—Si cree que me lo voy a tragar… —dijo Xemerius enfurru?ado—. Este hombre mete la nariz en todas partes. Y se acerca sigilosamente por detrás cuando uno se siente a salvo después de haberle dejado ante un plato de salchichas. ?Pero todo esto es por tu culpa, incrédula fuente ambulante! Si no me hubieras acusado de mentir, este insomne senil no habría podido sorprendernos.
—Desde luego, estaré encantado de ayudarles a volver a sacar el arca de aquí —continuó mister Bernhard—, pero sería preferible hacerlo hoy al atardecer, cuando su abuela y su tía se encuentren en la reunión de la sección femenina del Rotary Club. Por eso ahora les propongo que nos vayamos todos a la cama; al fin y al cabo, ma?ana tienen que ir a la escuela.
—Sí, claro —dijo Xemerius—, y entretanto él saca ese trasto de la pared por su cuenta, y luego se hace con los diamantes y nos deja a nosotros unas cuantas nueces viejas en la caja. Ya sabemos cómo funciona esto.
—Tonterías —murmuré. Si esa hubiera sido la intención de mister Bernhard, habría podido hacerlo mucho antes, porque, aparte de él, nadie sabía de la existencia de la caja. Pero ?qué demonios podía haber dentro para que el abuelito la hubiera hecho emparedar en su propia casa?
—?Por qué quiere ayudarnos? —preguntó Nick, adelantándose impertinentemente a la pregunta que yo ya tenía en la punta de la lengua.
—Porque manejo muy bien el martillo y la escarpa —dijo mister Bernhard. Y bajando aún más el tono de voz, a?adió—: Y porque, lamentablemente, su abuelo no puede estar aquí para apoyar a miss Gwendolyn.
De pronto se me hizo un nudo en la garganta y tuve que hacer un esfuerzo para no echarme a llorar otra vez.
—Gracias —murmuré.
—No se alegre demasiado pronto. La llave del arca se ha… perdido. Y no sé si podré reunir el valor suficiente para maltratar una obra tan valiosa como esa con una palanqueta.
Mister Bernhard suspiró.
—?Eso significa que no les dirá nada de esto a mamá y a lady Arista? —preguntó Nick.
—No si se van enseguida a la cama. —De nuevo vi brillar sus dientes en la penumbra antes de que se volviera para subir otra vez por la escalera—. Buenas noches. Traten de dormir un poco.
—Buenas noches, mister Bernhard —murmuramos Nick y yo.
—Viejo tunante —dijo Xemerius—. ?A partir de ahora no te voy a quitar los ojos de encima!
Cuando el círculo de la sangre se completa la eternidad fragua la piedra filosofal.
Vestida de juventud surge una nueva fuerza que al elegido otorga un poder inmortal Mas cuando ascienda la duodécima estrella, reanudará el destino su curso fatal.
Perderá su lozanía el roble con ella, sometido al yugo del tiempo terrenal.
Hasta que el lucero palidezca y muera, no tendrá el águila su nido eternal.
Y solo por amor se extingue una estrella, si ha elegido libremente su final.
De los Escritos secretos del conde de Saint Germain
Capítulo II
—?Y bien? —Nuestra compa?era de clase Cynthia se había plantado ante nosotras con los brazos en jarras bloqueándonos el paso hacia el primer piso. Los alumnos, que tenían que apretujarse para pasar a nuestro lado, protestaron por el atasco, pero a Cynthia le era indiferente. Mientras retorcía entre sus dedos la fea corbata del uniforme del Saint Lennox con expresión severa, nos preguntó—: A ver, ?cómo pensáis ir disfrazadas?
El fin de semana era su cumplea?os y nos había invitado a su fiesta de disfraces anual.
Leslie sacudió la cabeza, irritada.
—?Sabes que cada vez te comportas de forma más rara, Cyn? Antes ya eras extra?a, pero últimamente la cosa empieza a ser realmente extravagante. ?La gente no pregunta a los invitados cómo se vestirán para su fiesta!
—?Exacto! A ver si al final tendrás que celebrarla sola.
Traté de escabullirme discretamente hacia la escalera, pero Cynthia alargó la mano a la velocidad del rayo y me agarró del brazo.
—Cada a?o le doy un montón de vueltas a la cabeza para encontrar un tema interesante de verdad, y al final siempre aparece un aguafiestas que hace lo que le da la gana —dijo—. Solo hay que pensar en ?El carnaval de los animales? y ?en todos los que se clavaron una pluma en el pelo diciendo que representaban a una gallina! Sí, Gwenny, ya puedes poner cara de culpable. Sé muy bien de quién fue la idea.
—No todo el mundo tiene una madre aficionada a las máscaras de elefante de papel maché —dijo Leslie mientras yo me limitaba a murmurar fastidiada ?Tenemos que ir a clase?.
Me contuve para no a?adir que en ese momento me importaba un pito su fiesta; pero supongo que se me debía de notar en la cara, porque, en lugar de apartarse, Cynthia me apretó el brazo con más fuerza.
—?Y os acordáis de ?La fiesta playera de las Barbies?? —Cynthia se estremeció visiblemente ante el simple recuerdo de aquella fiesta (y con razón, dicho sea de paso) y después respiró hondo antes de a?adir—: Esta vez quiero ir sobre seguro. ?Verde que te quiero verde? es un tema fabuloso y no dejaré que nadie me lo estropee. Para que os queda claro: la laca de u?as verde o un pa?uelo verde no bastan.
—?Te apartarías si te pusiera un ojo morado? —gru?í—. Seguro que para cuando llegue la fiesta estará verde.