Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

Cynthia hizo como si no me hubiera oído.

—Yo, por ejemplo, iré de Eliza Doolittle, la florista victoriana. Sarah tiene un disfraz de pimiento verde genial (aunque no sé cómo lo hará cuando tenga que ir al lavabo). Gordon va de prado florido, envuelto de la cabeza a los pies en césped artificial.

—Cyn…

Por desgracia, se resistía a dejarse apartar a un lado.

—Y a Charlotte una modista le está haciendo un vestido. Pero aún es un secreto de qué irá disfrazada. ?No es verdad, Charlotte?

Mi prima Charlotte, encajada entre un montón de alumnos de primero, trató de detenerse, pero se vio empujada escaleras arriba por la multitud.

—Bueno, en realidad no es muy difícil de adivinar. Solo os diré: tul en siete tonos de diferentes de verde. Y si todo va bien, me presentaré acompa?ada del rey Oberón.

Tuvo que gritar la última frase por encima del hombro, y mientras la pronunciaba me miró y sonrió de un modo extra?o. Ya lo había hecho antes en el desayuno, y había faltado poco para que le tirara un tomate a la cara.

—Bien por Charlotte —dijo Cynthia satisfecha—. Viene de verde y con compa?ía masculina. Esos son mis invitados preferidos.

La compa?ía masculina de Charlotte no sería… No, imposible. Gideon nunca se pegaría unas orejas puntiagudas. ?O tal vez sí? Miré hacía Charlotte, que se movía entre el tumulto como una reina. Se había sujetado su resplandeciente cabellera roja en una especie de peinado trenzado estilo retro, y todas las chicas de las clases inferiores la miraban con esa mezcla de aversión y admiración que solo puede provocar la pura envidia. Probablemente al día siguiente el patio de la escuela estaría invadido de encantadores peinados retro.

—Bueno, ?de qué y con quién vais a venir? —preguntó Cynthia.

—De marcianas, oh, Cyn, la mejor de las anfitrionas que imaginarse pueda —respondió Leslie con un suspiro resignado—. Y lo de los acompa?antes todavía es una sorpresa.

—Ah, muy bien. —Cynthia me soltó el brazo—. Marcianas. No es bonito, pero sí original. Cuidado con cambiar de planes, ?eh! —Sin despedirse, se alejó en busca de su siguiente víctima—. ?Katie! ?Hola! ?Espera un momento! ?Es por lo de mi fiesta!

—?De marcianas? —repetí yo mientras dirigía automáticamente la mirada hacia el nicho donde acostumbraba a encontrarse James, el fantasma de la escuela. Pero el nicho estaba vacío.

—De alguna manera teníamos que deshacernos de ella —dijo Leslie—. ?Fiestas! Bah, ?quién tiene tiempo para ocuparse de eso ahora?

—?He oído algo de una fiesta? Me apunto.

El hermano de Gideon, Raphael, que había aparecido de repente por detrás, se coló entre nosotras dos, dándome el brazo y pasándole el otro a Leslie por la cintura como si fuera lo más natural del mundo. Llevaba la corbata anudada de un modo muy curioso. Y al fijarme con más detalle me di cuenta de que se había limitado a hacerse un nudo doble.

—Y yo que ya empezaba a pensar que a vosotros los ingleses no os iban las fiestas. No hay más que ver a qué hora cierran los pubs.

Leslie se soltó con un movimiento enérgico.

—Me temo que voy a decepcionarte, pero la fiesta de disfraces anual de Cynthia no tiene nada que ver con una fiesta de verdad. A no ser que te gusten las fiestas en que los padres vigilan el bufet para que nadie vierta alcohol en las bebidas o sobre el postre.

—Bueno, eso es verdad; pero siempre juegan con nosotros a juegos muuuy divertidos —defendí a los padres de Cynthia—. Y la mayoría de las veces también son los únicos que bailan. —Miré de soslayo a Raphael y rápidamente volví la cabeza, porque su perfil se parecía demasiado al de su hermano—. Para ser sincera, me extra?a que Cynthia aún no te haya invitado.

—No, si lo ha hecho —Raphael suspiró—. Le dije que por desgracia ya había quedado. Odio las fiestas temáticas con disfraz obligatorio. Pero si hubiera sabido que vosotras también ibais…

Estaba pensando en ofrecerme a anudarle bien la corbata (las normas escolares eran bastante estrictas en ese sentido) cuando volvió a pasar el brazo por la cintura de Leslie y dijo alegremente:

—?Le has explicado a Gwendolyn que hemos localizado el tesoro de vuestro juego de misterios? ?Ya lo ha encontrado?

—Sí —respondió Leslie escuetamente. Y me fijé en que esta vez no se había soltado.

—?Y cómo sigue el juego ahora, mignonne?

—En realidad no es ningún… —empecé a decir, pero Leslie me interrumpió.

—Lo siento, Raphael, pero no puedes seguir jugando con nosotras —dijo fríamente.

—?Qué? ?Vamos, eso no me parece muy deportivo, la verdad!

Yo tampoco lo encontraba deportivo. Al fin y al cabo, no estábamos jugando a ningún juego del que pudiéramos excluir al pobre Raphael.

—Leslie solo quiere decir que…