—Te habíamos prevenido, Grace.
La voz de Falk de Villiers tenía un tono gélido. Probablemente en ese instante mamá se estaría mirando los pies, preguntándose por qué demonios se había tomado tanto trabajo para encontrar el conjunto apropiado. Me apoyé con la espalda contra la pared, justo al lado de la puerta, para poder escuchar mejor.
—Qué estupidez pensar que no descubriríamos la verdad —se oyó decir a la voz malhumorada del doctor White.
Mamá no decía nada.
—Ayer nos dimos un paseo hasta las Cotswolds y visitamos a una tal mistress Dawn Heller —dijo Falk—. ?Te dice algo ese nombre?
Como mamá no contestaba, continuó:
—Se trata de la comadrona que ayudó a traer al mundo a Gwendolyn. Como hasta hace poco aún pagabas el alquiler de su casita de vacaciones con tu tarjeta de crédito, pensé que no te sería difícil recordarla.
—Por todos los santos, ?qué le habéis hecho a esa pobre mujer? —exclamó mamá.
—Nada, naturalmente. ?Qué se imagina!
Era mister George.
Y míster Whitman, con una voz que rezumaba sarcasmo, agregó:
—Aunque la mujer parecía creer que íbamos a realizar con ella alguna especie de ritual satánico. Estaba totalmente histérica y no paraba de persignarse. Y cuando vio a Jake, estuvo a punto de desmayarse del susto.
—Yo solo quería ponerle una inyección tranquilizante —gru?ó el doctor White.
—De todos modos, al final se tranquilizó lo suficiente para que pudiéramos mantener una conversación hasta cierto punto razonable. —Ese era de nuevo Falk de Villiers—. Y entonces nos explicó la interesantísima historia de la noche que nació Gwendolyn. Suena un poco a cuento de miedo. Una honrada y crédula comadrona es requerida para atender a una muchacha con dolores de parto que ha sido ocultada en una peque?a casa adosada de Durham para protegerla de una secta satánica. Esta bárbara secta, obsesionada con los rituales numerológicos, no solo persigue a la joven, sino que también quiere hacerse con el bebé. La comadrona, aunque no sabe exactamente qué se proponen hacer los sectarios con la pobre criatura, imagina las peores atrocidades, y como tiene un corazón de oro y además le han pagado una considerable suma como soborno (por cierto, no estaría mal que me explicaras de dónde sacaste el dinero, Grace), falsifica la fecha en la partida de nacimiento de la criatura después de haber ayudado a traerla al mundo en casa. Y jura que jamás dirá nada a nadie de lo ocurrido.
Durante un rato reinó el silencio. Y luego mamá dijo en un tono ligeramente retador:
—?Y? Creo que esto es exactamente lo que ya os había explicado, ?no?
—Sí, al principio también nosotros lo pensamos —dijo mister Whitman—, pero luego nos llamaron la atención un par de detalles en el relato de la mujer.
—En 1994 tú tenías casi veintiocho a?os; pero bueno, a ojos de la comadrona aún podías pasar por una ?muchacha? —continuó Falk—. Ahora bien, ?quién era entonces la preocupada hermana pelirroja de la futura madre a la que se había referido mistress Heller?
—En esa época la mujer ya era bastante mayor —dijo mamá en voz baja—. Probablemente estará un poco senil después de tantos a?os.
—Posiblemente. Pero de hecho no tuvo ningún problema para reconocer en una fotografía a la muchacha de entonces —dijo mister Whitman—. A la joven que esa noche dio a luz a una ni?a.
—Era una foto de Lucy —dijo Falk.
Fue como si me hubieran dado un pu?etazo en el estómago. Mientras, tras las palabras de Falk, se extendía un silencio helado en la Sala del Dragón, se me doblaron las rodillas y me deslicé hacia abajo, con la espalda pegada a la pared, hasta quedar sentada en el suelo.
—Esto es… un error —oí que susurraba mamá finalmente.
Oí unos pasos que se acercaban por el pasillo, pero fui incapaz de volver la cabeza. Hasta que no se inclinó sobre mí, no descubrí que era Gideon.
—?Qué pasa? —me preguntó en un susurro poniéndose en cuclillas ante mí.
No fui capaz de responderle y me limité a sacudir la cabeza en silencio.
—?Un error, Grace? —resonó la voz de Falk de Villiers—. La mujer también te reconoció a ti en una foto como la supuesta hermana mayor que le había entregado un sobre con una suma de dinero increíblemente elevada. ?Y reconoció al hombre que le había sostenido la mano a Lucy durante el parto! ?Mi hermano!
Y como si yo aún no lo hubiera entendido del todo, a?adió:
—?Gwendolyn es la hija de Lucy y Paul!
Se me escapó un extra?o gemido. Gideon, que se había puesto muy pálido, me cogió la mano. Dentro, en la Sala del Dragón mamá empezó a llorar. Solo que no era mi madre la que lloraba.
—Todo esto no hubiera sido necesario si les hubierais dejado en paz —sollozó—. Si no les hubierais perseguido tan despiadadamente.