La bella de la bestia

—Tú.

—?Yo? Quieres que entre en el castillo, ?no es cierto?

—Sí. Desarmado.

—Para poder matarme sin correr ningún riesgo.

—Tu vida por la de la mujer.

—?No! —siseó Roger, temiendo que Thayer cabalgara de inmediato hacia las garras de Pickney—. No, Thayer. No aceptes tan rápido.

—Puede que no me dé tiempo, Roger.

—Creo que sí te lo dará, aunque sólo sea para saborear lo que piensa que será su victoria.

—?Acaso no crees que ya ha ganado?

Roger suspiró y sacudió la cabeza.

—Acabamos de llegar, hemos cabalgado deprisa, sin parar. Tienes que ganar tiempo para que podamos inspeccionar el lugar, para que tracemos un plan. No es posible que la única solución sea que camines hacia tu muerte como va el cordero al sacrificio.

Thayer levantó de nuevo la mirada hacia la muralla y la fijó en Pickney. Detrás de éste, alcanzó a vislumbrar a Robert. ?La sombra de Pickney?, pensó con desdén. Gytha no encontraría ayuda en aquel debilucho joven.

—Me parece, Pickney, que quieres que te lo dé todo sin ninguna promesa ni garantía de que devolverás a Gytha.

—No veo que tengas ninguna opción, Demonio Rojo. Pero si crees que no puedes cumplir con mis exigencias…

—No he dicho eso, Pickney.

—No. Bueno, la verdad es que hoy me siento generoso, así que voy a darte tiempo, permitiré que te retuerzas y te consumas en vano, mientras tratas de encontrar una manera de salir de ésta. Tienes hasta ma?ana, a esta misma hora, para hacerte a la idea de que has perdido.

Thayer se dio la vuelta y cabalgó de regreso al campamento que sus hombres ya habían plantado. Casi no oyó, tan abstraído iba, a Roger y a Merlion cabalgando detrás. La risa burlona de Pickney retumbaba en sus oídos. Detuvo bruscamente el caballo frente al campamento, se apeó y caminó hasta la parte trasera de éste. Allí se dejó caer pesadamente sobre una roca y se quedó mirando, ausente, al infinito. Durante un tiempo le fue imposible pensar, pues sentía en su interior un torbellino de emociones. Cuando finalmente empezó a recuperar la calma, oyó que alguien se le acercaba por detrás. Sintió que una mano se le posaba ligeramente sobre el hombro, y de inmediato supo que era Roger.

—Parece que le he fallado a la pobre Gytha otra vez, Roger —murmuró.

—?Que le has fallado? —Roger se sentó en el suelo, frente a su amigo—. Por supuesto que no. Todo lo contrario.

—?No? Está cautiva dentro de esos muros y no puedo sacarla. Aunque le entregue a Pickney mi cabeza clavada en una estaca no hay garantías de que la respete. Todo lo que hará será mantenerla con vida un poco más. Y yo no tengo una solución, no se me ocurre la manera de salvarla… ?No te parece que le estoy fallando?

—No. Lo que me parece es que te enfrentas a un plan muy bien estructurado. Ha puesto demasiadas trampas. Pickney es maestro en el enga?o, pero eso no significa que sus planes tengan que funcionar necesariamente.

—?Se te ha ocurrido una manera de eludir su trampa?

—Todavía no, pero tenemos tiempo. En cuanto oscurezca, los hombres irán a revisar exhaustivamente los alrededores del castillo, y también las murallas, para buscar una forma de penetrar, ya sea por una entrada secreta o por algún punto no muy bien custodiado de la muralla. Si hay un flanco débil, la más mínima brecha, los hombres la encontrarán.

Thayer asintió con la cabeza. Sabía que su amigo había escogido a los hombres más fuertes y aptos para esa misión.

—Pickney no tiene intención de liberar a Gytha, aunque yo haga lo que me pide.

—Ya lo sé. Todos lo sabemos. ésa es una de las razones por las cuales los hombres buscarán desesperadamente, lo mejor que puedan, una entrada. De no lograrlo, perderás la vida para nada, y ellos ni siquiera tendrán la oportunidad de vengar tu asesinato. No les he dicho nada, pero los hombres tienen la inteligencia suficiente para saber que la vida de tu hijo está en juego también. Si no encuentran una manera de entrar al castillo, entonces es que no existe. Y eso, creo yo, es imposible. Siempre hay otra vía de acceso. Un guerrero como tú ha de saberlo de sobra.

Thayer se pasó la mano por el pelo y miró hacia la Casa Saitun.

—Rezo para que tengas razón. Si no, ma?ana caminaré hacia mi muerte sin estar seguro de que eso la salve. Una manera triste de morir.

—Entonces, ?por qué vas a hacerlo?

—Porque no podría vivir si me niego a entregarme y Pickney la mata. Si me entrego, al menos puedo ganar un poco de tiempo para ella —volvió a mirar a Roger—. Tiempo durante el cual tú tal vez podrás liberarla. Si tengo que rendirme ante Pickney, quiero que me jures que continuarás tratando de rescatar a Gytha.