Gideon esbozo una sonrisa.
—Bueno, en ese aspecto las profecías son vagas como siempre; pero se recalca una y otra vez una cosa: que yo, es decir, el diamante, el león, el número once, tendré algo que ver con ello. —La sonrisa desapareció de su rostro, y entonces dijo con un tono que nunca le había oído antes—: Que tú morirás por mí de amor.
—Oh. Hum… Pero… —dije no muy inspirada—. Al fin y al cabo no son más que unos versos.
Gideon sacudió la cabeza.
—?No comprendes que no podía permitir que ocurriera al así, Gwendolyn? Solo por eso entre en tu tonto juego e hice como si te hubiera mentido y hubiera jugado con tus sentimientos.
Por fin empezaba a entenderlo.
—?Para qué no se me ocurriera la idea de morir de amor por ti, te encargaste al día siguiente que te odiara? Pero eso fue realmente… ?Cómo lo diría?… caballeroso por tu parte. —Me incline hacia delante y le aparte el mechón rebelde de la cara—. Realmente muy caballeroso.
Gideon sonrió débilmente.
—Créeme, ha sido lo más duro que he hecho nunca.
Ahora que había empezado, ya no podía apartar los dedos de él. Mi mano se paseó despacio por su cara. Por lo visto no había tenido tiempo de afeitarse, pero su tacto rasposo me resultaba sexy.
—? ?No podríamos seguir siendo amigos?? realmente fue una táctica genial —murmure—. Porque inmediatamente te odie hasta lo más hondo.
Gideon gimió.
—Pero yo no quería eso en absoluto, yo quería de verdad que siguiéramos siendo amigos —dijo. Me cogió la mano y la retuvo un momento—. Que esa frase te pusiera tan furiosa fue… —Dejo el resto de la frase en el aire.
Incline la cabeza hacia él y cogí su rostro entre mis manos.
—Bueno, tal vez así lo recuerdes para el futuro —susurre—. Esta frase no debe decirse nunca a alguien a quien se ha besado.
—Espera, Gwen, eso no es todo, aún hay algo que… —empezó a decir, pero yo no tenía ninguna intención de seguir atrasando aquello ni un minuto más. Con delicadeza pose mis labios sobre los suyos y empecé a besarle.
Gideon respondió a mi beso, primero de forma suave y cautelosa, y luego, cuando le pase los brazos por el cuello y me apreté contra él, apasionadamente. Su mano se hundió en mis cabellos y otra empezó a acariciarme el cuello y descendió lentamente. Justo en el momento en que llegaba al botón superior de mi blusa, sonó el móvil, o, para ser precisos, sonó la melodía inicial de la película La muerte tenía un precio.
A rega?adientes me separe de él.
—Leslie —dije después de echar un vistazo a la pantalla—. Tengo que hablar con ella al menos un momento; si no, se preocupara.
Gideon sonrió irónicamente.
—No tengas miedo. No tengo intención de disolverme en el aire.
—?Leslie? ?Puedo llamarte luego? Y gracias por el nuevo tono. Muy gracioso.
Pero Leslie no me hizo ningún caso.
—Gwenn, escucha, he hojeado Anna Karenina —me soltó a toda prisa—. Y creo que ahora sé que propone hacer realmente el conde con la piedra filosofal.
La piedra filosofal podía irse al infierno de momento.
—Ah, fantástico —dije, y mire a Gideon—. Es urgente que hablemos de esto más tarde…
—No te preocupes —dijo Leslie—. Ya estoy viniendo hacia aquí.
—?De verdad? Yo…
—Sí, sí, para ser exactos, ya estoy aquí.
—?Dónde estás?
—Pues aquí. En el descansillo. Tu madre y tus hermanos están subiendo por la escalera. Y tu tía abuela les sigue tan deprisa como puede. Justo ahora acaban de adelantarme, llamaran la puerta de tu cuarto en cualquier momento…
Pero Caroline no se tomó siquiera la molestia de llamar ya, sin pensárselo dos veces, abrió la puerta de golpe y grito radiante de alegría:
—?Pastel de chocolate para todos! —Y luego se volvió hacia los demás y dijo—: ?Veis como no se están besuqueando!
Capítulo XI