Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

Sin embargo, el día en que mi tía decidió finalmente no volver a llevarnos a Harrods, Nick cambió sorprendentemente de táctica. Mi diminuto y mofletudo hermanito (?era tan mono de peque?o, y tenía un ceceo tan encantador!) se plantó ante la tía Glenda y gritó: ??Zabez lo que acaba de decirme mizter Grizzle, tía Glenda? ?Ha dicho que erez una bruja mala y fruztrada!?. Naturalmente, mister Grizzle nunca hubiera dicho algo así (era demasiado educado y la tía Glenda demasiado buena clienta), pero la noche anterior mamá soltó algo parecido. Al oírlo, la tía Glenda apretó los labios y se largó pisando fuerte, llevándose consigo de la mano a Charlotte. Luego en casa hubo una discusión bastante fea con mi madre (mamá estaba enfadada porque habíamos tenido que encontrar el camino de vuelta solos, y a la tía Glenda le quedó claro como el agua que lo de la bruja ?frutada? había salido de labios de su hermana), y el resultado fue que ya no pudimos salir más de compras con la tía Glenda. Aunque la palabra ?frutada? se ha seguido utilizando entre nosotros hasta el día de hoy.

Más adelante, a medida que me iba haciendo mayor, dejé de contarle a todo el mundo que podía ver cosas que ellos no veían. Es lo más inteligente que se puede hacer si no quieres que te tomen por loca. Solo con mis hermanos y con Leslie no tenía necesidad de disimular, porque ellos me creían. En el caso de mamá y la tía abuela Maddy no estaba tan segura de eso, pero al menos ellas nunca se reían de mí. Como la tía Maddy tenía visiones a intervalos irregulares, probablemente sabía muy bien cómo te sentías cuando nadie te creía.

—?Es simpático? —susurró Nick. El cono de luz de su linterna bailaba sobre los escalones.

—?Quién?

—Pues el fantasma.

—Sí —murmuré ateniéndome a la verdad.

—?Y qué aspecto tiene?

—Es bastante mono, pero él se considera un tipo peligroso.

Mientras bajábamos andando de puntillas hasta el segundo piso, que ocupaban la tía Glenda y Charlotte, traté de describir a Xemerius lo mejor que pude.

—?Qué guay! —susurró Nick—. ?Una mascota invisible! ?Qué envidia me das!

—?Una mascota! Sobre todo, no se te ocurra decir eso cuando Xemerius esté presente.

Casi esperaba oír los ronquidos de mi prima a través de la puerta del dormitorio, pero naturalmente Charlotte no roncaba. Las personas perfectas no hacen ruidos desagradables mientras duermen. Qué ?frutante?.

Medio piso más abajo, mi hermano peque?o soltó un profundo bostezo, y de pronto me entraron remordimientos de conciencia.

—Escucha, Nick, son las tres y media de la noche y ma?ana tienes que ir a la escuela. Mamá me matará si descubre que no te he dejado dormir.

—?No estoy nada cansado! ?Y no estaría bien que ahora me enviaras a la cama y siguieras sin mí! Dime, ?qué escondió el abuelo?

—No tengo ni idea; tal vez un libro en el que me lo explica todo o una carta. El abuelito era el gran maestre de los Vigilantes. Lo sabía todo sobre mí y esa historia de los viajes en el tiempo, y también sabía que no era Charlotte la que había heredado el gen, porque yo me encontré con él personalmente en el pasado y se lo expliqué.

—?Qué suerte tienes! —susurró Nick, y a?adió casi avergonzado—: La verdad es que yo apenas lo recuerdo. Solo me acuerdo de que siempre estaba de buen humor y de que no era nada estricto, justo lo contrario de lady Arista. Además, siempre olía a caramelo y a hierbas raras.

—Eso era su tabaco de pipa. ?Cuidado!

Llegué justo a tiempo de frenar a Nick. Ya habíamos pasado el segundo piso, pero en el tramo de escalera que llevaba al primer piso había unos cuantos pelda?os traicioneros que crujían mucho. Al final había aprendido algo de repetidos paseos nocturnos a la cocina durante a?os. Rodeamos los puntos peligrosos y finalmente llegamos a la pintura del tatatarabuelo Hugh.

—?Muy bien, allá vamos!

Nick iluminó la cara de nuestro antepasado con la linterna.

—?Es una crueldad que llamara a su caballo Fat Annie! ?El animal es superesbelto, y en cambio él parece un cerdo bien cebado con barba!

—Sí, a mí también me lo parece.

Palpé por detrás del marco buscando la palanca que ponía en movimiento el mecanismo de la puerta secreta. Como siempre, se atrancaba un poco.

—Todos duermen como bebés. —Xemerius aterrizó resoplando junto a nosotros en los escalones—. Todos menos mister Bernhard, que por lo visto padece de insomnio. Pero no os preocupéis, que no nos molestará: está sentado en la cocina ante un plato de salchichas de pollo frías mirando una película de Clint Eastwood.

—Perfecto.

Con el chirrido habitual, el cuadro giró hacia delante dejando paso a unos pocos escalones situados entre las paredes, que un metro y medio más allá acababan ante otra puerta más ancha. Esa puerta conducía al ba?o del primer piso, y por el otro lado estaba camuflada con un espejo que llegaba hasta el suelo. En otro tiempo a menudo pasábamos por ella solo para divertirnos (lo emocionante estaba en que nunca se podía saber si en ese momento alguien estaría utilizando el ba?o), pero nunca descubrimos para qué servía en realidad aquel pasadizo secreto. Tal vez simplemente a uno de nuestros antepasados le gustara la idea de poder desaparecer cuando quisiera del reservado.

—?Y dónde está la caja, Xemerius? —pregunté.

—Ichquierda. Entre lach paredes.

En la penumbra no podía distinguirlo bien, pero sonaba como si estuviera intentando sacarse algo de entre los dientes.

—El nombre de Xemerius es como un trabalenguas —dijo Nick—. Yo le llamaría Xemi. O Merry. ?Puedo coger yo la caja?

—Está a la izquierda —dije.

—?Cho un trabalenguach? —dijo Xemerius—. ?Txemi o Merry! ?Ni che te ocurra! Cho vengo de una larga echtirpe de poterosos daimones, y nuechtroch nombrech…

—Oye, ?tienes algo en la boca?

Xemerius masticó y escupió antes de decir:

—Ahora ya nada. Me he comido a esa paloma que dormía en el tejado. Estúpidas plumas.