Les ignoré y cogí a Leslie del brazo.
—?Fresas! —gritó James mientras nos íbamos—. ?Mi comida favorita son las fresas!
—?De qué iba todo eso? —me preguntó Leslie mientras bajábamos.
—Si me encuentro con James en el baile, quiero prevenirle contra el virus de la viruela —le expliqué—. Acaba de cumplir veintiún a?os. Demasiado joven para morir, ?no te parece?
—Me pregunto si es correcto inmiscuirse —dijo Leslie—. Ya sabes: el destino, la predestinación y todas esas cosas.
—Sí, pero algún motivo tiene que haber para que siga merodeando por aquí como espíritu. Tal vez mi destino sea ayudarle.
—?Y por qué tienes que ir a ese baile? —preguntó Leslie.
Me encogí de hombros.
—Supuestamente, el conde de Saint Germain lo determinó así en esos chalados Anales. Para conocerme mejor o algo parecido.
—?O algo parecido? —dijo Leslie enarcando las cejas.
Suspiré.
—Sea como sea, el baile se celebra en septiembre de 1782, pero James no se pondrá enfermo hasta el a?o 1783. Si consigo prevenirle, podría, por ejemplo, irse al campo cuando estalle la enfermedad. O al menos mantenerse a distancia de ese lord no-sé-qué. ?Por qué sonríes así?
—?Quieres decirle vienes del futuro y que sabes que dentro de poco se infectará de viruela? ?Y como demostración le dirás el nombre de su caballo favorito?
—Sí, bueno… El plan aún no está del todo maduro.
—Sería mejor una vacuna —dijo Leslie mientras abría la puerta del patio—. Aunque de todos modos, no creo que resulte nada fácil.
—Supongo que no. Pero ?qué hay que sea fácil en estos días? —dije, y lancé un gemido—: ?Maldita sea!
Charlotte se encontraba junto a la limusina que esperaba llevarme, como cada día, al cuartel general de los Vigilantes, lo cual solo podía significar una cosa: que volverían a torturarme con los minués, las reverencias y el sitio de Gibraltar, todos ellos conocimientos muy útiles para un baile en el a?o 1782, al menos en opinión de los Vigilantes.
Sin embargo, curiosamente todo eso me resultaba indiferente, tal vez porque ya estaba demasiado ocupada pensando en mi siguiente encuentro con Gideon.
Leslie entornó los ojos.
—?Quién es ese fulano que está junto a Charlotte?
Se?alo al pelirrojo mister Marley, un adepto de primer grado que, aparte de por su título, se distinguía sobre todo por su capacidad para ponerse rojo como un tomate. Mister Marley estaba de pie junto a Charlotte con la cabeza gacha. Le expliqué a Leslie quién era.
—Creo que Charlotte le da miedo —a?adí—,pero de algún modo también la encuentra fabulosa.
Charlotte, que nos había visto, me hizo se?as para que me acercara. Parecía bastante nerviosa.
—Desde el punto de vista cromático-capilar, al menos, encajan de maravilla —dijo Leslie, y me abrazó—. Mucha suerte. Piensa en todo lo que hemos hablado. Y sé prudente. ?Y, por favor, haz una foto del tal mister Giordano!
—Giordano, Giordano a secas, si no te importa —dije imitando la voz nasal de mi profesor—. Hasta la noche.
—Ah, Gwenny, no se lo pongas demasiado fácil a Gideon, ?vale?
—?Por fin, ya era hora! —Me chilló Charlotte cuando llegué junto al coche—. Hace una eternidad que esperamos. Todos nos están mirando.
—Como si eso te molestara. Hola, mister Marley, ?cómo está?
—Hummm… Bien. Hummm… ?Y usted?
Ya estaba rojo como un pimiento. El pobre mister Marley me daba pena. Yo también tenía tendencia a sonrojarme, pero a él no solo le subía la sangre a las mejillas, sino que también las orejas y el cuello se le ponían del color de un tomate maduro. ?Era algo horripilante!
—Magníficamente —dije, aunque me habría gustado ver la cara que ponía si hubiera contestado ?hecha una mierda?.
Mister Marley mantuvo la puerta del coche abierta para que entráramos; Charlotte se instaló graciosamente en el asiento trasero y yo me dejé caer en el asiento que había frente a ella.
El coche se puso en movimiento. Charlotte empezó a mirar por la ventanilla y yo me quedé contemplando el vacío, reflexionando sobre si sería mejor adoptar un aire frío y ofendido, o marcadamente amable pero indiferente, cuando me encontrar con Gideon. Me disgustaba no haberlo discutido antes con Leslie. Cuando la limusina ya subía hacia el Strand, Charlotte dejó de mirar fuera y se puso a mirarse las u?as. Luego levantó la mirada de improviso, me examinó de arriba abajo y me preguntó desafiante:
—?Con quién irás a la fiesta de Cynthia?
Era evidente que buscaba guerra, suerte que ya estábamos llegando: la limusina giraba para entrar en el aparcamiento de la Crown Office Road.
—Bueno, aún no he podido decidirme, no sé si iré con la rana Gustavo o con Shrek, si tiene tiempo. ?Y tú?