Leslie volvió a interrumpirme.
—Mira, resulta que a veces la vida no es nada deportiva —dijo más fríamente aún si cabe—. Puedes darle las gracias a tu hermano por eso. Como estoy seguro de que sabes, en este ?juego? estamos en bandos distintos. Y no podemos arriesgarnos a que le des alguna información a Gideon, que, dicho sea de paso, es un ce… no es una persona de nuestro agrado que digamos.
—?Leslie! —?Se había vuelto loca o qué?
—?Pardon? ?Esta búsqueda del tesoro tiene algo que ver con mi hermano y los viajes en el tiempo? —preguntó Raphael parándose en seco—. ?Y puedo preguntar qué os ha hecho Gideon en realidad?
—Ahora no te hagas el sorprendido —dijo Leslie—. Supongo que Gideon y tú hablaréis de todo.
Me hizo un gi?o, y yo me quedé mirándola perpleja, incapaz de reaccionar.
—?Pues no, no lo hacemos! —gritó Raphael—. ?Apenas tenemos tiempo para hablar! Gideon siempre está fuera, ocupado con sus misiones secretas. Y cuando está en casa, se pasa el tiempo rumiando inclinado sobre sus documentos secretos o mirando agujeros secretos en el techo. O pero aún: Charlotte se deja caer por el piso y me pone de los nervios con ese continuo ir y venir arreglando cosas. —Ponía tal cara de pena que me vinieron ganas de abrazarlo, sobre todo cuando a?adió en voz baja—: Pensaba que seríamos amigos. Ayer por la tarde tuve la sensación de que realmente nos entendíamos bien.
Leslie —o tal vez debería decir ?mi amiga la nevera?— se limitó a encogerse de hombros.
—Sí, ayer estuvo bien. Pero para ser sincera, apenas nos conocemos. De modo que en realidad no se puede hablar de una amistad.
—De manera que solo me has utilizado para encontrar las coordenadas —dijo Raphael, y le dirigió una mirada inquisitiva, probablemente con la esperanza de que ella lo desmintiera.
—Como ya he dicho, la vida no siempre es deportiva. —Era evidente que para Leslie se había acabado la discusión. Mi amiga me estiró del brazo y dijo—: Gwen, tenemos que darnos prisa. Hoy mistress Counter reparte los temas para las exposiciones, y no quiero tener que ponerme a investigar sobre la expansión del delta del Ganges oriental…
Me volví y miré a Raphael. Estaba muy serio y como aturdido. Cuando trató de meterse las manos en los bolsillos, descubrió que los pantalones del uniforme del Saint Lennox no tenían bolsillos.
—?Les, mira qué has hecho! —le dije.
—… ni tampoco sobre grupos étnicos con nombre impronunciables.
La agarré del brazo, como antes Cynthia lo había hecho conmigo.
—?Qué te pasa, cielo? —susurré—. ?Por qué has cargado de ese modo contra Raphael? ?Forma parte de un plan que aún no conozco?
—Solo soy prudente. —Leslie desvió la mirada hacia el tablón de anuncios—. ?Oh, qué bien! ?Unas prácticas nuevas, dise?o de joyas! Y a propósito de joyas —se metió la mano dentro de la blusa y sacó una cadenita—, mira, llevo la llave que me trajiste de tu viaje en el tiempo como colgante. ?No te parece guay? Les digo a todos que es la llave de mi corazón.
Su maniobra de distracción no funcionó conmigo.
—Leslie, Raphael no tiene la culpa de que su hermano sea un cerdo. Y le creo cuando dice que no sabe nada de los secretos de Gideon. Es nuevo en Inglaterra y en la escuela no conoce a nadie…
—Seguro que encontrará a un montón de gente nueva que estará encantada de ocuparse de él. —Leslie seguía mirando tercamente hacia el tablón de anuncios. En su nariz bailaban las pecas—. Ya verás como ma?ana me habrá olvidado y llamará mirnonne a otra.
—Sí, pero… —Y entonces vi el revelador enrojecimiento en sus mejillas y tuve una inspiración—. ?Ahora lo entiendo! ?Tu forma de comportante no tiene nada que ver con Gideon! ?Solo te da miedo enamorarte de Raphael!
—Tonterías. ?No es para nada mi tipo!
Ajá. No hacía falta que dijera más. Al fin y al cabo, yo era su mejor amiga y la conocía desde hacía una eternidad. Y, además, con su respuesta no hubiera conseguido despistar ni a Cynthia.
—Vamos, Les. ?A quién quieres enga?ar? —dije riendo.
Por fin Leslie apartó la mirada de los anuncios y me dirigió una sonrisa irónica.
—?Y qué importa si es así! Por el momento no podemos permitirnos padecer un reblandecimiento cerebral hormonal al mismo tiempo. Ya es suficiente con que una de las dos no se encuentre en plena posesión de sus facultades mentales.
—Muchas gracias.
—?Es que es verdad! Como solamente estás preocupada por Gideon, sencillamente no eres consciente de la gravedad de la situación. Necesitas que te ayude alguien que pueda pensar con claridad, y esa soy yo. No me dejaré engatusar por ese francés, eso lo tengo muy claro.