Realmente ese día ya me había deparado toda clase de sorpresas (la más importante, para abreviar, ?que Gideon me amaba! Ah, y también el asunto de la espada y de morirse, claro), pero ese picnic familiar nocturno en mi habitación me parecía la más extra?a de todas. ?Ahí estaban casi al completo, reunidas sobre mi alfombra, las personas que más me importaban en el mundo, mamá, la tía Maddy, Nick, Caroline, Leslie… y Gideon, riendo y hablando como locos e interrumpiéndose constantemente unos a otros! Y todos tenían chocolate en la cara. (Como la tía Glenda y Charlotte habían perdido el apetito y lady Arista abominaba por principio de todo lo dulce, teníamos todo el pastel de chocolate para nosotros.) De hecho, tal vez el pastel tuviera algo que ver con que entre Gideon y mi familia se hubiera creado enseguida un clima de confianza, pero seguramente también había influido que él se mostrara tan natural desde el principio. Nunca antes le había visto tan cómodo y relajado, y eso a pesar de que mamá y la tía Maddy no paraban de hacerle preguntas que iban de lo curioso a lo incómodo y de que Nick le llamaba Golum todo el rato.
Cuando desapareció la última miga de pastel, la tía Maddy se levantó gimiendo.
—Creo que debo volver a bajar para respaldar a Arista. Mister Turner se ha introducido en la casa junto con el peque?o admirador de Charlotte y seguro que ya estarán ri?endo por las begonias —dijo, y a?adió dedicando una de sus sonrisas con hoyuelos a Gideon—: ?Sabe?, para ser un De Villiers es usted extraordinariamente simpático, Gideon.
Gideon también se levantó.
—Muchas gracias —replicó alegremente, y le estrechó la mano—. Para mí ha sido un verdadero placer conocerla.
—?Uh! —Leslie me clavó un codo en las costillas—. Y, además, tiene modales. Levanta el trasero de la silla cuando una dama se pone en pie. Y vaya preciosidad de trasero. Lástima que, aparte de eso, sea un cerdo.
Puse los ojos en blanco.
Mamá se sacudió las migas de la ropa y tiró de Caroline y Nick.
—Vamos, venid, ya va siendo hora de irse a la cama.
—?Mamá! —exclamó Nick ofendido—. ?Es viernes y tengo doce a?os!
—Y a mí también me gustaría quedarme. —Caroline levantó los ojos y dirigió una mirada candorosa a Gideon—. Me gustas —dijo—. Eres guapo de verdad y además muy simpático.
—?Guapo de verdad? —me susurró Leslie—. ?No crees que se ha sonrojado un poco?
Eso parecía, sí. Qué mono.
El codo de Leslie se clavó de nuevo en mis costillas.
—Se te están poniendo ojos de borrego —susurró.
En ese momento Xemerius entró aleteando por la ventana cerrada, se instaló sobre el escritorio y lanzó un eructo de satisfacción.
—Cuando el inteligente y extraordinariamente bello daimon volvió esperanzado de su vuelo, tuvo que constatar con dolor que en su ausencia la muchacha no había perdido la blusa amarillo pipí ni su inocencia… —citó de su novela no escrita.
Articulé un mudo ?Cierra el pico? en su dirección.
—Era solo una observación —continuó ofendido—. La oportunidad era favorable. Al fin y al cabo tampoco eres tan joven y quién sabe si de aquí a dos días no lo odiarás otra vez con toda tu alma.
Después de que la tía Maddy se hubiera ido y mamá hubiera empujado a mis hermanos fuera de la habitación, Gideon cerró la puerta y nos miró sonriendo.
Leslie levantó las manos.
—?No, olvídalo! No me voy a ir. Tengo que comentar cosas importantes con Gwen. Cosas estrictamente confidenciales.
—Entonces yo tampoco me voy —dijo Xemerius, y a continuación saltó del escritorio a mi cama y se acurrucó sobre la almohada.
—Les, creo que ya no es necesario que le ocultemos nada a Gideon —dije—. Me parece que sería mejor que olvidáramos lo pasado y pusiéramos todas las cartas boca arriba. —Vaya, esa frase me había quedado perfecta.
—Sobre todo porque dudo que Google pueda seguir ayudándonos a avanzar en este caso —se burló Gideon—. Perdona, Leslie, pero hace poco mister Whitman iba ense?ando por ahí un clasificador tuyo muy mono en el que habías recopilado toda clase de… informaciones.
—?Cómo has dicho? —Leslie puso los brazos en jarras—. ?Y yo que empezaba a pensar que tal vez no eras el cretino arrogante del que siempre hablaba Gwen! ?Cómo que muy mono! Eran datos que… —Arrugó la nariz, un poco cortada—. ?Qué cerdada ir ense?ando mi clasificador por ahí! Esas investigaciones en internet eran todo lo que teníamos al principio, y yo estaba bastante orgullosa de ellas.
—Pero desde entonces las dos hemos descubierto muchas más cosas —dije yo—. En primer lugar, Leslie ha demostrado ser un genio, y en segundo, me he encontrado varias veces con mi ab…
—?Como es natural, no vamos a revelar nuestras fuentes! —dijo Leslie dirigiéndome una mirada de indignación—. Sigue siendo uno de ellos, Gwen, aunque las hormonas hayan ofuscado tus sentidos.
Gideon nos miró sonriendo y se sentó con las piernas cruzadas sobre la alfombra.
—Muy bien. Entonces me toca empezar a mí. —Y sin esperar al consentimiento de Leslie, volvió a explicar lo de los papeles que había recibido de Paul. Al contrario que yo, Leslie se quedó horrorizada al oír que debía morir en cuanto el círculo de sangre se hubiera cerrado. Bajo sus pecas, estaba blanca como una sábana.
—?Se pueden ver esos papeles? —preguntó.
—Claro. —Gideon se sacó del bolsillo del pantalón unas cuantas hojas dobladas y luego unas cuantas más del bolsillo de la camisa. El papel estaba bastante amarillento y parecía a punto de rasgarse en los pliegues.
Leslie le miró perpleja.
—?Y los llevas así de un lado a otro, metidos en el bolsillo? Son documentos originales valiosos, no… pa?uelos llenos de mocos. —Los agarró—. Están a punto de resquebrajarse. ?Típico de los hombres! —Con mucho cuidado, desdobló los documentos—. ?Estás seguro de que no son falsificaciones?
Gideon se encogió de hombros.