Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

La hoja me atravesó el vestido y penetro profundamente en la carne bajo el arco costal izquierdo; y antes de que fuera realmente consiente de lo que había sucedido, lord Alastair ya había sacado el arma y se lanzaba con un grito triunfal contra Gideon, con la punta de la espada manchada con mi sangre apuntando hacia él.

El dolor llegó segundos después. Como una marioneta a la que le han cortado los hilos, caí de rodillas, e instintivamente me apreté el pecho con las manos. Oí a Gideon gritar mi nombre y vi como arrancaba dos sables de la pared y los blandía sobre su cabeza como un guerrero samurái, mientras me desplomaba en el suelo y mi nuca chocaba violentamente contra el parquet (la verdad es que en situaciones así una peluca resulta muy práctica). El dolor desapareció de repente, como por arte de magia. Durante un momento me quedé mirando al vacío, perpleja, y luego empecé a elevarme flotando en el aire, ingrávida, incorpórea, cada vez más arriba, hacia el techo decorado con estucados. A mi alrededor, a la luz de las velas, bailaban partículas de polvo doradas, y era casi como si me hubiera convertido en una de ellas.

Muy por debajo de donde estaba, me vi a mi misma tendida en el suelo, con los ojos muy abiertos y tratando de aspirar aire. Una mancha de sangre se extendió poco a poco por la tela de mi vestido. Mi cara perdió el color rápidamente y mi tez se volvió tan blanca como mi peluca. Maravillada, vi como mis párpados temblaban y luego se cerraban.

Pero la parte de mí que flotaba en el aire pudo seguir observándolo todo:

Vi al primer secretario, que yacía inmóvil junto al candelabro, sangrando por una gran herida en la sien.

Vi a Gideon, pálido de ira, lanzándose contra Alastair. El lord retrocedió hacia la puerta y paró el primer golpe con su espada, pero solo unos segundo más tarde Gideon lo había hecho recular y lo tenía acorralado en un rincón de la habitación.

Vi como se enfrentaban en un duelo encarnizado, aunque allí arriba el tintineo de las armas llegaba un poco amortiguado.

El lord lanzó un ataque y buscó una escapatoria por el flanco izquierdo de Gideon, pero él adivino sus intenciones y casi al mismo instante descargo un sablazo contra el antebrazo derecho descubierto de su adversario. Alastair miró primero a su oponente con cara de incredulidad, y luego su rostro se deformó en un grito mudo. Sus dedos se abrieron y la espada cayó y tableteó un momento sobre el parquet: Gideon le había clavado el brazo a la pared. Reducido a la impotencia, el lord —a pesar de los dolores que sin duda sentía— empezó a escupir salvajes insultos contra él.

Gideon se apartó sin dignarse dirigirle una sola mirada y corrió hacia mí. Quiero decir, hacia mí cuerpo, porque yo flotaba tontamente en el aire.

—?Gwendolyn! ?Oh, Dios mío! ?Gwenny! ?No, por favor!

Apretó su pu?o contra el punto, bajo mi pecho, en el que la espada había dejado un minúsculo agujero en el vestido.

—?Demasiado tarde! —clamó Darth Vader—. ?No veis como la vida se le escapa?

—Morirá, eso no podéis cambiarlo —gritó también lord Alastair desde el rincón, evitando cuidadosamente mover su brazo clavado. La sangre que le manaba formaba un peque?o charco a sus pies—. He atravesado su demoníaco corazón.

—?Cerrad la boca! —le gritó Gideon, que ahora había colocado las dos manos sobre mi herida y apretaba con todo su peso—. No permitiré que se desangre. Si aún llegáramos a tiempo… —sollozó desesperado—. ?No puede morirte, me oyes, Gwenny!

Mi pecho aún se levanta y se hundía y mi piel estaba cubierta por minúsculas gotitas de sudor, pero no había que descartar que Darth Vader y lord Alastair tuvieran razón. Al fin y al cabo yo ya flotaba en el aire como una partícula de polvo brillante y en mi rostro, ahí abajo, era imposible reconocer el menor vestigio de color. Incluso mis labios se habían vuelto grises.

A Gideon le rodaban las lágrimas por la cara mientras seguía apretando con todas sus fuerzas las manos sobre la herida.

—Quédate conmigo, Gwenny, quédate conmigo —susurró, y de pronto ya no vi nada, pero en cambio sentí el suelo duro bajo mi espalda, el sordo dolor en mi vientre y todo el peso de mi cuerpo. Aspire aire roncamente, y supe que ya no tendría fuerzas para aspirar de nuevo.

Quise abrir los ojos para mirar por última vez a Gideon, pero no lo logré.

—Te quiero, Gwendolyn; por favor, no me dejes —dijo Gideon, y eso fue lo último que oí antes de que un gran vacío me tragara.





Los objetos inanimados, sean del tipo que sea sin que importe el material del que estén hechos, pueden ser transportados en el tiempo sin problemas, y además en ambas direcciones. La condición fundamental es que en el momento del transporte el objeto no tenga contacto con nada ni con nadie a excepción del viajero del tiempo transportador.