Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—Una palabra más y te devoro —dijo Xemerius.

Gideon, que se había apartado unos pasos y se había dejado caer en una silla, se quitó la peluca, se pasó los dedos por la cabellera rizada y hundió la cara entre las manos.

—No lo entiendo —me pareció oír que decía, aunque la voz no era muy clara.

Bueno, en eso ya éramos dos. Porque ?cómo se entendía que hubiera muerto hacía un momento y ahora estuviera fresca como una rosa? ?Era posible imaginarse algo así? Miré la herida que el doctor White estaba curando. Tenía razón, de hecho solo era un rasgu?o. El corte que me había hecho con el cuchillo para verduras había sido bastante más profundo y doloroso.

La cara de Gideon volvió a emerger de entre sus manos. ?Cómo brillaba el verde de sus ojos en su cara pálida! En ese momento recordé lo último que me había dicho y traté de incorporarme otra vez, pero el doctor White me lo impidió.

—?No podría quitarle alguien esa absurda peluca? —dijo en tono desabrido.

Inmediatamente varias manos empezaron a quitarme las horquillas del peinado. Fue una sensación fabulosa verme libre por fin del postizo.

—Con cuidado, Marley —advirtió Falk de Villiers—. ?Piense en madame Rossini!

—Sí, sir —balbució Marley, y casi dejó caer la peluca del susto ?. Madame Rossini, sir.

Mister George retiró los alfileres del mo?o y deshizo la trenza con mucho cuidado.

—?Mejor así? —preguntó.

Sí, mucho mejor.

—Tengo una mu?eca vestida de azul, con su corpi?ito y su canesú, la saqué a paseo y se me pinchó, la tengo en la cama con poco dolor —tarareó Xemerius tontamente—. ?Nunca lo hubiera dicho, pero la verdad es que ahora no te sentaría nada mal un sombrero! Ese pelo te aseguraría un buen puesto en la lista de las peor peinadas. ?Uf, estoy tan contento de que aún vivas y de no tener que buscarme a otra persona para decirle gansadas!

El peque?o Robert rió entre dientes.

—?Puedo volver a mirar? —preguntó James, y abrió los ojos sin esperar la respuesta. Después de lanzarme una ojeada, volvió a cerrarlos enseguida—. ?Repámpanos! Es realmente miss Gwendolyn. Perdonad que no os reconociera antes, cuando el joven dandi pasó con vos ante mi nicho. —Suspiró—. Lo cual era en sí mismo un acontecimiento bastante extraordinario. Ya he perdido la costumbre de ver a gente vestida de una forma decente entre estas paredes.

Míster Whitman le pasó el brazo por los hombros a Gideon.

—?Qué ha ocurrido exactamente, muchacho? ?Pudiste transmitir al conde nuestro mensaje? ?Y te dio instrucciones para el siguiente encuentro?

—Tráele un whisky y déjale en paz unos minutos —gru?ó el doctor White mientras me pegaba dos tiritas sobre la herida—. Aún se encuentra en estado de shock.

—No, no, ya estoy bien —murmuró Gideon, y después de lanzarme una rápida mirada, cogió la carta sellada del bolsillo de su levita y se la tendió a Falk.

—?Ven conmigo! —Mister Whitman ayudó a Gideon a levantarse y le condujo hacia la puerta—. Arriba, en el despecho del director Gilles, hay whisky. Y también un diván, por si quieres descansar un momento. —Miró alrededor—. Falk, ?nos acompa?as?

—Desde luego —dijo Flak—. Espero que el viejo Gilles tenga bastante whisky para todos. ?Y a?adió volviéndose hacia los otros —: Y no se os ocurra llevar a casa a Gwendolyn con esta pinta, ?está claro?

—Está claro, sir —le aseguró míster Marley—. Claro como el agua, sir, si puedo formularlo así.

Falk puso los ojos en blanco.

—Puede —dijo, antes de desaparecer por la puerta con mister Whitman y Gideon.

Mister Bernhard tenía la noche libre, y por eso me abrió la puerta Caroline, que empezó a encadenar una frase con otra sin pararse a respirar:

—Charlotte se ha probado el vestido de hada para la fiesta, es precioso y primero me ha dado permiso para colocarle las alas, pero entonces la tía Glenda ha dicho que hiciera el favor de lavarme las manos, que seguro que había vuelto a acariciar algún sucio bi…

No llegó a decir nada más, porque me acerqué y la abracé tan fuerte que se quedó sin aire.

—?Sí, eso, tú aplástala! —dijo Xemerius, que había entrado aleteando en la casa detrás de mí—. Tu mamá no tiene más que tener otro hijo si se le estropea este.

—Mi dulce, encantadora y preciosísima hermanita —murmuré con la cara pegada a sus cabellos, riendo y llorando al mismo tiempo—. ?Te quiero tanto!

—Yo también te quiero, pero me estás escupiendo en la oreja —dijo Carloline, y se soltó con cuidado—. ?Ven! Ya estamos comiendo. ?De postre hay tarta de chocolate de la Hummingbird Bakery! —?Oh, sí, me encanta el Chocolate Devil′s Food Cake, me encanta, me encanta! —grité—. ?Y amo la vida que nos regala todas estas cosas fantásticas!