Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—Si le vaciaran un ojo, ?volvería a crecerle uno nuevo?


El hecho de que Gideon no tuviera respuesta para ninguna de sus preguntas no parecía preocuparles especialmente, y probablemente habrían seguido así durante toda la noche si mamá no hubiera entrado y hubiera enviado a Leslie y a Gideon a sus casas. ?Por favor, Gwendolyn, piensa que ayer aún estabas enferma —había dicho—. Te conviene dormir.? ?Dormir! ?Como si después de un día como ese pudiera pensar siquiera en dormir! ?Y aún nos quedaban un montón de asuntos por comentar!

Pero mamá se había mostrado implacable, así que había acompa?ado a Gideon y a Leslie hasta la puerta para despedirme, y Leslie, muy en su papel de buena amiga, había comprendido enseguida la situación y se había adelantado unos pasos en dirección a la parada del autobús para hacer una llamada urgente. (La oí decir: ?Eh, Bertie, enseguida estaré en casa?.) Por desgracia, Xemerius no era tan delicado como ella, y en lugar de marcharse, se había colgado cabeza abajo del porche y había empezado a cantar con voz cascada:

?Gidi y Gwendolyn se besan bajo la cornisa mientras Xemerius se parte de risa?.

Al final me había separado a rega?adientes de Gideon y había vuelto a mi habitación con la firme intención de pasarme la noche rumiando, telefoneando y trazando planes, pero apenas me había tendido sobre la cama —solo un momento— me había quedado traspuesta. A los otros, por lo visto, les había ocurrido lo mismo que a mí, porque no había ninguna llamada perdida en la pantalla de mi móvil.

Miré a Xemerius, que se había replegado sobre sí mismo al pie de la cama y en ese momento se desperezaba y bostezaba ruidosamente, y le dije con tono de reproche:

—?Tendrías que haberme despertado!

—?Acaso soy vuestro despertador, oh inmortal se?ora?

—Pensaba que los fantasmas… los daimones no necesitaban dormir.

—Tal vez no lo necesiten —dijo Xemerius—, pero después de una cena tan opípara siempre sienta bien echarse una cabezadita. —Arrugó la nariz—. Igual que a ti te sentaría bien una ducha.

En eso tenía razón. Como los demás aún dormían (al fin y al cabo era sábado), pude ocupar el ba?o durante lo que a mí me pareció una peque?a eternidad y utilizar toneladas de champú, gel, pasta de dientes, loción corporal y crema antiarrugas de mamá.

—Déjame que lo adivine. La vida es tan, tan maravillosa y tú te sientes (ja, ja) como si acabaras de nacer —comentó luego Xemerius con sequedad mientras me vestía y le dirigía una sonrisa radiante a mi imagen en el espejo.

—?Exacto ! ?Sabes?, de algún modo es como si viera la vida con unos ojos totalmente diferentes…

Xemerius lanzó un resoplido.

—Puede que te creas que has tenido una iluminación, pero en realidad solo son las hormonas. Hoy dando brincos de alegría y ma?ana destrozada —dijo—. ?Mujeres! Durante los próximos veinte o treinta a?os no pararán. Y luego pasarás directamente a la menopausia. Aunque en tu caso tal vez sea distinto. Me cuesta un poco imaginarme a una inmortal en plena crisis de mediana edad.

Le dediqué una sonrisa benévola.

—?Sabes, peque?o cascarrabias?, tú ya tienes al menos…

Una llamada al móvil interrumpió mi charla. Leslie preguntaba a qué hora nos encontraríamos para preparar los disfraces de marcianas para la fiesta de Cynthia. ?La fiesta! No podía comprender que pudiera tener eso en la cabeza en esos momentos.

—?Sabes, Les?, estoy pensando en si debería ir o no. Han pasado tantas cosas y…

—Tienes que ir a la fiesta. Y lo harás —dijo con un tono que no admitía réplica—. Porque ayer aún tuve tiempo de organizar lo de la compa?ía, y si no fuéramos quedaría fatal.

Gemí.

—Espero que no hayas reclutado otra vez a ese primo bobo con su amigo que no para de tirarse pedos. —Durante un horrible instante tuve la visión de una bolsa de basura verde que se hinchaba y se hinchaba—. La última vez juraste que no volverías a hacerlo nunca más. Confío en que no tendré que recordarte el asunto de los besos de chocolate que…

—?Me tomas por tonta? ?Ya sabes que nunca repito dos veces el mismo error! —Leslie hizo una pausa, y luego comentó con aparente indiferencia—: Ayer, de camino al autobús, le hablé a Gideon de la fiesta. Y se propuso formalmente como acompa?ante. —Otra peque?a pausa—. él y su hermano peque?o. Y por eso ahora no puedes rajarte.

—?Les! Podía imaginarme perfectamente cómo había ido la conversación. Leslie era una maestra de la manipulación. Probablemente, Gideon ni se había enterado de lo que pasaba.

—Ya me darás las gracias más tarde —dijo Leslie, y soltó una risita—. Ahora solo tenemos que pensar en cómo vamos a arreglar lo de los disfraces. Ya he montado unas antenas en un colador de cocina verde; queda genial como sombrero. Si quieres, te dejo a ti el resto.

Gemí.

—?Estás loca? ?De verdad quieres que en mi primera cita oficial con Gideon me presente embutida en una bolsa de basura y con un colador en la cabeza?