Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—Venga conmigo, miss. —Me sujetó por el codo, pero me soltó inmediatamente al ver cómo le miraba. Con los labios apretados y las orejas enrojecidas, murmuró entre dientes—: Sígame. Este mediodía tenemos un plan de trabajo muy apretado. Ya he ajustado el cronógrafo.

Le dirigí a mamá una sonrisa de ánimo y luego salí corriendo detrás de mister Marley, que había adoptado un ritmo frenético y como de costumbre iba hablando animadamente consigo mismo mientras caminaba. En la siguiente esquina hubiera arrollado a Gideon si este no hubiera tenido bastantes reflejos para apartarse en el último momento.

—Buenos días, Marley —dijo despreocupadamente mientras mister Marley daba un cómico brinco con efecto retardado.

Mi corazón también dio un brinco, sobre todo porque el rostro de Gideon se había iluminado al verme con una gran sonrisa del tama?o (?como mínimo!) del delta oriental del Ganges.

—Eh, Gwenny, ?has dormido bien? —preguntó cari?osamente.

—Pero ?qué está haciendo aquí arriba todavía? Hace rato que tendría que estar vistiéndose en el taller de madame Rossini —protestó mister Marley—. Hoy tenemos un plan de trabajo realmente apretado y la operación Turmalina negra barra Za…

—No tiene por qué preocuparse, mister Marley —dijo Gideon amablemente—, adelántese, que yo ya vendré con Gwendolyn dentro de unos minutos, y luego me cambiaré en un segundo.

—No está usted auto… —empezó a decir mister Marley, pero de repente de los ojos de Gideon desapareció todo rastro de amabilidad, y su mirada se volvió tan fría que mister Marley no se atrevió a continuar y se limitó a decir encogiendo la cabeza:

—Sobre todo no se olvide de vendarle los ojos. —Le tendió el pa?uelo negro a Gideon y se alejó caminando a grandes zancadas.

Sin esperar a que desapareciera de nuestra vista, Gideon me atrajo hacia sí y me besó en la boca.

—Te he echado tanto de menos.

Me alegré de que Xemerius no estuviera presente mientras respondía en un susurro ?Y yo a ti?, le echaba los brazos al cuello y le devolvía el beso apasionadamente. Gideon me empujó contra la pared, y no nos separamos hasta que un cuadro cayó al suelo a mi lado: una pintura al óleo con un velero de cuatro palos en un mar tempestuoso.

Sin aliento, traté de volver a colgarlo en su sitio, y Gideon me echó una mano.

—Quería llamarte otra vez ayer por la noche —dijo—, pero pensé que tu madre tenía razón y que realmente necesitabas dormir con urgencia.

—La verdad es que sí que lo necesitaba. —Me apoyé de nuevo con la espalda contra la pared y le sonreí irónicamente—. He oído que vamos a ir juntos a una fiesta esta noche.

Gideon se echó a reír.

—Sí, una cita a cuatro, con mi hermano peque?o. Raphael se puso contentísimo cuando se lo dije, sobre todo cuando se enteró de que había sido idea de Leslie. —Me acarició la mejilla con la punta de los dedos—. De hecho, me había imaginado nuestra primera cita de un modo distinto, pero tu amiga puede ser muy convincente.

—?También te dijo que es una fiesta de disfraces?

Gideon se encogió de hombros.

—A estas alturas ya no me sorprende nada. —Las puntas de sus dedos bajaron por mis mejillas hasta llegar a mi cuello—. Nos quedó tanto… por comentar anoche. —Se aclaró la garganta—. Me gustaría saberlo todo sobre tu abuelo y también querría que me explicaras cómo demonios conseguiste encontrarte con él, o, mejor dicho, cuándo. ?Y qué pasa con ese libro que Leslie sostenía en alto todo el rato como si fuera el Santo Grial?

—?Ah, Anna Karenina! Te lo he traído, aunque Leslie opinaba que aún debíamos esperar un poco, hasta que estuviéramos del todo seguras de que estabas de nuestro lado. —Moví la mano buscando la cartera, pero no la llevaba encima. Chasqueé la lengua, enojada—. ?Vaya! Mamá me ha cogido la cartera al bajar del coche.

En algún lugar sonó la melodía de ?Nice Guys Finish Last? y no pude evitar que se me escapara la risa.

—?Esto no será…?

—Hummm… sí. Apropiado, ?no? —Gideon pescó el móvil del bolsillo de los pantalones—. Si es Marley, le voy a… ?oh, es mi madre! —Suspiró—. Ha encontrado un internado para Raphael y quiere que yo le convenza de que vaya. Después la llamaré. Pero el móvil no dejaba de sonar.

—Ponte, no te preocupes —le dije—. Mientras tanto iré a buscar el libro. Volveré enseguida.

Salí corriendo sin esperar su respuesta. Seguramente mister Marley se subiría por las paredes en el sótano, pero eso en ese momento carecía de importancia. La puerta de la Sala del Dragón estaba entreabierta, y por tanto pude oír la voz excitada de mamá ya desde lejos:

—?Qué se supone que es esto, un interrogatorio? Ya he expuesto antes mis razones: quería proteger a mi hija y esperaba que Charlotte hubiera heredado el gen. No tengo nada más que decir sobre este tema.

—Vuelva a sentarse.

Este era, indudablemente, mister Whitman, con el tono de voz que empleaba para poner en cintura a los alumnos rebeldes.

Se oyó un ruido de sillas arrastradas y carraspeos varios. Me acerqué sigilosamente a la puerta.