto tendrás lo que deseas, cumplirás tu fantasía: la peque?a Gytha será tu esposa. Que a ella le guste la idea o no, importa poco.
—?Y qué pasa con lo que mi familia opine al respecto? —preguntó Gytha—. ?O te has olvidado de ellos?
—No, no los he olvidado. Pero tu familia no me atacará por la misma razón que no lo hace ese gigantón bruto que tienes por marido: estás en mis manos.
—Esperarán lo que haga falta para hacerte pagar por tus crímenes. Y lo mismo harán los hombres de mi marido. La vida que has planeado con tanto detenimiento será una vida bastante precaria, se?or, teniendo en cuenta que estarás bajo la amenaza de más espadas de las que puedas imaginar, y todas esperando el momento oportuno, que llegará tarde o temprano.
—Durante un tiempo, tal vez me amenacen, pero se cansarán de esperar, nada es eterno.
—Hay personas para quienes la lealtad y la necesidad de justicia no se desvanecen con el paso del tiempo.
—Tú, se?ora mía, te tienes en demasiada estima. No importas tanto como crees. Ahora —se regodeó frotándose las manos—, hablemos de la razón por la cual estoy aquí. Pretendo permitir a tu marido que te vea antes de morir. He descubierto otra manera de doblegarlo, de atormentarlo aún más, antes de enviarlo al encuentro del Creador.
Gytha sintió un acceso de terror al notar cómo la estaba mirando Pickney.
—?En qué estás pensando, se?or? —preguntó con rabia contenida.
—Verá que su peque?a esposa ha conocido las embestidas de la espada de otro hombre —Pickney se rió cuando Gytha trató de salir corriendo. Thomas y Bertrand la detuvieron—. Será una forma bastante placentera de pasar las horas que faltan hasta que tu marido venga. Sí, además podré descubrir qué hay tras esa belleza fría y distante. Lo mismo encuentro un calor inesperado.
—?No! —gritó Robert y corrió hasta la cama—. Me la prometiste a mí.
—Y la tendrás, ?pero serás tan egoísta como para quedártela sólo para ti, sin compartirla?
—Por Dios santo, Gytha está embarazada. Puedes hacerla que pierda a su hijo.
—Pues tanto mejor. El ni?o no nos será de ninguna utilidad. A decir verdad, la criatura podría ser más bien un terrible problema.
Gytha luchó con furia por soltarse de Bertrand y Thomas, pero fue en vano. Los hombres la tumbaron con facilidad sobre la cama y allí la mantuvieron inmovilizada. Lo único que pudo hacer ella fue retorcerse, pero infructuosamente, lo que pareció divertir a los dos hombres. Se volvió a mirar a Robert, que estaba pálido y tembloroso, y enseguida supo que en él no iba a encontrar ayuda. Incluso si se rebelaba contra su tío y trataba de oponerse a sus planes activamente, carecía de la fuerza necesaria para lograr algo.
Cuando Pickney se acercó a Gytha y le rasgó el vestido, Robert le agarró la mano tratando de detenerlo.
—?No, déjala en paz! No voy a permitir esto.
—?No vas a permitir esto? —masculló Pickney con voz venenosa.