Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

Hasta el día de hoy, el objeto mayor transportado en el tiempo fue una mesa de refectorio de cuatro metros de largo que los gemelos De Villiers movieron en el a?o 1900 desde el a?o 1805 y volvieron a transportar de vuelta (véase volumen 4, capítulo 3, ?Experimentos e investigaciones empíricas?, pp. 188 y ss.).

Las plantas y partes de plantas, así como los seres vivos de todas clases, no pueden ser transportados, ya que un viaje en el tiempo destruye sus estructuras celulares e incluso puede desintegrarlos totalmente, como ha podido comprobarse en numerosos ensayos realizados con algas, plantones diversos, paramecios, cochinillas de la humedad y ratones (véase también volumen 4, capítulo 3, ?Experimentos e investigaciones empíricas?, pp. 194 y ss.).

El transporte de objetos, excepto bajo supervisión o con fines experimentales, está terminantemente prohibido.



De las Crónicas de los Vigilantes, volumen 2, ?Leyes generales?.





Capítulo X


Esta muchacha me resulta extra?amente conocida —oí que decía alguien. No cabía duda: era el inconfundible tono hastiado de James.

—Claro que te resulta conocida, cabeza de chorlito —respondió una voz que sólo podía pertenecer a Xemerius—. Es Gwendolyn, pero sin el uniforme de la escuela y con peluca.

—?No te he dado permiso para hablar conmigo, gato maleducado! Como si alguien estuviera aumentando poco a poco el volumen de una radio, ahora también empezaron a llegar hasta mí otros ruidos y un rumor de voces excitadas. Yo seguía tendida —o volvía a estar tendida —boca arriba. La terrible opresión que sentía en el pecho había desaparecido y también el dolor sordo en el bajo vientre. ?Me habría convertido en un fantasma como James?

Oí un desagradable ruido de tela rasgada. Alguien me había cortado el corsé y ahora lo apartaba hacia los lados.

—Ha alcanzado la aorta —oí que decía Gideon desesperado—. He tratado de oprimir la herida, pero… ha pasado demasiado tiempo.

Unas manos frías me palparon el tronco y tocaron un punto doloroso bajo las costillas. Entonces el doctor White exclamó aliviado:

—?Es solo un corte superficial! ?Dios mío, vaya susto me has dado!

—?Qué? No puede ser, ella…

—La espada solo ha rasgado la piel. ?Ves? Parece que el corsé de madame Rossini le ha hecho un buen servicio. Aorta abdominal. Por todos los santos, Gideon, ?qué estudiáis en vuestras clases? Por un momento he pensado que realmente estabas en lo cierto. —Los dedos del doctor White me oprimieron el cuello—. Su pulso también es correcto.

—?De verdad está bien?

—Pero ?qué ha pasado exactamente?

?Cómo ha podido hacerle esto lord Alastair?

Las voces de míster George, Falk de Villers y míster Whitman zumbaban en torno a mí superponiéndose unas a otras. Ya no podía oír a Gideon. Traté de abrir los ojos, y esta vez lo conseguí muy fácilmente. Incluso pude incorporarme sin problemas. A mi alrededor brillaban las familiares paredes pintadas de colores vivos de nuestro taller artístico y sobre mí se inclinaban las cabezas de los Vigilantes. Todos —incluso míster Marley —me sonrieron.

Solo Gideon me miró con expresión muy seria, como si no pudiera dar crédito a lo que veía. Estaba pálido como una sábana y en sus mejillas aún podía apreciarse que había llorado.

Bastante más atrás distinguí a James, que se tapaba los ojos con su pa?uelo de puntillas.

—Avísame cuando pueda volver a mirar.

—Ni se te ocurra hacerlo ahora; podrías quedarte ciego de la impresión —dijo Xemerius, que estaba sentado con las patas cruzadas a mis pies—. ?Le sale medio pecho fuera del corsé!

Uy. Tenía razón. Abochornada, traté de cubrir mi desnudez con los restos rasgados y cortados del maravilloso vestido de madame Rossini. El doctor White me empujo de nuevo suavemente contra la mesa en que me habían tumbado.

—Tengo que limpiar y vender el rasgu?o aquí enseguida —dijo—. Luego ya te examinaré a fondo. ?Sientes algún dolor?

Sacudí la cabeza, e inmediatamente solté un grito de dolor. En realidad me dolía terriblemente la cabeza.

Mister George me puso la mano en el hombro desde atrás.

—Oh, Dios mío, Gwendolyn, nos has dado un buen susto. —Rió bajito—. ?Eso sí que es desmayarse de verdad! Cuando Gideon ha llegado aquí contigo en brazos, he llegado a pensar que podías…

—… estar muerta —dijo Xemerius, acabando la frase que mister George había dejador púdicamente en el aire—. Para serte sincero, la verdad es que parecías bastante muerta. ?Y el muchacho estaba como loco! Se ha puesto a chillar para que trajeran unas pinzas arteriales y luego a balbucear frases sin sentido. Y a llorar a gritos. ?Y tú qué miras con esa cara de bobo?

Lo último iba dirigido al peque?o Robert, que contemplaba a Xemerius fascinado.

—Es tan mono. ?Puedo acariciarle un poco? —me preguntó Robert.

—No si quieres conservar la mano, ni?o —dijo Xemerius—. Ya es suficiente con que ese gallito perfumado de ahí no para de confundirme con un gato.

—?Por favor, sé perfectamente que ningún gato tiene alas! —gritó James, que seguía con los ojos cerrados—. Tú eres un gato de mis fantasías febriles. Un gato degenerado.