Esmeralda (Edelstein-Trilogie #3)

—?Quieres llamar la atención a cualquier precio o qué te pasa? —susurró Gideon—. ?Por qué no puedes hacer lo que te dicen siquiera durante tres horas?

—Una pregunta estúpida: naturalmente porque soy una mujer y no sé lo que es la razón. Además, tú has sido el primero en salirte de la fila para bailar con lady-ay-que-se-me-sale-un-pecho.

—Sí, pero solo porque ella… ?Pero, bueno, para ya!

—?Para tú!

No estábamos mirando con los ojos lanzando chispas cuando sonó la última nota de violín. ?Por fin! ?Seguro que ese había sido el minué más largo de la historia! Aliviada, me hundí en una reverencia y me volví para marcharme antes de que Gideon pudiera tenderme la mano (o, mejor dicho, agarrármela). Estaba enfadada conmigo misma por no haber planeado mejor mi conversación con James. De hecho, parecía poco probable que se presentara a nuestra cita en el parque. Tenía que hablar con él de nuevo, y esta vez sería mejor que probara a decirle la verdad.

Pero ?dónde demonios se había metido? Esas estúpidas pelucas blancas eran todas iguales. Las filas de bailarines habían dibujado una trayectoria en forma de Z y ahora estábamos en una posición totalmente distinta. Estiré la cabeza por encima de la gente y traté de orientarme. Ya creía haber avistado la levita de terciopelo roja de James cuando Gideon me sujetó por el codo.

—?Bueno, creo que ya es suficiente! —dijo secamente.

?Empezaba a estar más que harta de su tono autoritario! Pero no tuve necesidad de sacármelo de encima, porque en ese momento lady Lavinia se deslizó entre los dos envuelta en una nube de aroma de muguete y se encargó de hacerlo por mí.

—Me habíais prometido otro baile —dijo haciendo un mohín seguido de una sonrisa que hizo aparecer dos encantadores hoyuelos en sus mejillas.

Detrás de ella, lord Brompton se abría paso resoplando entre la multitud.

—?Bien, me parece que ya hemos bailado bastante por esta temporada! —dijo—. Me estoy volviendo un poco demasiado go… viejo para este tipo de entretenimientos. Y a propósito de entretenimientos, ?alguien, aparte de mí, ha visto a mi querida esposa con ese gallardo contraalmirante que supuestamente perdió hace poco su brazo en la batalla? ?Rumores y nada más que rumores! He visto claramente cómo eran dos brazos los que la sujetaban.

Rió y sus numerosos repliegues de grasa se pusieron a temblar peligrosamente.

La orquesta había empezado a tocar de nuevo y ya se formaban nuevas filas de bailarines.

—?Oh, vamos, no iréis a rechazarme! —imploró lady Lavinia aferrándose a las solapas de la levita de Gideon y dirigiéndole una mirada lánguida—. Solo este baile.

—Acababa de prometer a mi hermana que le traería algo de beber —dijo Gideon, y me dedicó una mirada sombría. Claro, estaba enfadado porque le estropeaba el ligue—. Y el conde nos espera a que vayamos a hacerle compa?ía.

Mientras tanto el conde había abandonado su puesto en el balcón, pero no precisamente para sentarse y descansar un poco. Sus ojos de águila apuntaban hacia nosotros, y me dio la sensación de que no se perdía ni una palabra de lo que decíamos.

—Sería un honor para mí traer algo de beber a vuestra apreciada hermana —intervino lord Brompton gui?ándome el ojo—. Conmigo estará en las mejores manos.

—?Veis! —lady Lavinia arrastró a Gideon riendo de vuelta a la pista de baile.

—Volveré enseguida —me aseguró él girando la cabeza hacia atrás.

—No tengas prisa —gru?í yo.

Lord Brompton puso en movimiento sus pliegues de grasa.

—Conozco un rinconcito muy especial —dijo indicándome con un gesto que le siguiera—. También lo llaman el rincón de las solteronas, pero no tenemos por qué preocuparnos por ellas. Las ahuyentaremos explicando historias picantes.

Lord Brompton me guió a una peque?a tribuna, situada unos cuantos escalones por encima de la sala, donde había un sofá desde el que se disfrutaba de una magnífica perspectiva general del baile. Allí se encontraban sentadas efectivamente dos damas ya no muy jóvenes ni muy guapas, que apartaron amablemente sus faldas para hacerme sitio.

Lord Brompton se frotó las manos.

—Agradable, ?verdad? Iré corriendo a buscar al conde y algo de beber.