—?Exacto! Es el momento en que tú siempre gritas: ??Pero díselo de una vez, cretina!?
Leslie asintió con la cabeza.
—Pero en las películas siempre se interpone algo o alguien. El perro ha mordido el cable del teléfono, la perversa antagonista no le pasa la noticia, la madre le explica que su hija se ha trasladado a California… ?ya sabes lo que quiero decir! —Me pasó su cepillo del pelo y me examinó con atención—. ?Sabes?, cuanto más lo pienso, más improbable me parece que no se haya enamorado de ti.
Me sentí tan aliviada que se me empa?aron los ojos de lágrimas.
—En ese caso seguiría siendo un cerdo, pero… creo que podría personárselo.
—Yo también —dijo Leslie, y me dirigió una sonrisa radiante—. Tengo rímel resistente al agua y lipgloss, ?quieres?
Bueno, de todas formas no me haría ningún da?o.
Otra vez fuimos las últimas en salir de la clase. Me sentía de tan buen humor que Leslie se sintió obligad a darme un codazo en las costillas.
—No es que quiera estropear tu entusiasmo, pero también podría ser que estuviéramos equivocadas y que hayamos visto demasiadas películas románticas.
—Sí, ya lo sé —dije—. Oh, ahí está James.
Miré a mi alrededor. La mayoría de los alumnos ya estaban saliendo, de modo que quedaban pocos que pudieran extra?arse de ver cómo le hablaba a un nicho de la pared.
—?Hola, James!
—Buenos días, miss Gwendolyn.
Como siempre, llevaba una levita floreada, pantalones de media pierna y medias de color blanco crema. Sus pies estaban embutidos en unos zapatos de brocado con hebillas plateadas y su pa?uelo del cuello estaba anudado de un modo tan artístico y complicado que era imposible que hubiera podido hacérselo él mismo. Lo más chocante era la peluca rizada, la capa de polvos en la cara y las pecas pegadas, que, por razones difíciles de entender, él llamaba ?parchecitos embellecedores?. Sin todos esos complementos y vestido con ropa actual, James probablemente habría podido pasar por un joven bastante atractivo.
—?Dónde te has metido esta ma?ana, James? Habíamos quedado en el segundo descanso, ?no te acuerdas?
James sacudió la cabeza.
—Odio esta fiebre. Y no me gusta este sue?o; aquí es todo tan… ?feo! —Suspiró profundamente y se?alo el techo—. Me pregunto qué clase de patanes han cubierto de pintura los frescos. Mi padre pagó una fortuna por ellos. Me encanta la pastora del medio; está pintada con excepcional maestría, aunque mi madre siempre dice que debería llevar un poco más de ropa. —Con expresión malhumorada, me miró a mí y luego a Leslie, dedicando especial atención a las faldas plisadas de nuestro uniforme escolar y a nuestras rodillas—. ?Si supiera cómo van vestidas las personas en mi sue?o febril, se quedaría realmente horrorizada! Sin ir más lejos yo lo estoy. Nunca en mi vida habría pensado que podía tener una imaginación tan depravada.
Por lo visto, James tenía un día especialmente malo. Suerte que Xemerius (?al que James odiaba!) había preferido quedarse en casa (según él, para mantener controlado el tesoro y a mister Bernhard, aunque yo sospechaba que en realidad quería volver a mirar por encima del hombro de mi tía abuela mientras leía. Por lo visto, el best-seller de la tía Maddy le tenía enganchado).
—?Depravada! Qué cumplido más encantador, James —dije con benevolencia.
Hacía tiempo que había renunciado a explicarle a James que no estaba so?ando, sino que desde hacía unos doscientos treinta a?os estaba muerto, porque suponía que a nadie le gusta escuchar algo así.
—Hace un rato el doctor Barrow me ha vuelto a practicar una sangría, e incluso he podido beber unos sorbos de agua —continuó—. Confiaba en so?ar otra cosa esta vez, pero… en fin, aquí estoy de nuevo.
—Y yo estoy encantada de verte —repliqué cordialmente—. Te echaría mucho de menos, ?sabes?
James se esforzó en sonreír.
—Bueno, mentiría si dijera que yo no os llevo también, de algún modo, en mi corazón. ?Debemos continuar ahora con las clases de modales?
—Por desgracia, no tenemos tiempo. Pero podemos quedar ma?ana, ?de acuerdo? —En la escalera me volví de nuevo hacia él—. Por cierto, James, ?en septiembre del a?o 1782, cuál era tu caballo favorito?
Dos chicos que empujaban una mesa con un proyector por el pasillo se detuvieron, y Leslie soltó una risita cuando me preguntaron a coro: ??Es a mí??.
—?En septiembre del a?o pasado? —preguntó James—. Héctor, naturalmente. Siempre será mi caballo favorito. El alazán más soberbio que te puedas imaginar.
—?Y cuál es tu comida preferida?
Los chicos del proyector me miraron como si hubiera perdido la cabeza. Y también James arrugó la frente.
—?Qué clases de preguntas son esas? En este momento no tengo ningún apetito.
—Bueno, no corre prisa. Dejémoslo para ma?ana. Hasta luego, James.
—Me llamo Finley, pirada —dijo uno de los chicos, y el otro sonrió y dijo–: Y yo soy Adam, ?pero, oye, no me importa que me llames James!